Pronto se vio envuelto en el ambiente artístico porteño, destacándose en el famoso conjunto folklórico de los Hermanos Abrodos que lanzaron la bellísima “Zamba para una ausencia” y “Gato encadenado”; era la primera voz de ese grupo tradicional en tiempos en que la radio era el único medio de difusión masiva, donde se actuaba en vivo y el público participaba con vivas y aplausos; la discografía se resumía a los discos de pasta y, luego, a los sencillos con apenas cuatro temas. Además tuvo cruces vocales inolvidables con figuras como Remberto del Rosario Narváez y Abel Visconti; su versatilidad y profesionalismo lo ha llevado a cultivar géneros como el tango (es un confeso devoto de Carlos Gardel), joropos, chamarritas y chamamés.
Su proyección como solista es -en la actualidad- sumamente rica y vasta; hasta hace muy poco tiempo tuvo presentaciones en Junín (Buenos Aires) y en el mítico Boliche Don Miranda de nuestra Calle Angosta, y la afluencia del público que lo admira se convierte en un fenómeno poco común. Y esta 34º edición de la Fiesta de la Calle Angosta no será la excepción para maravillarse con la solvencia artística del gran Enrique Espinosa.