La metáfora es la presencia de lo humano sobre la Tierra. Sin metáforas, no habría creación, arte y poesía. Pero la locura es la destrucción del Hombre. ¡Y se manifiesta de tantos modos...! Si existe desigualdad, pobreza, hambre y guerras en el mundo, con depredación de la Naturaleza y gran indiferencia de nuestra parte, entonces la locura abunda.
Los argentinos hemos pasado por crisis socioeconómicas graves y de gobernabilidad. La gobernabilidad requiere de estabilidad política; sin ella, la crisis económica se agudiza y la social estalla. Desde hace décadas sufrimos desigualdad, con un postergamiento social enorme. Asistimos al resultado de una polarización política y social extrema.
En un País como el nuestro, donde existen poderosas minorías agroexportadoras, grandes grupos económicos nacionales y extranjeros, en la industria, en la explotación de los recursos naturales, en la distribución de la energía, en la producción y venta de alimentos, en las comunicaciones… estos grupos empresariales siempre acuerdan entre ellos para fijar precios, tarifas y condiciones de comercialización, monopolizando cualquier mercado.
Es muy extendida la creencia –falsa, por cierto- de que la Economía es independiente de sus actores: la población, los trabajadores, los comerciantes, los factores de poder empresariales, sindicales, sociales y el gobierno. Como si la Economía en general, con sus consecuencias, fuese aséptica, neutral, a-histórica, objetiva y natural, y hasta un fenómeno que está o aparece.
Si los gobernantes elegidos por el Pueblo, en nombre de sus representantes, cometen engaños, injusticia grave, y gobiernan para minorías poderosas, dejando que países extranjeros con sus gobiernos y empresas saqueen a nuestros recursos y decidan políticas, estos gobernantes traicionan los mandatos que se les ha dado. No hay excusa legal ni moral para ello.
A la fecha, los argentinos comenzamos a preguntarnos quién o qué gobierna a la argentina de hoy. ¿Las emociones? ¿La locura? ¿El odio? ¿El País que queremos? Azorados y desconcertados, con incertidumbre y gran angustia colectiva, observamos a un Gobierno que busca la suma del poder público –prohibido por la Constitución- con un Proyecto de Ley que genera un quiebre Institucional grave. ¿Con qué objetivo?
Los errores más comunes que cometemos en los análisis políticos son los reduccionismos devenidos de prácticas políticas obsoletas, de visiones ideológicas y filosóficas llevadas hasta el dogmatismo, que impiden ver la movilidad, versatilidad y particularidad del ser y estar de los acontecimientos sociales.
Cuán cierto es que muchos viendo, no ven; y oyendo, no escuchan. Aun estando despiertos. ¿Se han obscurecido sus conciencias? ¿Y qué tan dormidas están? Por un lado, la necesidad de sobrevivir prioriza –y con justa razón- el bolsillo. Y no es que la mayoría de la gente piense en la plata; la necesitan para vivir. Porque tenemos objetivos, propósitos y deseos de una mejor calidad de vida; de seguridad, progreso y bienestar.
Asistimos a fenómenos nunca vistos en Argentina. Se han derrumbado los cánones pretendidamente sociales y pretendidamente compartidos de la cultura, la política y la moralidad. No podemos afirmar con honestidad que, al constituirnos como Nación desde la Revolución de Mayo, llegamos a un País con una identidad definida.
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