Martes, 05 Noviembre 2024

Naturalizar la injusticia es perversión

Publicado el Domingo, 30 Julio 2023 11:46 Escrito por

“La indiferencia, la resignación y el no involucramiento ¿también lo son? La utopía posible.”

Naturalizar algo, es considerar que viene de la Naturaleza. Que la Naturaleza lo origina, y no cabe más posibilidad que aceptarlo, siendo imposible cambiarlo. Como la muerte.

Pero lo que hace el hombre, no es natural. Al contrario, suele ir contra de la Naturaleza en nombre de la misma Naturaleza. Se naturalizan acciones y consecuencias que no son naturales, sino construidas por los hombres, pero debido a las consecuencias que originan, tienen que justificarlas. Y así, históricamente, se han justificado grandes tropelías y abusos como la esclavitud, el apartheid, el patriarcado, todo en nombre del orden natural, divino, por Razón de Estado, etc. Y de allí viene la perversión.  Está ante nuestros ojos y la negamos. La pobreza, la desigualdad, las guerras, la contaminación, no son naturales. Tampoco lo es la Economía, que en realidad es Política; política de generación y distribución de recursos para la supervivencia.

Se ha llegado a la perversión de naturalizar que la Economía capitalista es el mejor modo de producción económica. Y no lo es de ningún modo. Es sólo es un modo de desarrollar la Economía. En realidad, un mecanismo egoísta de la Economía. Porque la producción, el intercambio, el comercio, el trabajo entre otras acciones que hace el hombre para subsistir involucrando a la sociedad, es Economía Política, pero no necesariamente Capitalismo. En éste, el hombre está al servicio de la producción de riqueza para unos pocos y no la producción y distribución de la riqueza al servicio del bienestar para toda la sociedad.

La perversión es la desnaturalizacion del instinto y del comportamiento natural esperado. Pero también lo es naturalizar determinadas acciones y creaciones humanas que no son naturales, pero que necesitan justificarse para conseguir fines –a no dudarlo- egoístas. Cómo será de perverso, inhumano y tentador este mecanismo egoísta de la Economía llamado Capitalismo que comenzó a desarrollarse velozmente a partir de los teóricos de la “Ciencia de la Desesperación”, como llamó Carlyle  a la Economía Política –Citados por J. Kenneth Galbraith-, y a los padres de ese mecanismo de la Economía, como Adam Smith (Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones), que consideraba que el mejor modo de producir riqueza es la competencia y el mercado, sin intervención del Estado –que sin embargo representa a toda la población-; estableciendo la llamada “Ley de bronce del Salario”, que sostiene que los salarios para no romper el Sistema, deben ser necesariamente de subsistencia, y que no pueden aumentar más allá del nivel mínimo necesario para la supervivencia de la especie;  ni más de eso ni menos de eso, ya que el trabajo tiene un precio natural –el que  los trabajadores necesitan mínimamente para vivir- y el precio del mercado; Esa autodenominada ley económica, sigue vigente en la actualidad.

Thomas Malthus (Ensayo sobre la Población), argumentaba que la cantidad de gente que puede vivir en el mundo está limitada por la cantidad de gente que puede ser alimentada, y proponía sin ningún empacho la disminución de la población, ya sea por normas morales o vicios, y en el caso de que hubiese un excedente de población habría que limitarla.

Thomas Malthus (Ensayo sobre la Población), argumentaba que la cantidad de gente que puede vivir en el mundo está limitada por la cantidad de gente que puede ser alimentada, y proponía sin ningún empacho la disminución de la población, ya sea por normas morales o vicios, y en el caso de que hubiese un excedente de población habría que limitarla. David Ricardo (Principios de Economía Politica y Tributación), al respecto hablaba de que la población se regula a sí misma de acuerdo al aumento o disminución del Capital. Para él los salarios y los beneficios están en contradicción respecto a la producción, que genera ganancias, y que un aumento de los beneficios equivale necesariamente a una reducción de los salarios.

Todos estos “Economistas del Desespero”, no conciben a la Economía Política nada más como el desarrollo del Capital y nada más que del Capital. Que es lo mismo que el desarrollo del dinero y nada más que del dinero. O sea, la búsqueda de la rentabilidad infinita –o ganancia infinita- como el fin de la felicidad del hombre en general, lo cual falta a la verdad, porque lleva a la “felicidad del dinero” sólo a unos pocos, ya que la doctrina misma del Capital exige que sí o sí haya desigualdad, que la renta o ganancia no sea para todos, y que haya una libertad individual absoluta para lograr dinero.

