Miércoles, 27 Noviembre 2024

Humanos o inhumanos

Publicado el Jueves, 26 Octubre 2023 08:25 Escrito por

Este mundo, esta sociedad argentina, las personas y a veces las propias familias, están tan materializados, que hipócritamente llevan una doble vida porque no se puede, no se resiste, vivir sin alguna autenticidad. “¿Quién le da una piedra a su hijo si les pide pan? ¿O una culebra si le pide pescado? (…) Si Ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos…”

La Ley sujeta a los hombres con argollas de hierro, para que el mal deseo que merodea en los corazones, no se disperse salvajemente en la vida y nos pierda en el abismo. No se trata de la Ley o del Estado como necesidad, como el Leviatán de Hobbes, porque según él “el hombre es lobo para el hombre”. Tampoco se trata del “temor y miedo a la muerte por desacato o resistencia”, como la alegoría del amo y el esclavo de Hegel –la fuerza como base de la autoridad-; mucho menos de la libertad absoluta del “dejar hacer y dejar pasar” del Neoliberalismo Capitalista, pregonero de una falsa libertad que esclaviza al hombre en su propio deseo ilimitado e individualista. 

“No. No aceptes lo habitual como cosa natural. Porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar”.

Bertolt Brecht

Se trata de lograr la hegemonía de normas que regulen la convivencia social con justicia y solidaridad, y si faltan a ello, establecerla, porque somos corresponsables todos de todos. Sin Estado, no hay Ley; sin Ley, no hay libertad para vivir con dignidad. Mientras haya democracia, participación, ideas, creatividad y debate, una sociedad justa y saludable será posible.

Como priman las emociones, los enojos, las frustraciones, las ambiciones, y bien dicen “la necesidad, que tiene cara de hereje”, esa primacía del mal deseo, de descargar la ira, la impotencia, buscando culpables o chivos expiatorios para aliviar lo que en el fondo es una falta de valentía, de sentido de la vida y de una angustia existencial no reconocida, una justificación o mala fe de no atreverse y responsabilizarse, todo eso nos deshumaniza como personas, vuelve objetos a los otros, negando que en realidad somos delicados seres humanos, tan frágiles que podemos rompernos.

Somos lo que hacemos de nosotros mismos, y fuera de nuestra historia de limitaciones y desventajas, de sufrimientos y dolores gratuitos, somos lo que dejamos que otros hagan con nosotros. Si en la calle, en el comercio, en el transporte, en la fábrica o en las instituciones, nos tratan como objetos y nos deshumanizan, no tenemos que permitirlo. Porque es considerarnos sin espíritu, sin alma, sin humanidad alguna en ese maltrato; envolviéndonos con malas ideas, malos ejemplos, condicionándonos… y así nos materializan. Volvemos entonces a nuestros hogares y ponemos en práctica la hipocresía de que somos humanos y en realidad nos hemos vuelto inhumanos.

Fue una tremenda desazón y sufrimiento escuchar del proselitismo consciente de un colectivero que les decía a los jubilados y a todo pasajero mayor que subía al vehículo, que lo mejor era romper al Estado y cambiar todo porque la privatización es la mejor garantía de una vida mejor; es una gran desazón escuchar a trabajadores de fábrica que, aun trabajando ocho a catorce horas y tratados muchos inhumanamente, pretenden un cambio violento persiguiendo culpables abstractos cuando en realidad los dueños de esos medios de producción son los principales responsables, amén de sus sirvientes políticos que también son culpables; es una gran desazón que empleados públicos con esporádicos aumentos salariales y empleados gubernamentales lo crean igualmente, sin detenerse a pensar que son los primeros prescindibles, ya que nadie tiene asegurado ni el trabajo ni la vida, menos aún sin derechos que los protejan; es una gran desazón que fieles y piadosos creyentes, aun también escuchando discursos de odio y violencia, crean que Dios justifica por cualquier razón la maldad; y por último, es una gran desazón que muchos jóvenes y viejos, de distintas clases sociales, se nieguen a debatir, a estar abiertos a un pensamiento crítico para crecer como persona, ilusionados por el propio espejo de sus deseos, odios y frustraciones, alimentados en redes sociales como si fuese un simple juego. Pero no es un juego. Es la vida de la propia vida y la vida de la Comunidad. 

“Nada resulta tan deshumanizador como la ausencia de contacto humano”

 Nelson Mandela

No podemos dejar que la gente sufra. Que sienta temor, que viva angustiada. Que se diluya toda humanidad. Elijamos el Bien.

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