La dinámica, concluimos más temprano que tarde, se reitera en casi cualquier ámbito en donde se ponga atención. Y es recurrente en el periodo que se inicia en la década del 80. La secuencia suele adoptar esta dinámica: una iniciativa o demanda social/institucional/política encuentra impulsores y canales en la ciudad de la Calle Angosta. Crece y adquiere volumen. Se consolida y obtiene resultados. Los mercedinos nos quedamos en el momento asambleario, se diluye la movilización, se producen grietas y rupturas… Los puntanos se incorporan a la movida (que sea) cuando la tarea más dura ya se ha realizado (por los mercedinos), se ponen de acuerdo entre ellos muy rápidamente y gozan (casi en exclusividad) de los beneficios que se ganaron en gran medida con esfuerzo aportado por otros comprovincianos.
Las luchas universitarias, la gravitación política e institucional, la representación deportiva en torneos nacionales, la ampliación de derechos a la colectiva feminista, la distribución de los recursos del estado…
En 1983, cuando se recuperó en la Argentina el sistema democrático, de los cinco dirigentes provinciales más destacados cuatro eran villamercedinos: Pichana Britos, presidente del PJ provincial; Oraldo Britos, indiscutido jefe político peronista en esos tiempos; Eduardo Mones Ruiz, había sido intendente y aspiraba con muchas chances a la gobernación; Tincho Zavala, candidato a gobernador de la UCR. El quinto se llama Adolfo Rodríguez Saá. El único puntano y quien finalmente –desde el sillón de Daract- produciría la transición de un estado en el que el poder político estaba dividido en al menos tres bloques o ejes con similar peso específico (San Luis ciudad; Villa Mercedes y lo que se conoce como “el interior”), a una macrocefalia capitalina que en casi 40 años fue concentrando el poder de decisión sobre todo el territorio provincial y la potestad de intervenir (con opinión, voto o veto) en las cuestiones locales de prácticamente todas las ciudades y pueblos sanluiseños.
En el plano simbólico del nuevo orden, la Capital de apoderó del gentilicio “puntano”, lo moldeó de manera que pocos más se sientan identificados y se esfuerza en que sea de uso generalizado.
A pesar de lo que pueda parecer, estas líneas no contienen tanto un reclamo a quienes detentan el poder, y hacen uso de él; como una reflexión al interior de nuestra sociedad mercedina que hace décadas perdió el rumbo, la unidad y el sentido de pertenencia. Que fue endosando cada vez más aspectos y decisiones que deberían ser indelegables.
El peronismo villamercedino viene cosechando resultados electorales cada vez más comprometidos. Las causas de esas performances a la baja deben buscarse, como en todos los fenómenos complejos, en diversos lugares, sectores y protagonistas. Seguramente habrá errores propios y aciertos ajenos. Lo que se comprueba es que no hemos intentado otra respuesta más que hacer lo mismo, con mayor intensidad y persistencia. De hecho, la referencia constante y hasta desmedida de la subordinación al centralismo provincial, que tantos buenos resultados –electorales y sociales e institucionales y económicos y, y, y - le dieron al oficialismo llegaron a empalagar y conseguir el resultado contrario.