Vemos y oímos la hipocresía, pero nada hacemos por amor

Nuestros gobernantes; locales, provinciales y nacionales están en una burbuja de hipocresía. Especialmente los del oficialismo. Pero muchos de la oposición también. Éstos hablan de dialogar, de esperar, de negociar con el gobierno. No hay más tibieza y vergonzosa cobardía que eso.
“El mundo está hecho de contradicciones. En último término, nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?”
Edith Stein
¿Qué País que se digne de proteger, respetar y promover el bienestar de sus habitantes pone al economicismo y al ajuste económico por encima de la dignidad humana? ¿Qué persona que se sienta digna permita, indiferente, que se insulte, ataque, reprima y desampare a los ancianos, a los discapacitados, a las personas que claman por derechos conculcados y se aplauda a los ricos, diciendo que la Justicia Social es perversión?
Un corazón obstinadamente duro e insensible que no quiere ver ni aceptar la Verdad es el que obscurece las conciencias. Y obscurece la de los demás. Construyen para sí, tras la mentira, un muro de resentimientos, de ideas, de ideologías, de políticas, de intereses u oportunismo pragmático para justificar desconocimiento, lealtades y apariencias. Son una pared. No ven ni escuchan a nadie. “¿Qué decirle a una pared?” comentaba una feligresa en San Cayetano por la peregrinación de trabajo.
Si no ¿Cómo hablan y repiten públicamente que hacen el bien al Pueblo cuando saben muy bien que las personas están en una situación angustiosa, que el costo de vivir aumenta todos los días, que hay fábricas y comercios que despiden trabajadores y no se publica nada de nada, que diariamente circulan personas por los barrios pidiendo alimentos, que los gobernantes en nuestra Ciudad y Provincia se hacen los sordos con los sueldos de los empleados públicos?
También son hipócritas los políticos de siempre que en nuestra Provincia se vuelven a presentar como alternativa, sabiendo que en gran parte son culpables del desastre que nos han dejado por su codicia de dinero y poder, pudiendo haber hecho mucho bien, y hoy los que gobiernan mandan sus diputados y senadores provinciales, y hasta legisladores provinciales a votar en contra de los salarios públicos, en contra de los jubilados, de los discapacitados, apoyando a un gobierno nacional cruel y perverso.
El resto de la población, ¿no ve esto? ¿Están sordos? ¿Creen que con estos gobernantes municipales, provinciales y nacionales vamos a estar mejor, cuando no estamos mejor, sino que vivimos cada vez peor? ¿Con un Municipio que mira para otro lado y se hace el tonto mientras apoya a las políticas nacionales? ¿Todavía creen vivir en una isla de fantasía? ¿Creen que con un gobernante nacional que insulta, odia y favorece a los ricos vamos a estar mejor? ¿Creen hasta que con los que gobernaron anteriormente la Provincia, ésos que no reconocen sus malas políticas y se vuelven a presentar, volveremos a estar mejor?
Necesitamos otros gobernantes, otros dirigentes, otra Política. Una política y dirigentes que surjan de los debates abiertos, públicos, masivos, inclusivos… que surjan del interior de los barrios, y no de la hipócrita mentira de avales escritos por una militancia que ya no existe. La crisis de credibilidad de los Partidos Políticos y Agrupaciones se profundiza cuando sus autodirigentes van de un Partido a otro, de un Frente Político a otro, sin ninguna coherencia ética ni ideológica, tal como se demuestra en las contiendas electorales.
En tanto no haya debate popular, democracia directa, organización espontánea de la gente, y aceptación de los dirigentes que salgan del Pueblo, y una causa por la que luchar, vivir y morir, entonces ningún partido político, ningún sindicato, ninguna agrupación, ningún autodirigente pueden abrogarse la representación del Pueblo, porque los actuales gobernantes han perdido legitimidad.
No respetan ni cumplen la voluntad popular, la Constitución Nacional y sus Leyes, y hacen la vista gorda a las políticas de destrucción del Estado, a la entrega de la soberanía y el endeudamiento externo. No se manifiestan en contra del avasallamiento de los derechos, especialmente los que favorecían a sectores vulnerables.
“No somos felices porque se vive la vida como se quiere y no de la manera que Dios quiere”.
Clare Crockett
En tanto, nuestros jóvenes, aquejados de falta de felicidad y de sentido a sus vidas, ¿adónde depositan su confianza y esperanza?: en las redes sociales, en el alcohol y la droga. Hay un gran poder de atracción del mundo frívolo, vicioso y de puro entretenimiento e indiferencia, cuando no, de incitación a la violencia. Los adultos estamos ausentes de dar buenos ejemplos. Se vive de impureza y orgullo. Hemos callado o callamos. Dejamos que nuestros jóvenes se identifiquen con los que les permiten engañosamente liberar el odio, el resentimiento y la libertad de echar culpas sin necesidad de comprometerse con el deber de ayudar y atreverse -ellos o nosotros- a construir una sociedad mejor. Ahora, nada se hace con amor.