CA7RIEL y Paco se vuelven a poner el traje de Los Gemelos Fantásticos para expandir sus superpoderes
Tras un periodo desarrollando sus carreras solistas, los músicos desbloquean un nuevo nivel como dúo, con disco nuevo y show multitudinario en Obras Sanitarias
Si Ca7riel y Paco Amoroso hubiesen sido ideados para una historieta de acción, como esas que concibieron Stan Lee o Joe Quesada, al menos desde la Argentina contarían con el apoyo para ser candidateados a engrosar la lista de dúos superheróicos de Marvel que anda circulando en Internet. Y más hoy porque sigue sin haber tándem latinoamericano en ese top ten, al tiempo que escasean los choques de puñitos −al estilo de los Gemelos Fantásticos, que, dicho sea de paso, son de la competencia, DC Comics−. Por lo que compartirían esa selección con el encuentro del Hombre Araña y la Antorcha Humana en la primera tirada del ídolo arácnido, al igual que con la sociedad de Cíclope y Jean Grey en el debut de X-Men. Ahí también rankea la juntada de Luke Cage y Iron Fist en el Power Man número 48, y la complicidad de Clint Barton y Katherine Bishop para ponerse el traje de Hawkeye en 2007.
Así como sus colegas enmascarados, la confluencia del binomio tiene precedente. Sucedió durante un recital de Ca7riel en el barrio porteño de San Telmo, donde, a manera de revelación, entendieron que la unión hace la fuerza. “Yo venía tocando solo, y a Paquito lo invité a cantar en Kirie”, recuerda Catriel Guerreiro, el nombre detrás del álter ego. “Cuando se subió al escenario con el brazo roto y el yeso, e hizo su parte, hubo una ovación. Fue el doble de ovación que tuve en los otros temas que toqué esa noche. Entonces quedó claro que podíamos ser un dúo. Ya lo éramos. Desde los seis años que somos culo y calzón. Aunque en lo musical es otra cosa”. A lo que Paco añade: “No sabemos si ese lugar sigue existiendo. Tampoco recuerdo si tuvimos que pagar para tocar. Pero fue re loco lo que pasó. Ese día no solo nosotros sino también la gente se dio cuenta de que podíamos funcionar juntos”.
Tres años antes de esta epifanía, el artista gráfico brasileño Butcher Billy había ideado una galería de ilustraciones a la que denominó The Post Punk / New Wave Super Friend. En ella se podía apreciar a Robert Smith encarnando a Plastic Man, mientras que Morrissey hacía de Superman, Billy Idol se transformaba en Aquaman e Ian Curtis, por supuesto, se ponía el antifaz de Batman. Sin embargo, los músicos, entre los que también se encontraba Johnny Rotten, a quien no le sentaba mal su mimetización con Wolverine, iban variando de personaje. En ese sentido, Taylor Swift se había caracterizado de “Catastrophe” en su video de “Bad Blood”, la cantante de R&B y pop Ciara representó a la espía cyborg “Super Ci” en su clip de “Go Girl”, y Eminem decidió vestirse de Robin en “Without Me”. Fue la excusa perfecta para pedirle a Dr. Dre que le hiciera el aguante como Batman.
Pese a que abundan estas manifestaciones de exaltación del artista hacia el Salón de la Justicia y sus diferentes variantes, Ca7riel y Paco Amoroso prefieren apelar por lo tangible. Y es que aún se encuentran en período de exploración de sus superpoderes. El primero es uno de los mejores músicos argentinos de los últimos tiempos, lo que evidencia, por ejemplo, a través de su guitarra. Cada vez que la desenfunda, sintetiza a Luis Alberto Spinetta con Prince. La rockea increíblemente, al mismo tiempo que le saca brillo a su don para el groove. A partir de esa dualidad, con sabor a desdoblamiento, erigió un imaginario sustancioso en el que la lisergia, el delirio, la mutación y la deformidad tienen lógica propia. Rasgos que potenció (o más bien equilibró) al momento de establecer la cofradía con su compañero, dueño de una performance, de un carisma y de un flow que seducen instantáneamente.
En una época en la que el mainstream argentino lo domina la música urbana, el dueto simboliza la vanguardia de esa escena. De todas las escenas, en realidad. Incluyendo la pop. La historia demostró que ser distinto tiene su precio. A sabiendas de eso, pusieron la vara muy alta. Al punto de que inventaron un lenguaje (estético y oral) con el que les dieron entidad a los que están fuera del sistema. Sus canciones llevan implícita la mecha revolucionaria, la clave para hackear a la dictadura de las redes sociales. Como metáfora sobre el valor del proyecto, vale la pena invocar a David Bowie. Ante la pregunta acerca del peso de The Beatles en la cultura pop, el Duque Blanco afirmó en 1996 que The Velvet Underground fue más influyente debido a que las bandas marginales y extrañas, cuyos discos nadie compraba, fueron las que al final crearon la música moderna. “¿Dónde está ‘Yesterday’ en todo esto?”, concluyó.
