Lunes, 29 Abril 2024
Marcelo García

Marcelo García

Las dificultades económicas del país y las condiciones cada vez más restrictivas para acceder a créditos o subsidios estatales están poniendo en riesgo una forma de producción cinematográfica que venía desarrollándose con buenos resultados desde hace años. Frente a una situación cada vez más complicada, los cineastas empiezan a pensar alternativas para llevar adelante sus proyectos. “No hay que perder de vista que la Argentina tiene, a pesar de todas las crisis, un valor cultural que se ve reflejado en la cantidad de actores y de gente que a pesar de todo hace cosas”, dice la actriz y cineasta María Alché, quien acaba de competir en el Festival de Locarno con su ópera prima, Familia sumergida. La protagonista de La niña santa, de Lucrecia Martel, que ya había competido en el certamen suizo en 2015 con su corto Gulliver, piensa que “en Buenos Aires hay cientos de actores que hacen obras de teatro a pesar de todo. Una de las claves en estos tiempos es que el cine se una a esas fuerzas y tome ese capital humano, esas poéticas y esa necesidad de expresarse a pesar de todo. Hay que pensar colectiva y creativamente. Debemos unirnos para que no nos arrastren las dificultades”. 

Para el productor Nicolás Batlle (Hacerme feriante, El patrón) “la cantidad de producciones no bajará, por más que el Incaa no apoye. Esto lo digo con alegría, porque veo que mis alumnos van a filmar igual. No los para nadie. Puede haber crisis de espectadores y financiamiento, pero con la tradición y el nivel de formación que tenemos es imposible que el cine argentino se frene, hagan lo que hagan”. Sin embargo, Batlle está preocupado por “el achicamiento de los días de rodaje de una película, porque indefectiblemente afecta a la calidad. Se estaría pauperizando la producción. Desde el cine independiente debemos recurrir al financiamiento externo a través de coproducciones y fondos internacionales. Hoy una película cien por cien nacional es inviable”.

Fuente: Pagina 12.

En el día de ayer, el Senado de la Nación votó la ley de legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. El máximo cuerpo legislativo se opuso al proyecto de despenalización. En las puertas, militantes de un sector y otro se manifestaron a favor o en contra de dicho proyecto. Unos eligieron el color verde y otros el celeste.

Algunos festejaron, otros se cargaron de frustración y enojo. Paciencia. Cuando la historia de la conquista de derechos se pone en marcha, es muy dificil que instituciones conservadoras puedan servir de dique de contensión de los derechos sociales por mucho tiempo.

Debemos entender que estas discusiones ponen sobre el imaginario social temáticas que son necesario discutir, ya que cruzan transversalmente los estratos sociales. Es importante destacar el rol de los partidos políticos. Ninguno pudo garantizar el alineamiento vertical de sus representantes y votar en consecuencia, excepto honrosas (y meritorias) excepciones. Al igual que en la cámara de diputados, los partidos políticos tuvieron que convivir con integrantes que votaban tanto afirmativa como negativamente. Se podría decir que se priorizó la convicción personal por sobre los mandatos políticos-partidarios. 

Otra cuestión positiva me parece importante recalcar: Nadie puede cuestionar ya el papel del movimiento feminista en la escena política actual. Todos los dirigentes y sectores con representación política deberán mirar y buscar encauzar esa gran marea de jóvenes mujeres que lograron instalar una discusión en toda la comunidad, que indudablemente necesita tener aún mayor representatividad institucional.

El rol de la Iglesia católica la pone en un lugar central en la que la milenaria institución parece no sentirse del todo cómoda. Tanto su accionar en las últimas épocas, sus dogmas y principalmente su financiamiento, están en boca de casi todos los ciudadanos. Haber manifestado su postura "Pro-Vida" de manera tan explícita seguramente va a traer a la larga más dolores de cabeza que satisfacciones, para una institución que en un mundo que avanza, parece poseer su mayor capital en el ala conservadora de la sociedad.

En cuando al papel de los senadores puntanos, tanto Adolfo Rodriguez Saá como Claudio Poggi coincidieron en el rechazo al Proyecto venido de diputados. La tercera en cuestión, estuvo ausente en la votación dejando entreveer que su voto no estaba en concordancia con llo expresado por sus colegas. Esta duda quedará en la memoria de todos. 

