Martes, 05 Noviembre 2024

Es la política, aunque parezca derecho

Publicado el Sábado, 27 Agosto 2022 08:26 Escrito por Juan Chaneton* (para La Tecl@ Eñe)

Vienen por ustedes, dijo Cristina Fernández en referencia a los derechos adquiridos por los más desposeídos. Vienen a disciplinar, y cuentan para ello con un entramado mediático monopólico y con el poder judicial. Esa es la «anomalía» que interpela a los trabajadores y a un eventual futuro gobierno que quiera ser del pueblo y de los trabajadores.

Afrontar las consecuencias de vivir en un sistema político de democracia de baja intensidad puede ser una estrategia de poder válida siempre que se tenga en mira un proyecto de país diferente al que se fue configurando al amparo, precisamente, de esa democracia «light» que es preciso superar.

El significante «estrategia de poder» deviene apropiado aquí, pues lo que está en juego no es la humedad en la medianera y la consiguiente pelea entre vecinos, sino la eterna negación del derecho a la vida a los sectores pobres y marginados de la sociedad junto a otro derecho: la libertad de las personas que se proponen hacer de la política el instrumento para superar, precisamente, aquella injusticia que es inadmisible no sólo porque implica violencia y la opción de defenderse de esa violencia, sino también porque, para reproducirse como violencia y como injusticia clasista requiere, en un escenario global interdependiente, subordinar la soberanía del Estado nacional a las agendas geopolíticas y geoestratégicas diseñadas por otros en otra parte del mundo.

El designio de excluir a Cristina Kirchner de la competencia electoral se veía venir y ahora ya empieza a reverberar en el borde del sistema político como silueta espectral que amenaza configurarse en modo tangible y sólido y funcional al designio de una derecha ideológica que actúa en la Argentina en coincidencia con otras derechas  continentales y aun mundiales que hallan  en el poder judicial la herramienta sustitutiva de lo que ayer era la dictadura militar o la lisa y llana eliminación física del liderazgo «anómalo» vivido como peligro antisistémico.

Afrontar las reglas de una democracia falsificada implica, en primer lugar, no «huir ante la primera citación» como hacen los macristas (Arribas, Rodríguez Simón), según denunció la ex Presidenta. También implica defenderse dentro del estrecho margen que deja al acusado un procedimiento penal manipulado inicuamente por jueces y fiscales. Así, el pueblo que está en condiciones de atender  a la parodia de juicio que se ha montado en el Tribunal Oral Federal N° 2 ha podido también tomar nota de hechos relevantes.

Por caso, si es cierto (y parece que lo es) que algunos contratos de obra pública imponían a la empresa constructora la obligación de financiar la obra, ¿cómo es posible que Luciani no haya visto el DNU (que FIRMÓ GABRIELA MICHETTI Y NO MACRI), en el cual se nulificaba esa obligación empresarial y, como sustituto, el Estado «ponía» de su bolsillo 40 mil millones de pesos para realizar la obra de marras? Esa plata la debía oblar, según contrato, la empresa y no el Estado. Se trata del soterramiento del ferrocarril Sarmiento.

También en esa línea, un contrato de locación prueba que alguien alquila y que otro paga por ese alquiler; pero no prueba que locador y locatario sean socios. Y un contrato de compraventa prueba que alguien vende y que otro compra; pero no prueba que vendedor y comprador sean socios. La existencia de una sociedad se prueba mediante el contrato de sociedad. Esto es lo que  el fiscal Luciani seguramente debe de saber pero hace el desdoroso papel de aparentar no saberlo porque las instrucciones que lo condicionan (o las presiones que recibe) lo obliga a  acusar a como dé lugar, aunque sea sin pruebas.

También se sabe ahora lo que antes se sospechaba: «Pararon lo de López cuando en la punta del ovillo aparecieron los macristas. Eran ellos los dueños de los 9 millones de dólares», Cristina dixit.