Luego de que Duki consumara sus primeras dos canchas de Vélez y antes de que Dillom hiciera su primer Luna Park, el tándem anunció el cierre de su gira Temporada II en Obras Sanitarias. Lo que significa su vuelta al estadio, tras su debut en 2019. A diferencia de aquella ocasión, en la que se presentaron bajo techo, esta vez será al aire libre. Y si ese desembarco en uno de los templos consagratorios del rock argentino sucedió un 20 de diciembre, en esta ocasión eligieron el 22 del mismo mes. A pesar de que parece una decisión traccionada por la cábala, predominaron asimismo otros factores. “Fue un poco de todo”, confiesa Paco. “Pensamos que era el sitio correcto para esta vuelta. La gente va a querer saltar, y está bueno que lo haga en el campo. Que deje ahí su energía”. Y Ca7riel remata: “Queríamos que todos tuvieran las mismas posibilidades. El que llegue temprano será el más fuerte”.
La realidad es que este show tiene más aroma a reencuentro que a cierre de tour. Hace tres años que Ca7riel y Paco Amoroso no se presentan juntos en Buenos Aires. Justamente desde ese debut en Obras. Si esta vez la performance no lleva denominación específica, más allá de destacar que sucederá afuera del estadio, la de 2019 se llamó La Celebración. Aunque podía haberse titulado La Consagración. Ningún artista de su generación se había atrevido a hacer un estadio solo, y menos uno de cualidades ecuménicas en el inconsciente colectivo nacional. Se trató de una decisión atrevida, si se toma en cuenta que apenas un año antes Ca7riel, con su laboratorio solista, comenzó a tocar en las salas más importantes de la ciudad. A partir de la fecha que compartió con Jvlián y Rey Hindú en Niceto Club. “Esto es increíble”, espetó micrófono en mano. “Antes entraba por listas free, y ahora estoy tocando en este escenario”.
Cato llegó a esa fecha cubriendo una baja y aprovechó el espacio de tal manera que opacó a los otros dos artistas. Todos salieron de ahí hablando del nuevo fenómeno. No existía algo similar acá, y al parecer en ninguna otra parte. “¿Quiénes son?”, preguntó Ed, integrante de AK/DK, al ver la versión soundsystem de Ca7riel (ya Paco tenía participación en ese momento). “No hay nada que se parezca a esto en Inglaterra. ¡Son fabulosos!”. El dúo de post-punk y synth-pop de Brighton compartió grilla con el músico en un showcase del programa Selector Pro, del British Council, en octubre de 2018. Al poco tiempo de eso, en otro paso suyo por Niceto Club, los vendedores de merchandising no oficial se plantaron en la puerta del lugar, a la espera de la salida del público, con remeras truchas que tenían estampada la tapa del EP Povre. Lo curioso es que en ese entonces no existían remeras oficiales del artista. Por eso la prenda devino hoy en objeto de colección.
Después del convite de noviembre para cantar “Crimen”, temazo de Gustavo Cerati, en el Teatro Colón y junto a la Orquesta Hypnofón y Alejandro Terán (ahí sentaron un hito al convertirse en los primeros “traperos” en llegar a la cuna de la élite cultural porteña), vino el corolario de su raíd. Ca7riel, Paco y el grupo que los respaldaba, ATR Band (trabuco de sesionistas sub 30), se vistieron de héroes un mes más tarde en Obras. “Cómo se picó, papá”, disparó Cato, frente a una muchedumbre enardecida, en la previa de su hit “McFly”. Fue una de las pocas alocuciones del dúo en un show de una hora que tuvo como invitados a Wos, Dillom, Axel Fiks y a los protagonistas del video de “Ouke”. Ya en el tramo final desenvainaron “Qué calor” (vino muy bien como polaroid de una noche realmente sudorosa), “Cono hielo“ y “Jala jala”. Y entonces llovieron los papelitos que legitimaron el “habemus fiestón”.
