El artista dominicano Juan Luis Guerra regresó anoche a su país, donde no actuaba desde antes de la pandemia, para encabezar un multitudinario concierto en el que celebró cuatro décadas de trayectoria, con invitados especiales.
El músico y compositor, de 66 años, reunió a más de 50.000 personas en el Estadio Olímpico de Santo Domingo como parte del tour “Entre Mar y Palmeras”, y sumó en la presentación las participaciones del colombiano Fonseca, Melybel, Adalgisa Pantaleón, Alex Ferreira, Vicente García y los hermanos Rosario, entre otras.
Junto a su banda la 4.40 integrada por una docena de instrumentistas, Guerra desplegó el popular repertorio con su firma que recorre merengue, bachata, salsa y baladas.
En esa clave, se escucharon piezas que son íconos de su trayectoria, como “Burbujas de amor”, “La llave de mi corazón”, “Si tú me quieres”, “El Niágara en bicicleta”, “Ojalá que llueva café”, “El costo de la vida” y “Bachata rosa”.
Antes de su presentación en el Cosquín Rock, el icónico músico británico Slash intervino anoche en el Movistar Arena con una clase magistral de rock & roll y, sin la obligación de tener que apelar al repertorio de Guns n’ Roses, se retiró ovacionado tras desplegar sobre el escenario un arsenal de recursos que acreditan su vigencia como héroe de la guitarra.
Luego de cinco años de espera, el público argentino se reencontró finalmente con el mito viviente que, junto al carismático cantante Myles Kennedy y el afilado súper grupo The Conspirators, arrollaron durante dos horas con una lista de canciones basada en sus cuatro discos de estudio.
El repaso selectivo de “Apocalyptic Love” (2012), “World on Fire” (2014), “Living The Dream” (2018) y “4” (2022) convivió en paz con otras joyas rockeras impolutas como “Always on the run” de Lenny Kravitz y “Rocket Man” de Elton John.
Mientras afuera reinaba la humedad de otro verano casi tropical, adentro gobernaba la puntualidad y el profesionalismo de un grupo que asomó puntilloso a escena apenas cumplidas las 21.
El sepulcral respeto del público fue mermando durante las dos horas y recién promediando el final las miles de personas que colmaron el microestadio de Villa Crespo soltaron la timidez para coronar la experiencia con ovaciones y aplausos de pie.
Con los primeros acordes de “The River Rising”, Slash, Kennedy, Brent Fitz (batería), Todd Kerns (bajo y voz) y Frank Sidoris (guitarra rítmica) comenzaron a derretir el hielo para cumplir con la alta demanda de un público que proyectaba una expectativa sostenida por la estela de sus visitas anteriores.
Para no ofender a nadie, el músico que tiene su espacio ganado en el Salón de la Fama del Rock & Roll incluyó en la lista “Don’t Damn Me” del celebrado álbum de Guns n’ Roses “Use For Illusion” y una de Slash’s Snakepit, el proyecto alternativo que armó en 1994 con sus excompañeros Duff McKagan, Matt Sorum y Gilby Clarke y que rememoró con “Speed Parade”.
Luciendo su distintiva galera, un pantalón de cuero rasgado y una remera de Led Zeppelin, Slash celebró su historia compartida junto a Myles Kennedy y The Conspirators con un dejo de nostalgia al interpretar “Starlight”, una de las primeras canciones que lanzaron en 2011, para luego seguir con otro clásico como “Halo”, del primer álbum editado en 2012.
Tampoco faltaron en la lista otras como “Too Far Gone”, “C’est La Vie”, “Spirit Love”, “Wicked Stone”, “April Fool” y “Fill My World” y mucho menos momentos de alta intensidad con pasajes interminables de destreza técnica.
En uno de esos momentos explosivos que contribuyó a levantar a la platea y a terminar de enloquecer a las primeras filas del campo, Slash rompió una cuerda pero jamás detuvo su marcha por el mástil y cambió rápidamente de guitarra para seguir como si nada.
El músico nacido en 1965 en Londres bajo el nombre de Saul Hudson usó casi exclusivamente el micrófono como medio para alterar los sonidos de su instrumento con un “talkbox” y sólo se dirigió al público para regalarle un insulto cariñoso después de que corearan su nombre y para engrandecer el aporte de Kennedy.
