Ante tanta orfandad, los trabajadores han elegido la locura que hoy gobierna. Han puesto su genuina esperanza en quien les prometió una vida mejor. Pero basta con observar el día a día para descubrir la verdad: los precios y tarifas suben, la comida y los alquileres suben, la nafta y el transporte suben, las tarjetas y los celulares suben... Y encima, el gobierno nos endeuda con grupos internacionales, apoya guerras ajenas y entrega los bienes del Estado, que pertenecen a todos los argentinos, a minorías codiciosas y a extranjeros.
“Antes que maldecir la oscuridad, es preferible encender un fósforo.” (Proverbio chino).
En nombre de la sinceridad, dicen que van a matarnos a todos y que lo hacen por culpa de los políticos, los sindicalistas, los que gobernaron antes, los que reclaman en las calles, los aborígenes, los que tienen planes y comedores... hasta de los jubilados. Pero en realidad, el verdadero chivo expiatorio es el peronismo. Las eternas excusas de gobiernos iguales a este. Sin embargo, sabemos históricamente que son los ricos quienes oprimen a los trabajadores, en complicidad con diputados, senadores y gobernadores que se arrodillan a cambio de privilegios y cargos. Aun así, muchos ingenuamente les creen, confundiendo la brutalidad con sinceridad. (“Como corderos al matadero”).
El odio y la mentira inculcados por periodistas, influencers y trolls de redes sociales han podido más que el clamor de trabajadores y jubilados. El gobierno llama despectivamente “populismo” a cualquier demanda popular, reduciendo a la gente a “masas que no piensan ni trabajan, que se dejan llevar por emociones y violencia”. Pero... ¿no son estos los que gobiernan?
Este gobierno no es solo un voto castigo al peronismo; es un rechazo a un peronismo que abandonó a los trabajadores. Y se han ido. Difícil será que vuelvan si no se actúa con verdad y justicia inmediata, atendiendo los reclamos día a día, sin transigir.
El falso peronismo que conocen las nuevas generaciones —el de la burocracia sindical y política del PJ— alimenta el odio de las minorías soberbias. Estas aprovechan para imponer su agenda, reforzando prejuicios históricos. (“Los diarios no hablan de nosotros”).
Los autodirigentes del PJ claman por unidad, pero mantienen las mismas prácticas que llevaron al peronismo a la derrota: burocracia política, candidatos impuestos, clientelismo, falta de participación, y ausencia de autocrítica. Hablan de unidad, pero sin una purga previa, es una gran mentira. (“Todo sea por la Unidad”).
Los militantes leales aún sostienen discursos nostálgicos y anacrónicos, ignorando que las prácticas verticalistas han vaciado al peronismo de contenido. Para revitalizarlo, debemos ir más allá de la dirigencia actual.
¿Queda por descubrir un peronismo escondido? Tal vez. Pero debe ser un peronismo que defienda a los trabajadores, que luche por la independencia económica sin negociar con los capitalistas y que permita a los trabajadores conducir.
Hay que pelear por lo que creemos y proteger al pueblo, derribando la dirigencia burocrática —propia y ajena—, porque el sistema legislativo, judicial y representativo está podrido. La República está viciada de inmoralidad, y el país necesita un cambio profundo.
Necesitamos memoria, verdad y justicia; no en discursos, sino en hechos. Crecimiento económico con salarios reales por encima de la inflación, empleo de calidad, y bienestar para las familias argentinas.
Derribar a la dirigencia impopular requiere construir, desde las bases, una democracia directa, inclusiva y deliberativa, que empodere a la gente. Porque no podemos confiar en los representantes actuales.
A la locura y la cobardía vigentes debemos oponerles verdad, bondad y justicia. Es hora de recuperar nuestra humanidad y actuar en comunidad. Solo así podremos transformar al peronismo en una fuerza solidaria y genuina para garantizar una sociedad justa para todos.
“No necesitamos conductores ni iluminados; necesitamos moral y ética para construir una nueva democracia. Porque cuando no hay ley ni justicia, el verdadero camino lo hace la comunidad”.