La emoción se vuelve incontrolable cuando deja de lado a la razón. Para que los sentimientos se descarguen intensa y abruptamente, se estimula el deseo, como pulsión instintiva que no siempre está mediada por la razón y que generalmente requiere de lo inmediato para satisfacerse. Ello no significa que el instinto, el deseo, las pulsiones, los sentimientos y las emociones sean malos. Como tampoco es garantía de que la razón sea buena, porque muchas veces justifica sinrazones y actos contra la lógica y el sentido común.
Liberar la palabra, el inconsciente, era una de las premisas sostenidas por el Mayo francés (“La imaginación al Poder”, “Prohibido prohibir” “Hagamos el amor y no la guerra” “Cerrar la Escuela para aprender”, etc.), donde Lacan decía que para hacer una revolución, había que liberar al inconsciente, por su poder creativo.
Independientemente de ello, tanto el deseo como la sublimación que lo oculta están a la orden del día. Vivimos en una sociedad que busca el placer y el poder sin límites, sin importarle las consecuencias. Aceptar cualquier cosa y no pensar, dejando que cualquier idea, pensamiento, creencia o mentira afecte a nuestro estado de ánimo, nos complazca y exacerbe las emociones es autoengañarse y perder la libertad. La alienación, crea adicción.
En una época donde las comunicaciones, los medios y una sofisticada tecnología están al alcance de casi toda la población, existe una creciente intención de políticos y grupos de poder, de alienar políticamente a la población, induciendo a pensar y a sentir lo que ellos quieren que pensemos y sintamos, ya sea directa, descarnada, o subliminalmente. Se genera la posverdad –la información y mentira mediada por las emociones- o se inducen sentimientos y emociones que conducen a las mentes de las personas a ciertas ideas y posturas económicas, políticas, creencias, u opciones electorales.
“Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”
Martin Luther King
Existen dos acciones enajenantes de la mente de las personas. Una de ellas, es exacerbar el deseo de lo inmediato, de lo autoritario, del rechazo a lo distinto y a lo establecido, rechazar lo instituyente y ver lo nuevo como peligroso, recurriendo a posturas indeclinables, intolerantes y cerradas; generalmente acompañadas del pensamiento tradicional de desigualdad como necesario para la estabilidad del sistema de vida social, económico y político; y la otra acción es más subliminal, por lo pseudo progresista y reformista, consistente en promover sentimientos paternalistas de unidad y justicia social, acompañados de asistencialismo y medidas superficiales sin cambiar de fondo la desigualdad estructural.
No hay mejor criterio de prevención y libertad que el pensamiento crítico –informarse correctamente y poner en duda la información o las ideas, debatiendo y analizando personalmente y en comunidad aquello que nos imponen como cierto y verdadero, valorando el pensamiento propio- y también acudir al sentido común, aquello que se cree por razonamiento correcto, justo y verdadero.