El mamarracho odioso
Los jardines de infantes están llenos de sublimes obras de arte, a las que mal llamamos «mamarrachos»; el uso de la palabra o las palabras tiene un contenido muy significativo, por lo que la poesía ha hecho un arte de ella y ha despertado la admiración por siglos.
Sin embargo, la palabra como entidad parece entrar en decadencia cuando, por ejemplo, escuchamos letras (pongámosle así, genéricamente) de canciones que todo lo que dicen es pum, pum , pum o expresiones por el estilo más cercanas a la vulgaridad y a la bizarría que no como concepto puro.
En fin, uno puede estar de acuerdo o no y aceptarlo aunque no lo comparta, y eso es parte del juego; pero cuando la palabra se adecua a la realidad trata de buscar definiciones, o sea que una expresión diga de la manera más sana y objetiva posible lo que es, lo que está pasando.
Y la cuestión es que – tiempo más, tiempo menos- aparentemente nos vamos acercando al universo de todo lo que nos está ocurriendo. Coincido en que podés dártela de artista con la tuya, cambiar el sentido de una canción o plagiar un libro, pero llegar a donde hemos llegado da la sensación de ¡basta!
Son muchas las cosas que ocurren, algunas conocidas y otras no tanto; como que los brasucas comunistas nos traigan gas cuando en la República Argentina se ventea diariamente el 85% a la hora de producir derivados del petróleo (vean las chimeneas con fuego en Luján de Cuyo, por citar un lugar).
Cosas como desobedecer la orden judicial de liberar alimentos a los comedores interponiendo un recurso legal da cuentas deliberadamente del perjuicio que quieren causar; es fácil invocar anteriores procedimientos espurios y siempre echarle la culpa al otro o payasadas de esa calaña, pero ya vamos llegando a tope.
Y, posta, esto no está bueno. Entiendo y acepto muchísimos errores como la condición de ñoquis que terminó diseminándose en todo el estrato del empleo público, la entrega de subsidios sin retorno ni explicación, las ayudas sociales que paralizan la actividad productiva y otros chanchullos pero me atrevo a decir que sólo una persona (alguna más también, seguramente) tiene el traste lo suficientemente limpio para que -aún sin fueros- no haya terminado donde muchos quieren por odio a su capacidad, a su liderazgo e inteligencia.
Fijate que la casta que iba a pagar la fiesta anda intentando un nuevo aumento en la legislatura, fijate que el sábado pasado dijo que iba a bajar los impuestos y por decreto vuelve a aumentar el combustible ya por no sé qué número de vez.
Todo un mamarracho, un mamarracho odioso.
¿Puede ser que un puñado de soretes puedan colapsar la cloaca?
¿Puede ser que haya tanto desinterés, despreocupación, indiferencia y justificación de lo injustificable?
No sé, fijate; tal vez debamos hacer algo.