Ese fue el último recital que dieron juntos. Con la pandemia, el tándem se sumergió en el anonimato. Eso decantó en rumores de separación cuando su progenie se subió a la gimnasia del streaming, mientras ellos eligieron continuar en silencio. “Eso de mantener el misterio es algo que nos gusta hacer con todo. Sin hablarlo tanto, acordamos hacer la nuestra por un tiempo. Y eso fue lo que pasó. Esa división se dio orgánicamente”, desliza Paco. “En la pandemia disfrutamos ese momento de no hacer nada porque estábamos tranquilos. Antes teníamos que ver cómo hacer para poder morfar, y de pronto nos encontramos en una situación cómoda. Por primera vez estábamos sólidos económicamente. Ese cambio de realidad nos modificó la manera de sentir y de ver, y eso influye en tu forma de hacer arte y lo que querés contar. Hay toda una transformación personal que tiene que ver con eso”.
Antes de su popularidad y de “poder jugar a ser cheto”, Ca7riel vivía en la frontera entre Barracas y La Boca. A medio camino del agua caliente y de la contención de sus amigos. La escena podía ser parte de un documental sobre los squads y los inmigrantes en Berlín. Pero sucedió en el sur de la Capital Federal: receptáculo de la cotidianidad, lugar común del latinoamericanismo y plataforma de la invisibilidad. Aparte del colchón en el que dormía, un cojín del emoji popó y una computadora de escritorio de vieja generación completaban su habitación. Amén de búnker creativo. Si alguien se hubiese imaginado siquiera que desde ahí el artista desataría parte de su entelequia sonora, no hubiese podido dar crédito. Hoy la historia es distinta. “No somos ricos, pero no tenemos deudas”, explica el artífice cuya infancia se repartió entre Pringles y el barrio de La Paternal. “Eso cambia todo, y más en este país. Podés respirar libremente”.
En la casa de sus padres, en un ambiente de artesanos, Catriel aprendió a tocar la guitarra. “A los cuatro años mi papá me enseñó a improvisar entre dos notas”, recuerda. “Él se acoplaba a mí, y quedaba algo super músical. Es lo que yo hago con la gente que no sabe tocar”. El Tinto Mandamiento se llamaba el quinteto que lideraba su difunto viejo, cuyo motor era el hard-rock. Hasta que se pudrió y se fue. Al mismo tiempo que ambos zapaban en los asados familiares, el hijo de Cacho fue definiendo su identikit sonoro mediante los casetes de Queen, María Elena Walsh, Bandana y Megadeth. Más tarde aparecieron Pantera y Steve Vai, y el deseo por formalizar sus estudios en música. La secundaria la cursó en la Escuela de Música Juan Pedro Esnaola, donde se recibió como profesor. Ahí formó su primera banda, Astor, y en paralelo comenzó a tocar (“casi metal”) con Los Burócratas del Fogón.
Mientras daba clases de música en un colegio público, para chicos en condiciones precarias, Cato tocaba por las noches con otros sesionistas en el Hotel Faena. Lo que significó un contraste muy fuerte para él, al igual que toda una experiencia vital. No obstante, en una fiesta de Halloween, después de terminar uno de los sets, se le acercó un hombre rubio y barbudo para decirle, entre otras cosas, que era el futuro del rock. Era Sting. A pesar de tamaño halago, no se la creyó. Especialmente cuando la necesidad llama a la puerta. “A la gente que más quiero y respeto es la que toca conmigo”, llegó a decir. Será por eso que Paco Amoroso era el baterista de Astor. A lo largo de siete años, hilvanaron una propuesta en la que el rock progresivo (de obraje spinettiano) dialogaba con el funk y el reggae, y que dejó como registro un EP hermoso: Vacaciones de todo el año (2017).
Ca7riel y Paco son tan hermanos que si se leen mal sus apellidos podrían serlo realmente. En tanto que el de Cato es Guerreiro, el de Ulises es Guerriero. Sí, Ulises. Como el mitológico héroe griego de la Ilíada y la Odisea. Y es que, retomando lo de los superhéroes, se dice que el nombre influye en el destino de las personas. La ciencia lo confirmó en 2013. Sin embargo, muchos años antes de esto, ambos se conocieron en la primaria. Cuando Catriel aprendía guitarra, Paco estudiaba violín. Al terminar de cursar, Paco eligió hacer el bachillerato en el Pellegrini. Allí se pasó a la batería. Y más tarde quiso ser basquetbolista. Nativo de La Boca y bostero (hay una sesión de fotos de un show en el que la azul y oro es la constante), otro rasgo que lo aúna a su compañero de fórmula, con el que se reencontró después de la secundaria, es haber llegado al rap tras pasar por el metal y el jazz.