Quizás como ciudadanos de esta comunidad Mercedina, deberíamos exigir a nuestros representantes que manifiesten sus posturas al respecto de problemáticas tan sensibles como esta que motiva esta nota. No asistimos a demasiadas definiciones al respecto, solo la de algunos concejales, que manifestaron la misma en las sesiones del recinto. Pareciera que a otros estos temas espinosos y polémicos los asustan. No quieren quedar mal con nadie. No jugarse por nada. Ser especuladores y caminar por " la ancha avenida del medio". En una sociedad que avanza a pasos agigantados , día a día nos encontramos ante situaciones que nos exigen definiciones. Definiciones que la dirigencia política debe sar y actuar en consecuencia. Esta es la nueva exigencia de la sociedad, tratemos de estar a la altura o durmamos plácidamente bajo el manto del conservadurismo.

La Justicia de nuestro país está pasando por un momento de decadencia que nos hace al menos, preocupar. El Poder  Judicial, parece, como sucedió a fines del Siglo XX con las instituciones políticas, estar viviendo un momento de crisis terminal.

Si concebimos la sociedad como un contrato o acuerdo para vivir en comunidad, debemos ver por lo tanto, en qué o en quienes dejamos reposar el “poder” de decidir por sobre los demás. En nuestro caso como país presidencialista, esta capacidad recae sobre el Presidente de la Nación. Por lo que entonces coincidimos que al momento de ceder el poder en algún sector o individuo la cuestión implica la concepción implícita de estar, al mismo tiempo, estableciendo reglas de juego claras y acatadas por la mayoría de la sociedad. Como una parte importantísima de este esquema, que la justicia funcione correctamente  es el deseo de todos los ciudadanos de este país. Todos pretendemos que el principio de igualdad ante la ley sea al menos, respetado. En el marco de esta Justicia Show de estos días cada uno de los derechos que constantemente una sociedad debería buscar y consolidar, se convierten en meras declamaciones vacías y sin sentido.

Cómo debemos reaccionar cuando la justicia, un órgano central de poder gubernamental es una parte más de un proyecto político-económico sectorial que está perjudicando claramente a otro sector? Qué sucede cuando un gobierno desequilibra y rompe este contrato social entre las personas?  Cuál es la salida para una población defraudada que ve diariamente el deterioro permanente de su nivel de vida en pos del enriquecimiento de los “otros”, valiéndose del gobierno y sus políticas públicas para beneficio propio?

Este gobierno busca erosionar el contrato social que mantiene el pueblo argentino unido. El mismo que consolidó a lo largo de 200 años de independencia, características culturales y sociales únicas. Frente a sectores que desde ese lejano comienzo como nación, pretendieron una patria chiquita, para pocos. La dirigencia argentina debe levantar la nariz de las miserias momentáneas y convencerse que  este no un país chiquito para aquellos que como buenos hijos del neoliberalismo, creen en el individualismo y la autogestión.

Marcelo Garcia

 

La propia figurita santificada de CAMBIEMOS lo había dicho en campaña: “Cambiamos futuro por pasado”. Seguramente esta equivocación discursiva pudo haber sido la única verdad que salió de los labios de María Eugenia Vidal en todos estos años.

Tanto las actuales denuncias de fraude en la recaudación de las campañas electorales de este sector político, como así también la increíble cantidad de promesas que quedaron en la nada, nos llevan a recordar las oscuras épocas de fraude electoral de la Década Infame a comienzos de la década del ‘30. Momento de nuestra nación en el que la Oligarquía del campo pretendía imponer su idea de país mediante la sistemática implementación del fraude electoral y la represión militar. Les resulta conocido?.

El FMI , uno de los grandes causantes de las mayores desgracias del pueblo argentino vuelve a tener oficina en nuestro país. La titular del ente, Cristine Lagarde sirvió de estrella estelar a la última conferencia del ex TN Nicolás Dujovne, un Ministro de Economía cuyo único logro en su curriculum era tomar Whisky en un programa de TV. Otro retorno al pasado, pero sin Tato Bores los domingos, haciendo chistes al respecto.

En su último mensaje desde Campo de Mayo, Mauricio Macri nos coloca nuevamente en el pasado. La intención de volver a situar a las Fuerzas Armadas de la Nación en las calles, con autorización para actuar en cuestiones de seguridad interna, fue la esencia de los anuncios. Hace falta, después de 35 años de democracia explicar lo que esto significa? 

