Miércoles, 30 Octubre 2024

Mover montañas, caminar sobre las aguas

Publicado el Lunes, 08 Enero 2024 08:18 Escrito por
Mover montañas, caminar sobre las aguas NO SOMOS ORCOS -rufianes manejados por villanos-, como nos llaman con desprecio y descarnadamente los ricos que llegaron al gobierno.

 

¿Es posible? Absolutamente. Es el problema y el desafío. Y hay que poner una fe inquebrantable; la confianza de que la solidaridad existe y es posible, pero que hoy, se hace imperioso llevarla a la lucha, despertándonos a la situación del Otro, que sufre el atentado a su salud, a su comida, a su salario, a su trabajo y a sus derechos; único camino que nos llevará a tomar conciencia de la responsabilidad que nos toca.

Sólo la fuerza de la Verdad, puede llevarnos a valientes y personales decisiones para levantarnos; sin desanimarnos y reclamar, exigir y construir una convivencia justa y saludable, que buscamos realizar para todos y no para el disfrute de unos pocos ricos.

Hoy, hay mucho desconcierto en la gente; una profunda preocupación y angustia colectivos. No hay que temer. Es el principio de la lucha. Nada ni nadie puede amedrentarnos, si estamos plenamente convencidos de que la dignidad no debe ser pisoteada ni escarnecida por los personeros del odio, la avaricia y la mentira, obnubilados y obscurecidos en su conciencia por la maldad. Ninguna ley o decreto inventados, ninguna amenaza, ningún miedo, fuerza física o prisión puede atentar contra esa dignidad, porque sería destruir el sentido mismo de nuestra vida como personas y como sociedad.

¿Por qué el Pueblo Argentino tiene que ser saqueado por los Grupos del Poder Económico, insaciables de una riqueza que no les pertenece? ¿Qué ejemplo daremos a nuestros hijos y a la familia, si dejamos, como Comunidad, como Pueblo, que nos pisoteen los derechos y la dignidad? ¿Qué nos roben el salario, la jubilación, el producto del trabajo para vivir? No dejemos que los ricos hagan de nosotros objetos desechables y personas despreciables a sí mismas por no hacer nada.

Severamente corren peligro la convivencia democrática, la vigencia de las instituciones de la República, la Justicia Social, el Trabajo, la Educación y la Salud, y sobre todo nuestra humanidad; esa condición que exige respeto al derecho de existir, a progresar y a vivir feliz. Pero no caigamos en el odio que divide y que no nos pertenece, porque es inculcado por las minorías que venden su alma al señor dinero, sublimando las frustraciones colectivas con los débiles o castas irreales, volviéndolos chivos expiatorios para oscuros designios.

NO SOMOS ORCOS -rufianes manejados por villanos-, como nos llaman con desprecio y descarnadamente los ricos que llegaron al gobierno; SOMOS PERSONAS, trabajadores, los verdaderos productores de la riqueza que se nos apropia indebidamente y que muchos compatriotas no son conscientes de eso; el verdadero sustento de la vida del País, el Pueblo de la Patria. No somos el perezoso y soberbio LEÓN, animal depredador y violento por naturaleza, sino orgullosamente pacíficos CORDEROS, que vivimos y trabajamos silenciosa y honestamente sin hacerle daño a nadie, carentes de ambiciones desmedidas y frívolas, pero que, en cuanto infinita multitud, nos damos solidariamente abrigo y protección, soportando y defendiéndonos de cualquier crudo invierno como los históricamente pasados. Nuestra fuerza real es la esperanza y la unidad; para lo justo, lo bueno y la obstinación en sostenerlas. Sin declamaciones ni violencia; pero también sin renunciamientos. Y hoy, de ningún modo dispuestos al matadero. Por ello…

No permitamos el desamparo de nuestros ancianos, jubilados y discapacitados, privándolos de la atención elemental de salud y cuidado, erosionando aún más sus magros ingresos al anular la Ley de Movilidad Jubilatoria, con aumentos discrecionales al capricho del Ejecutivo. Es un robo haberse apropiado indebidamente del Fondo de Garantía Sustentable, una reserva que pertenece a los que han trabajaron toda su vida; y no es lícito quitarles la esperanza de una vejez de calidad.

No aceptemos que la avaricia de unos pocos, nativos y extranjeros, destruya lo que ha sido fruto de dolorosas luchas y conquistas, acuerdos y desencuentros. La Constitución y el Estado que construimos entre todos nos pertenecen, porque son nuestro amparo y garantía, por lo que no podemos dejar que sean destruidos para beneficiar a los Grupos del Poder Económico. La Patria no se vende.

Que el odio y la violencia que anida en los opresores no nos contagie el corazón como epidemia incurable. Hay que salir de la oscuridad, de la mala conciencia, porque ha llegado la hora de un punto de inflexión en los destinos de la Patria y en el de los corazones: o construimos una sociedad justa y saludable entre todos, sin desigualdad e injusticia, con amor y solidaridad, expresada y garantizada por el Derecho, o dejamos que estos pocos ricos sin más patria que el dinero usando la mentira y el atropello transformen la Argentina en un páramo estéril y tierra de nadie, porque el odio, como hierba venenosa, más temprano que tarde, se enseñoreará, destruyendo lo poco que quede y dejándonos a unos y a otros a merced del instinto y la intemperie.

Mover montañas y caminar sobre las aguas, es el desafío que hoy nos toca. Somos un Pueblo con Historia de Sangre –ignorada por muchos jóvenes y enviada al País del Olvido por los falsificadores de la Historia-, que siempre nos resistimos, porque buscamos vivir y progresar en paz. Será ahora igualmente difícil. Y no podemos retroceder; no debemos retroceder, no debemos permitírnoslo. Para ello, ningún miedo a los hombres; a ningún opresor. No es un camino fácil y exento de dolor. Seguramente aplastarán nuestra presencia y voz, pero no acallarán nuestra sed de justicia y su realización. La hierba siempre crece, y a no dudar que dará frutos abundantes de esperanza cierta e inclaudicable.

Haremos saber a estos injustos gobernantes que rendirán cuentas a la justicia, porque todo el dolor que ocasionan caerá como brasas sobre sus cabezas. Y también sobre aquellos con mandatos populares que traicionen a la Patria. Si vamos a mover montañas y caminar sobre las aguas, no hay fracaso posible, pero sí un futuro cierto.

 

 

 

 

 

 

 

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