El fuerte sol del sábado, en horas de la siesta, pareció una metáfora de la fe que irradiaba en los rostros de las cerca de 2 mil personas que se congregaron para celebrar los 30 años de su aparición en sueños. Durante la jornada, la sensación era que María, con su manto, abrazaba a toda una comunidad que la honraba con fervor y devoción.
Una fila interminable de autos, en medio de las sierras y las pircas cercanas a Paso del Rey, marcaba el inicio del camino hacia el lugar. “Es la primera vez que venimos a la fiesta, pero hemos venido varias veces. Este debe ser el quinto o sexto viaje”, comentó Mario Campos, acompañado por su esposa Sonia Segovia, quien compartió un testimonio de sanación atribuido a la Virgen.
El calor intenso de la tarde no fue obstáculo para la procesión, que reunió a decenas de fieles en oración. Las agrupaciones gauchas aportaron colorido a la festividad, mientras el eco de las cuentas de los rosarios resonaba con súplicas y agradecimientos a la Virgen. Ana Becerra, una devota de la región, expresó su gratitud por las bendiciones recibidas desde que comenzó a visitar el santuario.
Las largas filas de vehículos estacionados y los colectivos repletos de personas, junto a los pañuelos blancos y las estampitas, daban testimonio de la devoción. Marcela Padra, una obstetra que llegó al predio por recomendación de sus pacientes, describió su primera experiencia en la festividad como “algo hermoso”.
Entre los asistentes también se encontraba Luis Muñoz, un hombre de Mendoza que ha sido testigo del crecimiento del lugar desde sus primeros días como una ermita.
La devoción a la Virgen de la Cobrera ha ido arraigándose en la identidad de los puntanos, convirtiéndose en un sinónimo de puntanidad. La misa culminó con palabras del monseñor Gabriel Barba, quien resaltó la importancia de María como medio para llegar a Cristo. Al finalizar, los fieles regresaron a sus hogares con el corazón lleno de esperanza, confiando en la protección maternal de la Virgen de la Cobrera.