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San Luis y la Revolución de Mayo

Publicado el Lunes, 23 Mayo 2022 20:54 Escrito por

Entre todas las ciudades que se agrupaban en el Virreinato del Río de la Plata, San Luis fue la primera que aceptó a la Primera Junta y que además, obedeció desde sus inicios a las flamantes autoridades criollas.

Estoy citando al historiador José Villegas, quien asevera que “la noticia llegó con un oficial llamado Manuel Corvalán, que hacía de mensajero, casi 15 días después de que fue declarada la nueva autoridad”. La novedad arribó antes a Entre Ríos o Luján, que son localidades más cercanas a Buenos Aires; no obstante el especialista sostuvo que a pesar de la demora, los sanluiseños fueron los precursores porque los demás reconocieron al nuevo gobierno, pero no lo acataron al comienzo.

“Tenemos el orgullo y el honor de mostrarle a toda la Argentina que fuimos la primera ciudad Cabildo”, aseguró.

Según Villegas, el mensajero Corvalán piso suelo puntano el 11 de junio a la tarde e intentó encontrar el Cabildo. Pero no tuvo suerte. Y es que San Luis no tenía un edificio colonial que funcionara como sede. Los capitulares se reunían en una casona que estaba por la actual San Martín al frente de la plaza Independencia y al lado de las instalaciones en las que hoy funciona la Casa de las Culturas. En ese momento, el oficial no encontró a ningún representante, pero le indicaron que siguiera por el camino que ahora es la calle Ayacucho, ya que a la altura de Caseros y Mitre, estaba la quinta de Marcelino Poblet, uno de los cabildantes y el que, de acuerdo al historiador puntano, convenció a sus compañeros de aceptar al Gobierno patrio.

Como Corvalán llegó de noche a la casa de Poblet, decidieron mandar a un criado para que avisara al resto de los representantes que al otro día tendrían una reunión. El 12 de junio, los 9 integrantes del Cabildo de San Luis labraron un acta en la que aseguran que reconocen y se someten a la Primera Junta. Pero la historia de la Revolución de Mayo no terminó con esa jornada. Al día siguiente volvieron a juntarse, porque Buenos Aires les pedía que enviaran un miembro y decidieron organizar un encuentro en el que también participaran ciudadanos del interior para definir al candidato que iría a la Junta Grande. La elección fue el 30; y participaron 33 cabildantes, que eligieron como representante a Poblet.

El 22 de mayo de 1810 -aprendimos en la escuela y lo corroboramos mediante el Billiken- se declaró Cabildo Abierto.

El objetivo de la reunión era tomar una decisión sobre la continuidad en el cargo del Virrey Cisneros.

A la sesión concurrieron 56 militares, 4 marinos, 18 alcaldes de barrio, 24 clérigos, 20 abogados, 4 escribanos, 4 médicos, 2 miembros de la audiencia, 2 miembros del Consulado, 13 funcionarios, 46 comerciantes, 18 vecinos y 15 personas sin calificación. Totalizaron 251 concurrentes, a pesar de que se proyectaron 600 invitaciones, que se vieron reducidas por vía de selección a 450, y por presión de los criollos, muchos concurrentes se vieron imposibilitados de acceder a la Plaza.

Tras la apertura del debate por el escribano, Justo Núñez, el primer expositor fue el obispo Lué, quien en su discurso se manifestó por la continuidad de la dominación española.
El abogado Juan José Castelli se pronunció por la soberanía del pueblo de Buenos Aires.
El fiscal Villota basó su argumentación de defensa del poder español, en que Buenos Aires no podía por sí sola atribuirse la representación de toda la América española.
El abogado Juan José Paso, reconoció que Buenos Aires no podía decidir por sí sola, pero se subsanaría ese defecto necesario, ya que la decisión de la cuestión era urgente.
Ruiz Huidobro, militar, apoyó la destitución del virrey al haber cesado en su cargo Fernando VII, en cuya representación gobernaba.

Se votó en la noche del 22 y el 23 por la mañana se realizó el conteo de votos. Por 159 a 67, triunfó la opción que exigía la deposición del virrey. Sin embargo, ese mismo día el Cabildo daría su golpe contrarrevolucionario nombrando una junta presidida por el virrey depuesto, algo que resultaría inadmisible para los partidarios del cambio.

Moreno no fue protagonista de la Semana de Mayo. No se lo escuchó como a Castelli en el famoso Cabildo del 22, ni anduvo por la plaza con los chisperos de French y Beruti. Su protagonismo comenzó el 25 de mayo de 1810, al asumir las Secretarías de Guerra y Gobierno de la Primera Junta. Desde allí desplegará toda su actividad revolucionaria. Bajo su impulso, la Junta produjo la apertura de varios puertos al comercio exterior, redujo los derechos de exportación y redactó un reglamento de comercio, medidas con las que pretendió mejorar la situación económica y la recaudación fiscal. Creó la biblioteca pública y el órgano oficial del gobierno revolucionario, La Gazeta, dirigida por el propio Moreno, que decía en uno de sus primeros números: “El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Seremos respetables a las naciones extranjeras, no por riquezas, que excitarán su codicia; no por el número de tropas, que en muchos años no podrán igualar las de Europa; lo seremos solamente cuando renazcan en nosotros las virtudes de un pueblo sobrio y laborioso”.
Moreno encarnaba el ideario de los sectores que propiciaban algo más que un cambio administrativo. Se proponían cambios económicos y sociales más profundos. Pensaba que la revolución debía controlarse desde Buenos Aires, porque el interior seguía en manos de los sectores más conservadores vinculados al poder anterior.

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