"Quisieramos no tener que irnos. Es un sueño", intervino el virtuoso vocalista asumiendo la voz cantante de la banda y dejando en claro que hace rato que estaban esperando recalar en Argentina en el marco de esta extensa gira del "Rest of The World" por la que agendaron 40 presentaciones en màs de 15 países en ciudades de Sudamérica, Oceanía, Asia y Europa durante tres meses.
Antes del primer amague de final, sonaron con fuerza “Dr. Alibi”, “You ‘re a Lie” y “World on Fire” y tras dejar brevemente el escenario regresaron con el protagonista sentado detrás de un ‘pedal steel”, el cantante acompañando en guitarra y con el baterista detrás de los teclados para interpretar el clásico de Elton John antes del encendido epílogo rockero de “Anastasia” y el saludo definitivo.
El paso de “Slash feat. Myles Kennedy & The Conspirators” por Argentina tendrá un segundo capítulo el próximo domingo en Córdoba en la segunda jornada del Cosquín Rock que también animarán artistas internacionales como Steve Aoki y estrellas locales como Duki.
Con su presencia destacada en la grilla del clásico encuentro musical rockero, Slash convivirá con una importante oferta orientada a los seguidores de los llamados nuevos géneros urbanos como Dillom, YSY A y Milo J, del pop vernáculo como Lali y Miranda! y los clásicos rockeros de Babasónicos, Ciro y Los Persas y Divididos, entre otros.
Duki, uno de los principales referentes del trap y la música urbana local, agotó en menos de 24 horas las entradas para su show previsto para el 13 de abril en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México, luego de que a fines de enero pasado se transformara en el primer argentino en vender todas las localidades para el estadio Santiago Bernabéu de Madrid, donde se presentará el 8 de junio.
A dos años de la gira que lo había llevado al país norteamericano, el rapero de 27 años ya dio un buen primer paso en el camino hacia su regreso con el "A.D.A. Tour 2024", con el que se convirtió el año pasado en el artista nacional más joven en llegar al estadio de River Plate, al asegurarse los 20.000 tickets para su fecha en la capital mexicana.
Además, Duki se presentará en los días previos en el Auditorio citiBanamex de Monterrey -donde ya vendió 8.000 entradas- y en la ciudad de Tlajomulco de Zúñiga, en el estado de Jalisco.
Durante 2023, Mauro Ezequiel Lombardo -tal su nombre real- también visitó México, realizó su primera gira norteamericana completamente agotada con shows en ciudades como New York, Chicago y Miami, y un tour por España con fechas especiales en Asturias, Bilbao y Madrid, entre otras.
La constante actualización del ya vasto corpus de biografías y ensayos sobre la figura del escritor argentino Julio Cortázar muestra la importancia y vigencia del autor de "Todos los fuegos el fuego" y "Último Round", permitiendo descubrir nuevas perspectivas que a cuarenta años de su muerte lo transforman en un clásico.
Julio Florencio Cortázar nació el 26 de agosto de 1914 en Ixelles, un municipio al sur de Bruselas, Bélgica. Fue hijo de los argentinos María Herminia Descotte y Julio José Cortázar, quien cuando nace el escritor realizaba tareas diplomáticas en ese país. Su infancia se vio marcada por los vaivenes de la Primera Guerra Mundial y durante ese período turbulento la familia logró refugiarse primero en Suiza y luego en Barcelona, antes de regresar a la Argentina cuando Julio tenía apenas cuatro años. Estas experiencias tempranas moldearon no solo sus visiones del mundo sino también su obra literaria. "Julio Cortázar, una biografía revisada", una obra de Miguel Herráez publicada en 2011, ofrece una exploración completa y detallada de toda esta primera fascinante etapa de la vida del escritor.
El autor de "Rayuela" pasó el resto de su infancia en Banfield, en el Gran Buenos Aires, junto a su madre, su hermana Ofelia y una tía. Aunque en varias ocasiones describió su infancia como brumosa, y con un sentido del tiempo y del espacio diferente a los de los demás, fue por entonces que descubrió y empezó a desarrollar su amor por la lectura y la escritura. A los nueve años ya había leído a escritores de la talla de Julio Verne, Victor Hugo y Edgar Allan Poe, lo que marcó el comienzo de su profundo compromiso con la literatura. Es Jorge DesChamps quien en "Julio Cortázar en Banfield: infancia y adolescencia" se detiene en los momentos precisos de la infancia y adolescencia de Cortázar.
