Un solitario clamor

La crisis de representatividad gremial y política, la ausencia de apoyo sindical, social y político, la represión y denostación gubernamental, con la complicidad del periodismo oficialista y las redes sociales, parecen obstáculos insalvables para la protesta de los jubilados.
“Son necios los que creen que dándole de comer al León éste no los comerá”
La crisis de representatividad que sufren las organizaciones de los jubilados, se observa en la fragmentación de este sector, donde hay jubilados pluralistas, autoconvocados, no partidistas, partidistas, ideológicos, expresados en grupos independientes de cualquier organización, o de pertenencia al rubro de sus gremios, en multisectoriales y coordinadoras.
También los afecta la crisis de representatividad sindical igual que a los trabajadores activos, por la vergonzosa ausencia de Sindicatos y Federaciones en la defensa de los jubilados, desamparados legales cuando dejan de ser activos. Ni el Ministerio del Trabajo, Senadores y Diputados, o sea el Gobierno, promueven leyes que permitan como mínimo la asociación y agremiación legal de estos trabajadores considerados pasivos; porque no hay jubileo para ellos, sobreviven por el trabajo informal.
La crisis de representatividad política, los afecta por la burocracia enquistada en los Partidos Políticos, digitando candidatos con la mentira persistente de promesas incumplidas y malos ejemplos. Podrían ser la esperanza para protegerlos, pero nada de ello ocurre. Por eso el descreimiento y la baja participación electoral, que termina favoreciendo a esas burocracias y a las minorías pudientes.Gran parte de la población activa, que tiene el deber moral insoslayable de cuidar y asegurar una buena calidad de vida a sus mayores, sigue cobardemente ausente en la lucha de los jubilados. Con su indiferencia, se vuelve culpable de omisión. Escasas organizaciones políticas, algunas sindicales y raleados estudiantes y jóvenes los acompañan en la protesta de los miércoles.
Sumado a esto, asistimos impávidos -nunca se ha dado tal grado de crueldad manifiesta- al desprecio, ataque y abandono del Estado a través del Gobierno y sus comunicadores formales e informales, la represión física y la judicialización. La indefensión de los más débiles es total.
“Cuando el Poder dispara, entonces está reconociendo su propia debilidad”
M. Gandhi
Es indudable que los jubilados son el sector que más sufre el ajuste y persecución de este gobierno depredador. No le importa si lleva a la muerte, porque realmente la produce y actúa como si no lo hiciese. Los jubilados resisten solos. Y es vergonzosa la inacción de la CGT, del Sindicalismo y de la sociedad -los primeros que deberían defenderlos-, que, por oportunismo o indiferencia, no se involucran. No piensan que llegarán a la edad jubilatoria, viven la inmediatez absoluta de un puro presente.
“El futuro siempre es incierto; peor si no lo construyes hoy. Aun así, no sabes lo que pasará”.
Como en los ´90, los jubilados son los que protestan; los que resisten, los que valientemente se enfrentan a un gobierno autoritario y los únicos que tienen una causa común por la cual luchar. El resto de los trabajadores… sigue ausente.
Sin embargo, a partir de esa causa común, los jubilados comienzan a aglutinarse superando aquellas diferencias; que no son substanciales, sino viejos resabios gremiales, políticos, ideológicos, diferentes modos de ver los caminos hacia el objetivo en común. La crisis de representación es la catalizadora. Como no hay un reconocimiento institucional formal de ellos como gremio o sindicato, el medio más próximo para hacer eficaz sus demandas es exigir a las federaciones como la CGT, las CTA o similares, para que reconozcan, y den lugar a la participación y representación de los jubilados, de modo que junto a ellos se sienten ante el gobierno y realicen orgánicamente acciones que impliquen la defensa del sector. Los hechos, son más efectivos que las palabras, promesas, acuerdos y adhesiones. No hacerlo, es pura hipocresía. Y si no hay reconocimiento gremial del que fue trabajador activo, ahora no tan pasivo, la representación sindical pierde legitimidad.
