Ya sé que parece una tautología, porque tanto la injusticia como el calificativo que ha dado caracterización a esta saga de pensamientos en voz alta tienen como una carga conceptual negativa; así que bien podría ser otro el título, como la "filosofía odiosa".
Como sabiamente señaló el filósofo argento José Pablo Feinmann, la batalla está en la interpretación; porque la realidad es una sola y no cambia, pero te pueden vender pescado podrido -o no- y quien más guapeza demuestra gana la contienda. Por eso en estos últimos tiempos ha sido tan codiciada la copada de los medios de comunicación, ya sea la prensa escrita, redes, radios o lo que fuera pero masivo; si se instala, verdad o mentira, ya es una partida ganada y -a veces- definitivamente.
Sí, realmente, si hubiera una explicación, sería odiosa; una explicación siempre enseña más que una imposición; pero la explicación puede ser falaz, mentirosa, excusatoria.
Convengamos en que, por definición, el "pero" generalmente es un intento de eximir la responsabilidad de nuestros actos, por supuesto, malos, porque los buenos no la necesitan.
Cuando era niño y me aplicaban colonia después del baño, me ponían una fragancia odiosa; repulsiva, como la que está transformando gradualmente nuestra Patria después de una serie de actos mórbidos, falaces, desquiciados y caprichosos. Ya hemos mencionado una serie de hechos que, poco a poco, nos están llevando a la ruina; a veces me prometo no escribir... o mejor dicho, no pensar para no escribir, pero la debilidad humana hace que caiga en la tentación de abrir los ojos y reconsiderar la realidad.
Viste que tener un cero kilómetro es fantástico; todo perfecto, todo funciona y hasta el olor tan particular nos llena la mente y el ánimo de ponderación; con decirte que se siente como que uno conduce mejor! Ahora, ¿te acordaste que hay que echarle nafta (esa que ahora indiscriminadamente aumenta porque la misma hace tres meses era fea), pagar un seguro mucho más caro, impuestos más elevados...
Por momentos uno se resiste a la obviedad, solo para que la claridad no resulte odiosa; pero cuando las evidencias son tan elocuentes, cualquier parecido con la realidad deja de ser fantasía. Es más, uno ya no sabe cómo hechos tan contundentes pueden seguir ameritando esperas estériles, hasta no saber por dónde empezar...
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