Al apoyar su gestión en dos sectores del poder político, el sector agro-exportador y financiero ( que siempre en nuestra historia, han sido socios y cómplices) faltaba la consolidación de la tercera pata: el sector de poder encargado de mantener el “orden” en la sociedad. Ante la implementación de políticas neoliberales de achicamiento del estado, devaluación, destrucción de la Industria Argentina y caída del salario y aumento de la desocupación, las Fuerzas Armadas serían, en la estrategia macrista, las encargadas de asumir ese rol.

Fraude Electoral, sumado al regreso del Fondo Monetario en el manejo de las cuentas públicas y las Fuerzas Armadas en las calles parece más un viaje a un oscuro pasado, que una revolución de la alegría.

Marcelo Garcia


En un principio, es indudable que la relación entre Perón y los militares era buena, sobre todo si entendemos que su llegada al gobierno y puntualmente a la Secretaría de Trabajo y Previsión social se da en el marco de un Golpe Militar. Al momento de enfrentar las elecciones, en el seno del Ejercito Perón contaba con un pequeño grupo que lo apoyaba, un grupo de antiperonistas, pero un importante sector que priorizaba la preservación de la moral de la fuerza, que esta debía permanecer ajena a las implicancias políticas. Una vez llegado a la presidencia, integrantes encumbrados del ejército argentino cercanos a Perón integraron algunos sectores claves relacionados con áreas importantes del desarrollo energético del país. El fortalecimiento de una industria armamentística nacional que la dotara de mejor armamento era un interés conjunto del Gobierno y las Fuerzas Armadas. Hacia fines de la década del ’40 la relación entre militares y Perón eran de respeto mutuo. En 1949, en una profunda crisis económica que atravesó el país, la relación comienza a mostrar grietas. Por un lado, enfrentamientos políticos y económicos entre el asesor económico presidencial Miranda y el ministro de Guerra Sosa Molina. La reforma constitucional del ‘49, que permitía entre otras cuestiones, la reelección de Perón, marcó a fuego el comienzo del deterioro de la relación Perón-Ejército. El posterior interés de sumar al proyecto peronista a distintas instituciones de carácter no político estaban direccionadas en el mismo sentido, lo que sumado al enfrentamiento y censura a los medios de comunicación opositores continuó tensando el trato.
Perón siempre manifestó la unidad de concepción entre los pensamientos justicialistas y los militares, en relación a la doctrina nacional. Pero ante la posibilidad de reelección de Perón, se comienza a pergeñar desde sectores opositores la posibilidad de que alguna manera no democrática pudiese terminar con otros seis años de gobierno peronista. Allí son determinantes los militares retirados, los intelectuales militares, los cargos superiores de las escuelas militares y navales de Buenos Aires. Un intento de golpe de estado, dirigido por el General Menéndez el 28 de agosto de 1951 y la posterior purga militar y la declaración del Estado de Guerra Interna lo demostraron. Luego de la elección que consagraría a Perón, se llevó a cabo un segundo levantamiento, encabezado por el Coronel José Suarez.

Los hechos de la semana pasada nos pusieron a todos a pensar. Algunos en los créditos, otros en el sueldo, otros en las tarifas otros (los menos) en los buenos dividendos que consiguieron con los vaivenes económicos recientes.

Un país con 35 años de democracia, debería reflexionar de otra manera. De la Dictadura hacia acá, sabemos bien que la grieta entre el pueblo y la oligarquía siempre existió. Con características propias y diferenciadas respecto a, por citar alguna, la oligarquía de fines del Siglo 19. Supongamos también que los intereses de unos y otros son genuinos. Ahora bien.

Entiende la sociedad argentina del peligro que significa para el conjunto poner a esa oligarquía egoísta al frente de los destinos de la patria?

Efectivamente en algunas cosas son muchos más efectivos que las organizaciones populares, los partidos políticos y los demás actores del todo social. No se preocupan por la historia, los sentimientos, las ideologías. Son un equipo bien articulado de comerciantes dispuestos a hacer negocios. Entre bueyes no hay cornadas.

Natalio Botana, politólogo argentino en las antípodas de mi pensamiento, da esta definición inicial de qué es la oligarquía. Realmente podemos dejarla del lado al momento de categorizar al actual gobierno argentino?.

“Hay oligarquía cuando un pequeño número de actores se apropia de los resortes fundamentales del poder y además está localizado en una posición privilegiada en la escala de la estratificación social.”

Por eso el título del artículo, la grieta existe y la debemos profundizar. Entre los que somos pueblo, los que queremos un país hermanado, pacificado y solidario que quiere y respeta al otro, al vecino, al compatriota. No un país sumergido en la pobreza y el individualismo de una oligarquía adicta a la especulación financiera.

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