Aristóteles ya pensaba en la época de los griegos, que los esclavos eran necesarios, que eran parte de la “organización natural” de la sociedad, y que los campesinos y artesanos libres, tendrían que recibir una parte de la renta del conjunto de la riqueza que producían los dueños de la tierra, claro que esto no sucedía debido a la tajante estratificación social. Y, además, no se podía establecer la división social sin convencer a los demás hombres –por las creencias, la fuerza, la razón y hoy por la ideología-  de que esta “disposición natural” necesitaba de la necesaria desigualdad. Los tiempos han cambiado, pero la desigualdad, más compleja, profunda y siempre tratando de invisibilizarse, permitiendo el Poder, sigue vigente. Michel Foucault decía que “el poder, cuanto más invisible, es más eficiente”.

El problema del olvido de lo humano, es moral. Y esta es una sociedad totalmente inmoral e inhumana. Porque después de la consagración de los Derechos del Hombre, de las libertades y garantías individuales, de la Democracia, seguimos justificando y aceptando la desigualdad, la pobreza, países ricos y países pobres, y cuando la promovemos –como muchos hacen ahora- es perversión. Porque no se trata de la administración de la Economía Política, sino de una determinada Economía Política establecida por grupos de poder nativos y extranjeros, corporaciones y grupos que en los países que manejan la Economía, el Estado, los Medios de Comunicación y la Producción. Todos los pueblos en el mundo trabajan. Pero no nos olvidemos del histórico saqueo colonialista de Europa y el actual de los países ricos que continúan empobreciendo a la población mundial, considerándose ahora dueños de los recursos naturales del resto del mundo, porque el problema acuciante para ellos y para nosotros es la comida y las materias primas para su tecnología.

Los mentirosos Economistas que escuchamos a diario, inclusive los que recibieron Premios Nobel como el monetarista Milton Friedman (Capitalismo y Libertad), hablan de Leyes Económicas como si fuesen Leyes de la Naturaleza, planteando que solamente el libre mercado garantiza la libertad de los individuos, dejando la educación y la salud –por ejemplo- en manos de la libre competencia. Son técnicos del funcionamiento del Capitalismo. Su teoría –hoy discutible- está al servicio de la producción del dinero a cualquier costo, y no del bienestar social. No hay que engañarse.

Los mentirosos Economistas que escuchamos a diario, inclusive los que recibieron Premios Nobel como el monetarista Milton Friedman (Capitalismo y Libertad), hablan de Leyes Económicas como si fuesen Leyes de la Naturaleza.

La Política Económica que conciben estos técnicos de la producción del dinero se mueve dentro de la libertad absoluta para lograrlo, que sería el único modo de satisfacer necesidades infinitas como dicen, ante los recursos limitados, como pretenden convencer a la población. Hoy, la fábrica no está considerada como una fuente de trabajo –nunca lo fue-, sino un negocio de dinero. Y hay que convencer con eso a los demás, porque sin convencimiento por necesidad habría desacato general. Argumentan, también, que no hay otra Economía posible fuera del mecanismo económico capitalista. Pero la proyección de su desarrollo, está llevando a una gran concentración mundial de la riqueza en unos pocos –inclusive fuera de los países ricos como está sucediendo con las Comunicaciones para eludir impuestos- y a una creciente masa infinita de pobres y desempleados, con la preeminencia de la mentira para la dominación económica mundial a través del gran negocio de las guerras –Ucrania, Libia, Siria, Sudán-, el endeudamiento externo, los descarnados muros de odio –el apartheid entre palestinos e israelíes, el apartheid con los indigentes, pobres, villeros y beneficiarios de planes sociales en argentina-, los golpes parlamentarios blandos en Latinoamérica -Paraguay, Perú, Ecuador-, el autoritarismo de la muerte que difunden como solución los ricos y sus lacayos disfrazados de populares, son todos malos ejemplos que hablan de la perversión de la Politica, de la Economía, y de un futuro incierto.

No hay humanidad. Hay perversión en los dueños del Poder real y en la complicidad consciente de sectores complacientes por migajas que han perdido su dignidad. Una de las justificaciones es naturalizar la Economía, sosteniendo al individualismo, queriendo sortear como lógico “la muerte y los impuestos” como libertad de oportunidades y verdadera libertad; cuando las mismas oportunidades no existen, pero es pensamiento común de los que han nacido con riqueza o privilegios. También sostienen el pensamiento contradictorio de que siempre el Estado es deficitario, porque para ellos sólo lo privado genera superávit y ganancia, ya que lo público está mal administrado por políticos corruptos –lo cual es cierto, pero generalizando todo lo que sea público, estatal y popular- en realidad, todos “Sentidos Comunes” creados para que lleguen a las mentes débiles que no son críticas, que no piensan, cuando es harto demostrado por un lado, que un Estado desguazado y manejado por los Grupos de Poder como históricamente hemos sufrido en el País ha sumido a millones en altos niveles de pobreza, desigualdad y alto costo de la vida y de muerte. Y por el otro, porque no hay más alta corrupción que en la mayoría de los negocios privados.

