El olvido de lo que son las personas, de la frágil humanidad de las personas, ha desplegado sobre ellas un funesto manto que les quita el sol de los sueños y la esperanza. Ésa es la razón por la cual los personeros del odio no temen en absoluto hablar descarnadamente, sin sensibilidad y respeto, del desamparo y desprotección que planean para dejarnos a la intemperie.
En el cuento, el flautista ayuda a un pueblo a exterminar una plaga de ratas. Con su flauta, las ratas, embelesadas por encantamiento, lo siguen y él las saca del pueblo. Al no cumplir el Alcalde con el pago prometido, el flautista, con el mismo método, se lleva a los niños del pueblo. Cuando aquél cumple, arrepentido, los inocentes son devueltos.
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