Sábado, 29 Junio 2024

Meritocracia y desigualdad. Desenmascarando la gran ilusión

Publicado el Domingo, 23 Junio 2024 21:31 Escrito por Gabriel Rodríguez

El reconocimiento al mérito es indudablemente importante. Pero ¿Quién tiene la autoridad para definirlo y con qué criterios? Mi esposa me llamó la atención sobre estas y otras preguntas relacionadas con la meritocracia, y me sugirió: “Deberías escribir sobre esto”. Su recomendación me pareció muy acertada, y de inmediato me puse a reflexionar al respecto.

La idea de la meritocracia, un sistema en el cual los individuos son recompensados y avanzan en base a sus méritos, es un tema recurrente en debates políticos y sociales. A primera vista, su premisa básica parece justa y motivadora: cada uno recibe según sus logros, esfuerzo y talento. Sin embargo, al analizarla en profundidad, surgen preguntas cruciales que, a mi entender, deben ser abordadas.

¿Cómo se determina el mérito en una sociedad tan diversa y desigual? La realidad es que no vivimos en una comunidad idílica donde todos tenemos las mismas oportunidades para triunfar. No todos comenzamos desde el mismo punto de partida. Más allá de la actitud positiva que tengamos, el origen socioeconómico desempeña un papel determinante a la hora de abrirnos camino en la vida. Por esta razón ¿Qué tan justo es premiar a alguien sin considerar sus circunstancias personales?

En boca de algunos políticos la meritocracia parece un concepto sencillo de aplicar. A menudo pregonan: “trabaja duro, demuestra tus habilidades y serás recompensado”. Pero, ¿es realmente tan simple? Un niño nacido en una familia adinerada tiene acceso a mejor educación, redes de contacto influyentes y recursos económicos que le permiten dedicarse a actividades que potencian sus talentos. En contraste, un niño de una familia con bajos recursos enfrenta desafíos enormes para tratar de llevar su vida cotidiana. En estos casos, la desventaja inicial es tan grande, que, a veces, resulta insalvable.

La biblia ofrece una parábola que ilustra un aspecto crucial del mérito: la historia de una viuda que dona dos monedas pequeñas, pero de gran valor simbólico. Jesús elogia a la viuda, destacando que su donación es mayor a la de los ricos, porque ella dio todo lo que tenía mientras los ricos dieron de su abundancia.

Esta parábola resalta una verdad fundamental: el valor del esfuerzo debe medirse en relación a las circunstancias personales de cada individuo. Lo que representa un gran sacrificio para uno, puede no serlo para otro.

Ahora bien, si aceptamos que las circunstancias influyen en las oportunidades, entonces es lógico concluir que el mérito no puede medirse únicamente por los resultados finales. Necesitamos una visión más equilibrada que considere el punto de partida de cada persona y los obstáculos que ha superado. Esta perspectiva de mayor amplitud nos permitiría valorar en su justa medida el esfuerzo genuino, la perseverancia y la capacidad para enfrentar desafíos.

Llegado a este punto de la reflexión, me parece oportuno alertar sobre el peligro de caer en el extremo opuesto, es decir, en el nepotismo. Los argentinos somos testigos de lo dañino que puede ser el favoritismo, especialmente cuando se ha extendido como una plaga en los distintos niveles del Estado.

Para que la meritocracia contribuya realmente al bien común, debe ser inclusiva. De lo contrario, no sería más que una ilusión que enmascara otras formas de injusticia y exclusión. Por lo tanto, la pregunta crucial es: ¿Cómo podemos asegurar que la recompensa al mérito no perpetúe las desigualdades existentes?

Para abordar este desafío desde un punto de vista equilibrado es imprescindible:

1- Reconocer los contextos

2 - Valorar el esfuerzo

3- Implementar políticas que apunten a mitigar las desigualdades estructurales, sin cometer otras injusticias bajo la excusa de una causa

¿Es algo fácil de realizar? No, para nada. Requiere mucho coraje y espíritu de cooperación. Exige, además, que los funcionarios públicos dejen a un lado las mezquindades partidarias, y trabajen mancomunadamente en construir una sociedad que realmente premie el esfuerzo y el talento de todos, independientemente de su origen. Solo así podremos liberar el potencial humano de nuestra comunidad, de nuestra provincia y de nuestra nación.

En conclusión, el camino hacia una meritocracia auténtica y justa no es sencillo, pero es indispensable. Necesitamos un compromiso firme y colectivo para trasformar nuestras aspiraciones en realidad, para que todos tengan la oportunidad de brillar y contribuir al bienestar común. Solo entonces, San Luis podrá crecer y prosperar como una provincia verdaderamente inclusiva y equitativa.

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