Se quiere convencer a todo el mundo  de que el progreso es posible solamente en manos privadas y no públicas, aunque la experiencia privada ha demostrado la explotación laboral, el crecimiento económico en base a salarios precarizados, y el saqueo desmesurado de los recursos naturales, sin importarles la destrucción del medio ambiente, las enfermedades que esto ocasiona a las personas, además de los alimentos procesados sin control, la cosificación de los seres humanos como objetos de uso y de cambio, del deseo y del egoísmo, indiferentes a cada vida personal, subsistiendo con los altos precios de la comida y comercialización de la salud, vivienda, energía y comunicaciones; eso, es el producto del mecanismo económico del egoísmo.

¿Cómo es posible que viendo y viviendo todas estas injusticias, permanezcamos impasibles e indiferentes? Encima los dirigentes sociales y políticos pelean unos contra otros sin escuchar los clamores de la gente, preocupados por el Poder. ¿Por qué seguimos permitiendo discursos de odio y amenazas al bienestar general de la población y sus derechos con la justificación de la crisis?  ¿Por qué seguimos aceptando el engaño y mentira de los gobernantes? ¿Y de los medios de comunicación? ¿Por qué llegamos a aceptar que los poderosos pensarán en el bienestar general? Eso nunca ha sucedido.

Históricamente la indiferencia a esa perversión ha llevado a grandes males.  En la década del 30 del siglo pasado, la indiferencia de la población alemana a los atropellos del nazismo, condujo a una complicidad general, con las consecuencias de muerte e indigencia para millones de personas. En nuestro país, la indiferencia a la perversión de las dictaduras, a las políticas neoliberales, a las políticas legalistas, ha llevado a una gran injusticia y a no avizorar ninguna esperanza. Los políticos oficialistas y de la oposición continúan con sus juegos electoralistas para mantenerse en los gobiernos mientras que, por su inacción y desidia, los Grupos del Poder real siguen perjudicando a la gente. ¿Hasta cuándo? 

Hay que cambiar de mentalidad. Hay que implementar una  Economía que beneficie a todos; al que dispone de un medio de producción y al que trabaja, regulando y monitoreando jurídicamente el desarrollo de una Economía integral, sin favorecer a los que más tienen, ni favorecer las exacciones extranjeras a nuestros recursos naturales, involucrando a todos a ponerse al servicio de la población, y que se considere un delito los subsidios a la gran empresa, a la existencia de bajos salarios, a las ocho horas o más de trabajo,  la imposibilidad de acceder a la vivienda, a la salud y a la educación, como a la inseguridad y desamparo legal. La actividad privada no puede ser ni ha sido nunca garante del bienestar general.

Nos encontramos ante la gran encrucijada de la resignación del continuismo de los mismos –oficialistas y oposición- por la podredumbre de la acción y del discurso político, obligados a vivir con ajuste, inflación, bajos salarios y jubilaciones, altos precios de la comida y de la energía, imposibilidad de acceder a una vivienda, cero sueños y esperanza de progresar. ¿De los políticos y dirigentes? Nadie conduce a nadie. Nadie es dirigente de nadie. Hay una horizontalidad negativa, ocasionada por el descreimiento y el mal ejemplo. No hay unidad, solo discusión y disputa de banquete de los saciados, mientras están en juego el trabajo y los salarios carenciados de la población.

“¿Y qué mejor forma de morir para un hombre que enfrentando lo improbable por las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?” Publio Horacio Cocles (S.VI a.C).

Hoy, se criminaliza la protesta; cuando en realidad es un derecho. La protesta no existiría si no se conculcaran derechos. La protesta es la consecuencia de derechos perdidos, de la inacción política, del avance arbitrario de lo privado sobre lo público. De la falta de compromiso con la gente de los gobernantes frente al manejo de la Economía por los poderosos. Falta confianza en los ciudadanos y en su creatividad, se descree del apoyo popular para decisiones estructurales fundamentales y necesarias; como el impuesto a la renta excesiva, las seis horas laborales, priorizar en obras públicas las viviendas, la salud y educación, promoción de la economía popular y soberanía productiva entre muchas otras medidas necesarias.

Pero, por otro lado, tenemos ante nosotros la posibilidad de movernos e involucrarnos, exigiendo una sociedad humana, más justa y saludable, una sociedad crítica y participativa, con un sentido común transformador, que no deje pasar ninguna injusticia y con amparo legal, dispuesta a organizarse por sí sola, creando sus propios organismos de control a sus demandas. No es una utopía. Es la construcción de lo posible hoy. La indiferencia, es perversión. No escuchar el llamado del prójimo, es perversión. Sustraerse a la co-rresponsabilidad de la comunidad en que vivimos, es perversión. Recurrir a los autoritarios que defienden a los poderosos, es perversión. Hay que decidirse y animarse a luchar por lo que uno cree, sin vender el alma.

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