Después de completar sus estudios primarios y secundarios, el narrador se formó como maestro normal en 1932 y luego, en 1935, como profesor en Letras en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta. Durante este tiempo, también comenzó a frecuentar los estadios para ver boxeo, una experiencia que influiría en su filosofía personal sobre este deporte.
Posteriormente, inició estudios de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, pero pronto las carencias económicas, la necesidad de ayudar a su madre lo hicieron dejar los estudios formales y fue así que se dedicó a dictar clases en diferentes ciudades argentinas. En este segmento de su vida se basa el libro "El joven Cortázar" de Nicolás Cócaro, Cecilia Noriega y Pío Clementi, donde los autores ofrecen una mirada detallada y perspicaz sobre estos primeros pasos del autor, así como sobre las influencias que marcaron su desarrollo intelectual y creativo.
Entre 1939 y 1944, Cortázar vivió en Chivilcoy, donde se desempeñó como profesor de literatura en la Escuela Normal y se sumergió profundamente en el mundo de la escritura. Durante este período, tuvo la oportunidad de participar en la elaboración del guión de la película "La sombra del pasado", una experiencia que le permitió explorar su creatividad de una manera diferente, en otros formatos y ampliar sus horizontes artísticos. Precisamente, "Cortázar en Chivilcoy", del periodista Gaspar Astarita, permite adentrarse en su estadía en Chivilcoy mediante un retrato detallado y vívido del escritor durante los años en los que ejerció la docencia en esta ciudad. El libro brinda una visión única de su proceso creativo y su interacción con el entorno.
Las "Cartas" de Cortázar, publicadas en cinco tomos y escritas a partir de 1937, son también una fuente fundamental para comprender tanto su vida como su obra, en tanto proporcionan una mirada íntima y personal del autor, revelando sus pensamientos, inquietudes y pasiones a lo largo de los años.
En 1944, el escritor decidió trasladarse a la ciudad de Mendoza, donde comenzó a impartir cursos de literatura francesa en la Universidad Nacional de Cuyo. Durante esta etapa, también inició su colaboración en la prestigiosa revista Sur, fundada en 1931 y dirigida por Victoria Ocampo, lo que contribuyó a consolidar su reputación como uno de los escritores más talentosos de su generación.
En "Cortázar en Mendoza", Jaime Correas detiene el foco en la etapa docente del autor de "Bestiario" con una perspectiva detallada y enriquecedora de los años que pasó en esa provincia, proporcionando un contexto invaluable para comprender su desarrollo intelectual y artístico durante ese período.
En 1948 obtuvo el título de traductor público de inglés y francés, lo que marcó un hito importante en su carrera. Comenzó a trabajar en una serie de traducciones destacadas, incluida la obra completa de Edgar Allan Poe. Este trabajo lo llevó a establecerse en París, donde en 1953 contrajo matrimonio con Aurora Bernárdez y participó activamente en la rica y sofisticada vida cultural de la ciudad. Mario Goloboff fue quien en "Julio Cortázar: La biografía" retrata ese momento con una mirada profunda, empática y comprensiva del narrador, proporcionando valiosos detalles sobre su vida personal, sus relaciones y su impacto en el mundo literario.
Durante su residencia en París, Cortázar forjó amistades entrañables con diversos escritores y artistas, entre ellos José Lezama Lima, Octavio Paz, Pablo Neruda y Carlos Fuentes. Su círculo cercano también incluía a la escritora argentina Graciela Maturo, con quien mantuvo una vasta correspondencia y compartió ideas sobre literatura y poesía. El conocido libro del escritor chileno José Donoso "Historia personal del boom", publicado en 1999, ofrece una perspectiva valiosa sobre el fenómeno del boom literario latinoamericano, del cual Cortázar fue una figura destacada. Otra obra fundamental para explorar esta faceta es "Julio Cortázar: una búsqueda mítica" de Saúl Sosnowski, publicado en 1973, donde desde una perspectiva crítica y analítica, se destaca al narrador como pieza fundamental de la literatura latinoamericana del siglo XX y como uno de los grandes cultores de nuevas corrientes literarias de origen latinoamericano.