Por esto y por todo lo demás, es un extemporáneo despropósito salir a mentar el indulto a  Cristina. Cristina no cometió ningún delito. Cristina «perdonada» es el trofeo que ansía la derecha. No son lecturas leguleyas las que hacen falta cuando la historia quema. Pero no es casual que se apele a esas lecturas. No es la verdad la que habla aquí, sino el «régimen de verdad» que el «dispositivo» académico produce. Es la ideología del «encierro» a varias puntas.   Pues es, también, pretender encerrar en el derecho lo que nada tiene de jurídico. Ese encierro es vivido por los que lo padecen como garantía de que nada se desmadrará y de que seguiremos  andando sobre seguro, sobre una seguridad de la que no disfrutan, por cierto, los que tal vez se estén preparando, aun sin saberlo, para «otro 17». La política es demasiado trascendente como para dejarla en manos de los abogados, excepción hecha de Lenín y de Fidel Castro, claro, pero ellos, como abogados, fueron unos buenos políticos.

Y ahí esta AMLO, sin la melena al viento, ni el puro en la boca, ni el traje verde olivo que lo transfiguraría en lo que no es, sino, más bien, con el porte y la parada de un empleado de oficina, pero cuando habla, cuando dice su gesto y su palabra, cuando calla, cuando expresa y cuando actúa … ahí aflora el «ereignis» heideggeriano, ahí está el hecho, el acontecimiento que lo eleva al tope del podio en el que figuran los revolucionarios en contexto. López Obrador, el presidente de México,  acaba de denunciar, junto a sus colegas Arce, Petro y Alberto Fernández, que el poder judicial de la Argentina le da la razón al Informe de la relatoría especial de las naciones unidas de 2019 que cuestionaba la independencia de los jueces involucrados en causas contra CFK.

En suma, no se puede gobernar la Argentina cuando gobernar es ajustar a sangre y fuego. Salvo que Cristina no exista más, proscripción mediante, pues con ella enfrente y en la calle, todo verdor perecerá, sobre todo cuando ese verde es la holganza y el placer de vivir para una caterva de oligarcas, y dolor y sinfuturo para niños, niñas, adolescentes, jóvenes y viejos/as que también son argentinos o, mejor, que son los que ponen el sacrificio cuando hay que defender a la Argentina.

Vienen por ustedes, dijo Cristina, y con ese «ustedes» se refería «ellos», a los que acabo de enumerar. Vienen a disciplinar, y cuentan para eso con un entramado mediático monopólico y con el poder judicial. Y esa es la «anomalía» que interpela al pueblo, a los trabajadores y a un eventual futuro gobierno que quiera ser del pueblo y de los trabajadores.

Ahora bien, de la perversidad de clase de la derecha nada nuevo hay para decir. Salvo que, con enemigos como esos, no se discute, se los neutraliza para que no puedan seguir haciendo daño. De eso se trata.

Y así, el «conflicto jurídico» exigía, con toda evidencia, su puesta en clave política. Ahora las cosas se van nitidificando, valga la espantosa palabreja  que acabo de perpetrar.  Ahora son «ellos» contra «nosotros», y la hipocresía empieza a perecer. Ellos son Lorenzetti, Rosatti y las asociaciones de «magistrados», que se hacen eco, a coro, de los «peligros» que afronta esa «justicia» que un fiscal ignaro y una alzada «borinskiana» se aprestan a cebar en la persona de la dirigente política que expresa todo lo que ellos detestan, y que detestan con razón pues esa dirigente política es, más allá de si ella lo quiere así o no, el «acontecimiento» con virtualidad suficiente como para avivar la llama mortecina que, si fuera incendio, quemaría -qué duda cabe-  los privilegios de esos pocos que el poder judicial  tutela contra los muchos que claman, aun sin saberlo del todo, por la vindicadora ordalía popular que, en todas la épocas históricas, ha sido el umbral de avances, de progresos, de justicias sin comillas.

Pero para que los movimientos telúricos de la política sean eficaces en clave obrera, popular y soberana, es imprescindible comenzar a desbrozar la maraña que impide abrir, en la tupida selva de los personalismos inconducentes, las picadas que conducen a una indispensable condución política unificada del conflicto social. De no, el fracaso será el próximo puerto de arribo.

Alguien tiene que convocar a la emergencia, en los conurbanos, de una alternativa unitaria y democrática que exprese, en el nivel político, la alianza de clase de los trabajadores y el pueblo y que, simultáneamente, no asuste a la clase media sino que también la convoque a vivir mejor en un país soberano, industrializado y con calidad de vida para todos. Las utopías, en este siglo, juegan su actualidad y persistencia, en el escenario global. Éste y lo que en él acontece, también forman parte del programa.

Buenos Aires, 26 de agosto de 2022.

*Abogado, periodista y escritor.

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