Miércoles, 04 Diciembre 2024

La revolución será subastada

Durante 6 semanas de 1968, estudiantes, artistas y obreros ocuparon un taller de la Escuela de Bellas Artes de París. Del rebautizado Atelier Populaire salieron 500 carteles, 120.000 copias. Diseñados e impresos con la urgencia de la revolución que ocurría en la calle, los frágiles afiches –colectivos y anónimos– se han convertido hoy en objetos de culto del sistema que pretendían dinamitar. El aniversario del Mayo francés los celebra con exposiciones, libros y subastas. Hablamos con artistas que estuvieron allí y con quienes cincuenta años después siguen seducidos por aquellas barricadas de papel.

“Mayo de 1968 me pilló en París. Cuando empezó la movida, los artistas que trabajábamos en la Escuela de Bellas Artes tuvimos que defender los materiales, el papel, los tórculos de aguafuerte… Hubo alguna pelea. Los que venían de fuera no entendían que aquello no servía para hacer carteles: ponían mucho corazón en la lucha, pero poca reflexión”,

Doroteo Arnáiz, grabador

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“Con la exposición de afiches Images en Lutte queremos volver a dar una dimensión política e histórica a Mayo del 68. En el museo las imágenes pueden recuperar su fuerza. Es un espacio no mercantil donde lo que prima es la cuestión simbólica”,

Éric Chassey, comisario de Images en Lutte en Beaux-Arts de Paris

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“Imprimimos los primeros carteles en una prensa litográfica: una máquina de madera muy lenta, muy vieja. Sacamos 30 copias. La idea era venderlas para recaudar fondos. Me dirigía a una galería con los carteles bajo el brazo cuando –apenas había recorrido unos metros– un grupo de estudiantes me cortó el paso para quitármelos de las manos y pegarlos directamente en las paredes”,

Gérard Fromanger, artista

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“Los compradores actuales escogen los afiches por su grafismo más que por el mensaje. Mayo del 68 sigue siendo un momento imprescindible de la Historia contemporánea francesa y entre los coleccionistas hay perfiles variados: particulares, profesionales, extranjeros o instituciones, como la Biblioteca de Harvard. En la reciente subasta Mai 68 en 500 affiches vendimos el 60% de los lotes. El más caro, La belleza está en la calle, alcanzó los 3.380 euros”,

François Tajan, director de la casa de subastas Artcurial

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“Entré en Bellas Artes al día siguiente de que la ocupasen. Los estudiantes estaban en plena asamblea. Para los primeros carteles habían usado la litografía, que apenas permitía imprimir 15 o 20 copias por hora. Levanté la mano para pedir la palabra y propuse hacer serigrafías, con las que había trabajado en Nueva York. ‘¿Quieres ser el responsable del taller?’, me preguntaron. Dije que sí y enseguida pasamos a hacer entre 1.000 y 3.000 copias al día”,

Guy de Rougemont, pintor y escultor

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“La gracia del cartelismo del 68 es su urgencia. Los afiches habitan los límites del arte: no fueron concebidos como piezas artísticas, pero acabaron siendo pioneros del Street Art. Hay dos tipos de compradores interesados por ellos: el ideológico, gente vinculada al 68, nostálgicos; y luego un público mucho más joven que los adquiere por estética, como quien compra un póster en un museo, pero con una autenticidad añadida”,

Miquel Alzueta, galerista

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“Trabajábamos 24 horas sobre 24 horas. En un país en huelga… ¡éramos los únicos que trabajábamos! Fue de locos, nunca habíamos trabajado tanto en nuestra vida. Seriamos entre 100 y 300 artistas, pero alrededor de 10.000 personas pasaron por el Atelier: pescadores, obreros, periodistas… Se quedaban un día o dos para conseguir carteles específicos para sus huelgas. Venía todo el mundo a buscar su póster, éramos una fábrica”,

Gérard Fromanger, artista

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“Lo que más me llama la atención es su capacidad de desvelarnos el mundo con los mínimos trazos posibles, tanto en los dibujos como en los textos. Como dijo Jean-Jacques Lebel, los afiches del 68 pegados por los muros contribuyeron a ‘transformar la ciudad en poema colectivo y en teatro de la libertad’. Algunos son pura poesía”,

Patricia Badenes, autora de La estética en las barricadas

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“Desde el principio el ego pesó en muchas espaldas. Existía cierto afán de protagonismo por parte de algunos. Hubo quien trató de firmar sus carteles y quien los sacó de estranjis para moverlos por el mercado del arte. Empezaron a verse cosas feas enseguida… Igual que en una manifestación siempre hay uno que quiere ir en primera fila sujetando la pancarta para salir en la foto, ¡pues imagínate entre artistas!”,

Doroteo Arnáiz, grabador

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“Creo que vender estos carteles reivindicativos rompe el espíritu con el que fueron creados. En la exposición Carteles del 68 París – México hemos reunido unas 60 obras. No están a la venta, a menos que sea como lote y a una institución”,

Fernando Cordero, director de la galería La Caja Negra

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“El 27 de junio la policía nos desalojó. Vaciaron nuestras taquillas, tirándolo todo en una pila en el suelo. Dijeron que teníamos cuchillos y armas… No era verdad, eran los buriles, las espátulas, nuestras herramientas de trabajo. Me llevé los últimos carteles para que la policía no los destruyese.”,

Doroteo Arnáiz, grabador

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“El arte de protesta siempre acaba siendo asimilado por aquel colectivo contra el que luchó. Pasó con el movimiento hippie, con el rock and roll… El sistema engulle todo aquello que trata de infligirle algún daño; es su forma de sobrevivir. Los carteles que denunciaban el consumismo y el mercantilismo acabaron fagocitados por ese mismo mercado. Pero el mercado, y por extensión, el sistema siempre tienen que estar alerta, no sea caso que sus hijos más díscolos vuelvan a embestir contra ellos”,

Patricia Badenes, autora de La estética en las barricadas
Publicado en El Mundo

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