Opinión

Silencio político y gestión: ¿una estrategia o una evasión?

El reciente triunfo del peronismo en la provincia de Buenos Aires ha reconfigurado el tablero político nacional, generando tensiones y movimientos en los espacios provinciales. En San Luis, tanto el gobernador como casi la totalidad de los intendentes municipales, diputados y senadores provinciales han optado por el silencio, enfocándose exclusivamente en la gestión.

Esta actitud, aunque presentada como pragmática, despierta inquietudes entre los vecinos y militantes partidarios, que perciben una falta de posicionamiento frente a los grandes debates nacionales. ¿Es este silencio una forma de especulación política o una estrategia deliberada?

Desde la teoría política, el concepto de “silencio estratégico” puede entenderse como una herramienta discursiva en contextos de alta polarización. Según diferentes teorías, el silencio de los dirigentes no es ausencia de discurso, sino una forma de comunicar poder en la era de la posverdad. En este marco, no hablar puede ser una manera de evitar costos políticos, mantener alianzas abiertas o simplemente no comprometerse.

En localidades del interior, donde la cercanía con el poder provincial es más palpable, el silencio de sus dirigentes genera una sensación de desconexión. La comunidad espera definiciones claras, especialmente en un contexto de crisis institucional y avance de discursos extremos. La falta de posicionamiento no solo debilita la legitimidad de los representantes, sino que también erosiona la confianza en la política como herramienta de transformación.

Cuando los dirigentes se limitan a la gestión sin construir discurso ni vínculo con la ciudadanía, ese capital se diluye. En estas situaciónes se observa cómo la política se convierte en un espacio cerrado, donde las decisiones se toman sin consulta ni rendición de cuentas. El silencio, entonces, deja de ser estratégico y se transforma en una forma de exclusión.

La política, para recuperar su legitimidad, debe volver a ser una práctica de diálogo, compromiso y transparencia. En tiempos de incertidumbre, callar no es gestionar: es renunciar a representar.

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