Opinión

“No sé cómo seguir”: el vacío y la angustia de una sociedad que no encuentra rumbo en la crisis

En tiempos donde la inflación no da tregua, los precios cambian a diario y los sueldos parecen esfumarse antes de fin de mes, crece un sentimiento cada vez más difícil de explicar: el de no saber cómo seguir adelante.

Ya no se trata solo de ajustar el cinturón. Muchas familias han pasado de achicar gastos a cortar por completo consumos básicos. Comer menos carne, suspender tratamientos médicos, posponer arreglos en la casa o dejar de pagar servicios que antes eran parte de lo cotidiano. La incertidumbre económica impacta de lleno en la estabilidad emocional y mental de las personas, generando una angustia profunda.

La economía no es un número en una planilla. Es la mesa vacía de una familia. Es el nene que pregunta si se puede comprar una golosina y la madre que tiene que decir que no. Es el abuelo que corta su medicación para que dure más. Son decisiones que desgastan, que duelen, que paralizan.

Psicólogos y trabajadores sociales coinciden en que crece el malestar emocional en personas que antes no acudían a pedir ayuda. La crisis económica se convierte en una crisis existencial: cuando no hay certezas sobre el futuro, el presente también se desdibuja.

En medio de esta tormenta, muchos buscan algún punto de apoyo: la familia, los amigos, la fe, la solidaridad. Pequeños gestos que sirven como sostén en un país donde todo se tambalea.

Tal vez no haya respuestas fáciles, pero sí una certeza: nadie debería sentirse solo frente a esta angustia. Porque aunque el camino se vea borroso, caminarlo acompañado puede marcar la diferencia.


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