En 1967, Cortázar dio un giro en su vida personal al separarse de Aurora Bernárdez y unirse a Ugné Karvelis, una mujer lituana con quien compartió no solo su pasión por la literatura, sino también su compromiso político. Esta relación marcó un período de intensa actividad creativa y compromiso ideológico para el escritor argentino.
Posteriormente, estableció una relación con la escritora estadounidense Carol Dunlop, con quien compartió numerosos viajes y experiencias. Juntos desarrollaron un proyecto notable: la escritura del libro "Los autonautas de la cosmopista", una crónica de sus viajes por la autopista París-Marsella, que da cuenta de la profunda conexión entre Cortázar y Dunlop, así como su espíritu aventurero y su amor por la exploración del mundo.
En "Conversaciones con Julio Cortázar" de Ernesto González Bermejo, publicado en 1978, queda registrada esta fase de la vida de Cortázar y además se presenta una mirada particular sobre la relación del escritor con sus compañeras amorosas. En entrevistas y diálogos relevadores se van colando los rasgos más importantes del pensamiento y la personalidad del autor.
Además, el libro "Cortázar, de cronopios y compromisos" de Enzo Maqueira, publicado en 2002, proporciona datos biográficos y reflexiones sobre la vida y obra de Cortázar, incluyendo sus relaciones personales y su compromiso con diversas causas sociales y políticas.
Los últimos años del escritor fueron los de la lucha contra la enfermedad física y la depresión. Su muerte ocurrida el 12 de febrero de 1984 a causa de una leucemia -en fecha muy cercana a la muerte de su pareja- arrojó varias hipótesis sobre la enfermedad que originó el final. Una de las teorías sugiere que Cortázar pudo haber sido afectado por el virus del VIH a través de transfusiones de sangre contaminada durante una hemorragia gástrica que sufre en 1981. Según esta línea de pensamiento, la adquisición de sangre africana por parte del Ministerio de Sanidad francés, sin conocerse que parte de ella estaba infectada con virus, pudo haber llevado a la trágica situación. Esta hipótesis, respaldada por algunos investigadores, destaca el contexto de la época en la que esa patología, además de la estigmatización con la que cargaba, carecía de información consensuada y probada científicamente.
La teoría sobre la posible relación de Julio Cortázar con el VIH y su impacto en la vida y muerte de su pareja, Carol Dunlop, ha sido objeto de intenso debate y especulación. Aunque Dunlop falleció debido a una enfermedad que afecta el sistema inmunológico, algunos argumentan que la rapidez y la naturaleza fulminante de su muerte sugieren una posible conexión con el desarrollo del VIH en momentos en que se carecía de tratamiento eficaz. Sin embargo, esta teoría es controvertida debido a la falta de casos documentados que demuestren que una persona asintomática pueda morir de Sida en un período tan corto de tiempo.
Por otro lado, la versión oficial respaldada por Aurora Bernárdez y otros allegados a Cortázar sostiene que el escritor murió a causa de una leucemia. Aunque esta explicación es sostenida por algunos biógrafos, autores como Cristina Peri Rossi y el crítico español Rafael Conte, defienden la teoría de que el escritor falleció a causa de la enfermedad metáfora del siglo XX, el Sida.
El debate sobre las verdaderas causas de la muerte del escritor continúa abierto, dejando un legado de misterio en torno a uno de los más grandes escritores del siglo XX. Dos días después de su fallecimiento, fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, en París, junto a Carol Dunlop. Su tumba, diseñada por sus amigos Julio Silva y Luis Tomasello, se convirtió en un lugar de peregrinación para sus admiradores, quienes continúan honrando su memoria y su legado literario.
Desde París, el 20 de febrero de 1984, Osvaldo Soriano describe el velatorio de Cortázar como un evento cargado de simbolismo y dolor. La escena refleja la sensación de pérdida no solo de un gran escritor, sino también de un exiliado que luchó por la libertad y la justicia. Hoy, 40 años después de su muerte, recordamos a Cortázar como un visionario literario, cuya influencia perdura en nuestras vidas y cuya obra continúa inspirando a generaciones futuras. Su legado nos recuerda la importancia de la imaginación y la creatividad en el mundo moderno, y su voz sigue resonando en cada página de sus libros y en cada experiencia de lectura de sus seguidores.
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