En nuestro país, esta es una realidad diaria para la gran mayoría de municipios que, atrapados en un sistema de coparticipación federal desigual, se encuentran rehenes de la discrecionalidad provincial. La dependencia de una coparticipación insuficiente no solo restringe su capacidad de acción, sino que también perpetúa un modelo centralista que frena el desarrollo local y regional.
Los sanluiseños no escapamos a esta penosa condición. He crecido viendo languidecer al municipio donde vivo, siendo presa de una metástasis que se extiende hasta el último rincón de mi Provincia.
Imagina vivir en una comunidad donde las políticas públicas son diseñadas y ejecutadas pensando en las verdaderas necesidades locales, sin tener que mendigar al estado provincial. Esto es posible cuando hay mayor autonomía municipal.
Por supuesto, en este punto alguien podría alegar que una mayor autonomía no nos libra de la malversación de fondos públicos. Es cierto, pero esa cuestión escapa a las consideraciones que puedo desarrollar en este breve artículo.
Actualmente, el vetusto sistema de coparticipación federal genera enormes desequilibrios, y está basado en el esquema de coeficientes fijos de la ley 23.548, de 1988, pese a que la Constitución de 1994 dispuso que debía revisarse en un plazo de dos años. Los municipios reciben una porción mínima de los fondos recaudados a nivel nacional y provincial. Esto significa que dependen casi exclusivamente de las decisiones políticas y económicas tomadas en niveles superiores de gobierno. ¿Qué puede hacer un municipio con el 0,2 %, o con 1,7 % de la masa coparticipable? Malabares.
Esta dependencia no solo limita la capacidad de gestión local, sino que también crea una relación de subordinación que obstaculiza la innovación y la respuesta rápida a las necesidades de la comunidad.
Por otra parte, fortalecer la autonomía municipal implica dotar a dicha administración de mayores recursos y competencias, permitiendo que gestionen sus propios asuntos y respondan de manera efectiva a las demandas locales. Municipios fuertes hacen comunidades más prósperas. Y estas, a su vez, robustecen al municipio, generando así un círculo virtuoso que crea un entorno propicio para el crecimiento y el bienestar de la comunidad.
Resumiendo, un municipio fuerte y autónomo puede:
- Administrar sus propios recursos.
- Desarrollar políticas públicas en función de necesidades reales. Thomas Jefferson dijo: “El gobierno más cercano al pueblo es el que mejor gobierna”.
- Colaborar en impulsar el desarrollo económico local.
Por lo tanto, invito a las fuerzas vivas de San Luis a repensar la estructura provincial. Obviamente, habrá quienes se resistan a perder una cuota de poder. Sin embargo, honestamente pienso que una administración provincial pequeña y enfocada en tareas específicas como la coordinación regional, la seguridad y la justicia, entre otras, permitiría una mejor distribución de los recursos y competencias. Al dejar que los municipios gestionen la mayoría de los servicios y proyectos locales, las provincias pueden centrarse en la planificación y coordinación de políticas a nivel regional, promoviendo una integración más efectiva entre municipios.
Estoy convencido que ir hacia un sistema descentralizado puede traer múltiples beneficios:
Eficiencia en la gestión pública. Ya que la toma de decisiones más cercana a los ciudadanos permite agilizar la administración en todo sentido.
Reducción de la corrupción.
Innovación y creatividad. Los municipios pueden convertirse en laboratorios de innovación donde los programas que resulten exitosos puedan replicarse en otras localidades. ¿Existe evidencia empírica de dicho modelo? Claro que sí. Algunos ejemplos del pasado son: las Ciudades Estado de la Antigua Grecia, la Liga Hanseática (una federación de ciudades comerciales del norte de Europa en la edad media) y Los Cantones Suizos.
En la actualidad, con ciertas variantes, podemos observar el ejemplo de Alemania, Suiza, Estados Unidos y Canadá.
“La descentralización no es una forma de hacer menos poderoso al Estado, sino de hacer más poderosa a una sociedad”. Fernando Henrique Cardoso.
Para concluir, la autonomía municipal no es solo una cuestión de justicia y equidad, sino una necesidad para el desarrollo sostenible y equilibrado de una comunidad organizada. Fortalecer los municipios y repensar el rol del estado provincial hará posible un gobierno más cercano a las necesidades de todos. El modelo centralista ha demostrado ser completamente ineficaz. Tal vez sea hora de dejar atrás dicho formato y apostar por una mayor descentralización que empodere a los municipios y, por ende, a los ciudadanos.