No obstante, esta orfandad en los reclamos por los derechos no implica el abandono de la lucha y la exigencia. Hay que identificar a los sectores e instituciones gubernamentales y no gubernamentales, como así mismo a las personas que, con su indiferencia, oportunismo y acciones expresas o anónimas, perjudican a los jubilados. Hay que denunciarlos públicamente. No hay medias tintas en el reclamo. En este sentido, hay que postular la intransigencia tajante que no admite como ética la negociación. No hay negociación posible cuando se conculca el derecho a una mejor calidad de vida.
Por otra parte, y sin desmerecer las contiendas electorales y las adhesiones a opciones que podrían mejorar su situación, sería más eficaz a los jubilados situarse por encima de los partidismos, políticas e ideologías, sin perder de vista que, si bien esto favorece al pluralismo, que es integrador, no implica que las soluciones a sus problemáticas no sean políticas. La solución siempre es política. La unidad posible de las distintas agrupaciones de jubilados y la eficacia en sus acciones, solo puede venir desde el movimientismo, pero organizado, que no de lugar a la desarticulación. Es importante recalcarlo, porque en cada tiempo electoral, es la Partidocracia la que divide a las organizaciones de los jubilados. La causa es común, y la acción y la organización también deben ser comunes. Hay esfuerzos, voluntades e intenciones al respecto. Tal vez encuentros y debates más asiduos permitan clarificar y tomar conciencia de que toda la clase pasiva es perjudicada, que se profundizarán los males, y que habrá consecuencias y caminos a seguir, pero si hay esperanza, habrá fuerzas para rescatar la vida. Sin conocimiento de lo que piensa cada grupo, no habrá confianza, necesaria para la unidad. Hay que romper con la sordera social de las instituciones y de la población en general, porque la justicia inmediata depende más de que toda la población se despierte y se movilice, a que lo sigan haciendo los jubilados solos.
La protesta jubilatoria permanentemente es reprimida; verbal, mediática y físicamente. Es un solitario clamor. La mentira del gobierno autolegitima la represión y la violencia, y aunque no hay que responder a la violencia con violencia, porque es una espiral que se agrava, ello no implica una conducta pasiva, o sea de no responder cuando se debe responder, pero de otro modo. Se trata de responder con una conducta activa siempre distinta y obstinada ante quienes conculcan derechos con violencia.
“Lo que se obtiene con violencia, sólo se mantiene con violencia. La violencia crea más problemas sociales de los que resuelve”
Martin Luther King.
Esta violencia -y desproporcionada- ejercida por el Gobierno sobre nuestros adultos mayores, discapacitados y trabajadores, no debe impedirnos desafiar su capacidad de hacernos sufrir y enfrentarlo conscientemente. Es un paso peligroso, por las amenazas, la judicialización y el dolor que el gobierno ejerce, pero si no atravesamos el río, no es posible una sociedad mejor y más bella; de justicia, legalidad y seguridad para mejorar la vida absolutamente de todos. Se necesita decisión, credibilidad y valentía, como hacen nuestros jubilados, porque el Poder pretende hacernos creer que el odio, el desprecio, el insulto, el escarnecimiento y el abandono a los más débiles favoreciendo a los que más tienen es el camino. Se quiere confundir el espectáculo de la mentira y el odio con sinceridad, pero de la maldad, nunca nacen cosas buenas. No hay mejor verdad que la realidad que se ve, escucha y siente.
A esa violencia gubernamental, los jubilados no la contestan; pero hay que recordar, que la violencia que no se contesta, que se ignora, la del inocente que la sufre, genera más violencia. Sufre mucha más violencia el inocente que no la ejerce que aquel que contesta con violencia. Y no es suficiente llamar a la conciencia, a la razón, al sentimiento de quien reprime, sino de hacerlo de otro modo; con la obstinación de quedarse en el mismo lugar, de no ceder espacios, parado, sentado o acostado, y sabiendo que todo puede ocurrir, aun la peor de las consecuencias. “No pasarán” tendría que ser la consigna de los silencios que gritan. Enfrentar al miedo, para liberarse del miedo. El único modo de romper la justificación de la represión y demostrar públicamente a los indiferentes, a los indecisos, a los enemigos, la verdadera cara de la injusticia. En cualquier gobierno, la represión a una protesta popular es ilegítima.
“Se necesita una alerta para despertar y salvar la vida; no ceder ante un Poder abrumador, conmover, y no pactar con el mal”
Winston Churchill