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La construcción de vínculos sanos para frenar el abuso Destacado

Publicado el Jueves, 07 Abril 2022 10:20 Escrito por
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El bullying o acoso escolar es una práctica social que se viene dando desde hace muchos años. Las instituciones educativas promueven charlas, talleres y planifican actividades transversales para hablar del tema, pero no solo no desaparece, sino que se reacomoda a las nuevas formas de relacionarnos que trajo como consecuencia la virtualidad.

Se entiende por bullying “todo tipo de comportamiento violento, intimidatorio y discriminatorio que se ejerce de manera verbal, físico o psicológico durante la etapa escolar”, y que, en algunos casos, “se produce por medios virtuales denominado Ciberbullying, cuando una persona menor atormenta, amenaza, hostiga, humilla o molesta a otra mediante Internet, teléfonos móviles, consolas de juegos u otras tecnologías”.

Ya sea de una u otra manera, el acoso produce un efecto psicológico devastador en quienes lo padecen, que se manifiesta en conductas como no querer asistir a clase, comportarse de manera irritable, presentar síntomas de tristeza o depresión, falta de integración con sus pares, descenso del rendimiento académico, y hasta intentos de suicidio.

Las tecnologías de la información y la comunicación han logrado sumar a esta problemática un nuevo comportamiento: el anonimato. Para evitar ser sancionadas, las personas agresoras se escudan en perfiles falsos, números de teléfonos celulares ajenos y cualquier otro tipo de dispositivo que sirva para eludir la responsabilidad, provocando, de paso, que la situación de acoso se realice por fuera de las paredes del edificio escolar.

Desde el inicio de clases de este año escolar, las noticias acerca de prácticas relacionadas con bullying y ciberbullying comenzaron a aparecer en los medios, mientras que en los colegios crecen el ausentismo escolar y las conductas depresivas de adolescentes. Desde espacios gubernamentales oportunistas presentan proyectos para frenar la violencia en las escuelas o se dictan talleres, pero el fenómeno sigue creciendo.

¿Qué podemos hacer desde la ESI para frenar estas prácticas? Principalmente, trabajar sobre los vínculos. Es preciso partir de la idea que la violencia es una problemática cultural, que está inserta en la sociedad desde hace varios años y que se reproduce en las escuelas como microcosmos de esa sociedad. Es importante que, como docentes, se pueda prestar atención a las relaciones que se establecen en las aulas. Cuando niñas, niños o adolescente empieza a bajar su rendimiento académico o a faltar de manera llamativa, es porque ya estamos llegando tarde al abordaje de la situación, la violencia ya le atravieza.

La construcción sana de vínculos es parte de la tarea pedagógica. Observar las conductas, las formas que usan para tratarse, si se aíslan o retraen, si hacen participaciones grupales, si modificaron sus hábitos o su estética, si presentan indicios de autolesiones o irrupciones de ira, pueden estar siendo víctimas de acoso. ¿Por qué la mayoría de las veces las instituciones llegan tarde a resolver los casos de abuso? Porque quien lo padece no suele confiar en la persona adulta que tiene frente a ella. El miedo a la reprimenda, a quedar como “buchones” o a perder el sostén del grupo actúan como limitaciones que lo único que logran es el silencio.

Promover vínculos basados en el respeto mutuo es tarea de la escuela. Dentro del ámbito educativo deben construirse espacios de socialización donde se promueva la solidaridad, el pluralismo, el respeto a las diferencias, la libre participación y la libertad de opinión. Dejar de lado la meritocracia, el reconocimiento al mejor promedio como garantía de inteligencia, la mirada represora hacia quien no acepta límites impuestos. Promover acuerdos para organizar el trabajo en equipos, brindar la posibilidad de expresar acuerdos y desacuerdos, de debatir e intercambiar ideas, de habilitar y sostener canales de diálogo, de promover la escucha asertiva.

Cuando la situación atraviesa las paredes de la escuela y el acoso se produce en redes, fuera del ámbito institucional, pero que deviene de conflictos que se dieron dentro, es importante que también se tome partido y se generen acciones para intervenir. Proponer pensar y debatir cuales fueron las situaciones que podrían haber provocado esa situación, si es parte de un conflicto que nació dentro del colegio, si tiene que ver con las diferentes personalidades, si se intentó generar un llamado de atención, si forma parte de una broma de mal gusto asociada a estereotipos de belleza o corporales, o si es producto de un problema relacional entre víctima y victimarios. Es importante trabajar también con las familias, sobre todo con menores, para poder establecer como se manifiesta la violencia simbólica en esos hogares.

La violencia es el discurso que adoptan quienes no saben hacerle frente a la diferencia, que no han construido otra manera de dialogar y consensuar más allá de intimidar a quien/es ven como una otredad a quien vulnerar. Es el discurso que se construye a partir de los estereotipos basados en el género, en la mirada prejuiciosa hacia quienes no son como yo. La escuela debe promover normas de convivencia escolar que ayuden a pensar estas prácticas, que establezcan lo que está bien y está mal en el trato entre pares, que sean explícitas para estudiantes y docentes, que se construyan dando voz a toda la comunidad educativa.

Así como se premia a quien estudia y se sanciona a quien llega tarde, que se habiliten reglas para fortalecer las relaciones entre pares, interviniendo antes de que el acoso se haga realidad. La escuela no debe ser el espejo de la sociedad, sino el ámbito que la cuestiona.

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