El plan era otro. Llegar hasta 2019 con financiamiento externo, volver a incentivar la obra pública, fomentar el crédito y permitir incluso que salarios y jubilaciones le ganen por algunos puntos a la inflación en el año de la reelección. Avanzar con el respaldo social de octubre, la indulgencia sistémica de los medios, el aval del poder económico y la colaboración del peronismo dialoguista para afianzar en lo económico lo que se insinuó en la política electoral, hace apenas seis meses. Pero los mercados arrastraron a Mauricio Macri a una devaluación del peso que supera el 30% desde noviembre y todavía no llegó al “punto de equilibrio” del que habló hace cuatro años Jorge Capitanich.
Pese al auxilio desinteresado del Fondo, la corrida promete escenas renovadas desde el lunes 14 de mayo, con énfasis en el supermartes 15/5 de las Lebacs y el comportamiento de los ahorristas inquietos. Detrás de la cotización del dólar, pesa el razonamiento de los especuladores que toleraron el atraso cambiario en 2017, en busca de un objetivo prioritario: la derrota de Cristina Kirchner. “El año pasado, te financiaron el desajuste y este año te pasaron la factura”, en palabras de Marina Dal Poggetto, la solicitada economista que finalmente fue vetada en el Banco Central.
El Presidente no podía anunciarlo en su mensaje al país. Con una deuda en vertiginoso crecimiento y un déficit comercial récord que Cambiemos barrió bajo la alfombra, el hada de la confianza apareció muerta y el gradualismo se fue a la B. Como en tiempos del radicalismo o el peronismo, el sistema financiero se hartó de la dudas de la clase política para avanzar con el ajuste y aceleró contra un elenco oficial que es pura afinidad.
El hada de la confianza apareció muerta y el gradualismo se fue a la B.
Los economistas que asesoran al gobierno reconocen que se perdieron dos años y que el proyecto largo de Cambiemos ingresa en zona de riesgo, con la devaluación vertiginosa, el traslado a precios y las penurias de las mayorías que viven de un ingreso en pesos.
Cuesta verlo en la carrera voraz por obtener ganancias inmediatas: el malentendido entre Macri y el Círculo Rojo hace peligrar el proyecto más ambicioso de las elites empresarias en la historia argentina. Por incapacidad para encarar la misión que le demandaban, por haberse creído autosuficientes o por haber descansado en la mano de seda de los mercados con un gobierno amigo. El equipo de Macri no había cumplido.
El malentendido entre Macri y el Círculo Rojo hace peligrar el proyecto más ambicioso de las elites empresarias en la historia argentina.
Ahora el Presidente se precipita por un pasillo angosto en el que pretende ajustar y mantener la gobernabilidad. Los tiempos se acortaron mal y el regreso de una alquimia peronista al poder -o de un nuevo que se vayan todos- dejó de ser un chiste. La devaluación brusca no sólo es un reclamo del Fondo, los mercados y los sojeros que prefieren esperar a que las retenciones sigan bajando para liquidar la cosecha. También es la medida inevitable que el peronismo colaboracionista estaba esperando en silencio, desde hace tiempo. La forma de licuar salarios y beneficiar a los exportadores para arrancar un ciclo más de recuperación.
A cargo de una formidable depreciación del peso en 2002, en tierra del PJ no quieren nuevos mártires como Jorge Remes Lenicov, el economista que se inmoló en el interregno de Duhalde. Pero no son pocos los que siguen pensando que el tipo de cambio alto es la única salida para una Argentina que tiene poco para exportar y sólo puede fomentar el consumo interno. Ver a Macri ejecutar esa medida riesgosa, por segunda vez en su mandato y a costa de su pellejo, es un favor inestimable. Como dice por estas horas, uno de los armadores del peronismo no kirchnerista que suele dialogar con el gobierno: “Si el enemigo se equivoca, no lo moleste”. Napoleón adaptado a la turbulencia argentina.