“A Paco lo seguí invitando a mis recitales porque quería el doble de ovación. Es más lindo sentir 200 aplausos que 100. Esa es la droga. La droga del músico son los aplausos y el amor”, afirma Cato. “Cuando estamos juntos, la verdad es que brillamos más. Dos brillos siempre son mejores que uno”. A lo que Paco adiciona: “Después de que él sacara sus discos y comenzara a hacer sus shows en vivo, para mí todo era una novedad. Nunca había subido a un escenario a cantar. Lo hacía desde un lugar despreocupado. Me sentía bien, no me importaba nada. Pero empecé a cambiar mi voz y lo que hacía. Era una metamorfosis grande entre lo que quería hacer y lo que terminé haciendo. Eso coincidió con la búsqueda personal que tenía cada uno de nosotros. Dejamos de hacer música juntos para comenzar a hacerla por separado”.
En el estudio de su management, Agencia Clix, ubicado en Colegiales, Paco se planta en una esquina del sofá y Ca7riel en la otra. Pero al momento de hablar de “metamorfosis” pareciera que se sientan bien pegados en el medio. Tras varios minutos de invocar la palabra apropiada por Kafka, se logra entender que así es como ellos llaman al proceso que los llevó a tomarse un hiato. “A mí me recontra sirve estar con Paquito”, dice Ca7riel con entonación cebada. “Desde los seis años el chabón me tira comentarios efectivos de qué cosas me quedan bien y cuáles no. Quería ser rapero de conciencia, y ahora todo lo contrario. No quiero laburar, quiero destruir al mundo y verlos arder a todos. Parte de esa metamorfosis la hicimos juntos”.
Y Paco ahonda: “Cuando estoy con él me potencio, y hago cosas que no las haría como solista. Está buenísima la fusión porque nos lleva a otro lugar. Quizá es hasta más efectivo lo que hacemos con Cato. Pero también debo entender hasta dónde llego solo, y hasta dónde llego con él. Qué música hago solo y cuál hacemos juntos. La metamorfosis permitió que cada uno desarrollara un camino propio, y otro que acordamos entre ambos cuando estamos juntos. En mi caso, no tenía ninguna canción. Nunca había hecho una canción en mi vida solo. Siempre necesitaba a alguien más que me diera ese support”. De hecho, su primera canción en solitario fue resultado de la sesión que tuvo con Bizarrap en 2019 (Bzrp Music Sessions Vol. 3). Si bien en ese formato los temas no llevan nombre, acá por decantación terminó llamándose “No sé”.
El tema sorprendió no solo porque era la primera vez que Paco hacía algo ajeno al proyecto con Cato, sino porque mucha gente conoció la identidad de su voz. A la que pudo darle un giro interpretativo descarnado, doloroso y oscuro. “Ese beat es de Axel Fiks, un gran amigo mío. Le pedí por favor que me lo diera. Y la letra la hice en el Uber, mientras iba a su casa en Ramos Mejía (ahí mismo armó su estudio el productor). Tiene una cosa medio freestyle, medio easy al boleo. A veces eso suena bastante fresco. Fue lo que terminó pasando. También tenía algo de qué hablar”, evoca el músico, ahijado artístico de Alejandro Terán. “Al no cantar nada, esa cosa medio payasesca que hice en lo de Bizarrap fue mutando hacia algo más hablado porque me iba a quedar sin voz. En temas como ‘Coca Cola’, ponele, apretaba la voz. Empecé a cantar más naturalmente, bajé el registro”.
Esto se puede apreciar en su primer álbum solista, Saeta, lanzado el 25 de noviembre de 2021 y que surgió a partir de su deseo de cantar más. Además lo aleja de la música urbana para explorar en la pista de baile, algo que le sentó muy bien. “No sé si es bailable o no. Disfruto de fluir y encontrar las palabras”, dice. “Se libera algo en el cuerpo que me da placer. Eso solo me lo da la música. Me di cuenta de que disfruto del oficio de hacer canciones. Encontré mi dinámica”. Ocho productores le metieron mano a los 25 minutos de duración del disco (el repertorio está conformado por 10 canciones), al tiempo que Lara 91K, Tío La Bomba, El Doctor y Adrián Dárgelos prestaron sus voces para los featurings. Lo de los dos últimos es simbólico porque Ulises es muy fan de ambos. Aunque con el líder de Babasónicos la admiración es recíproca. Tanta que el de Lanús salió de su zona de confort para entregarse al dembow.
Diez días antes de la salida del disco debut solista de Paco, su entonces expareja musical puso a circular su primer álbum: El disko. Su discografía se había sostenido hasta ese momento en los EP Cve7e (2015), Povre y Livre (ambos de 2018), y un puñado de singles dosificados en los siguientes años. Aunque en la pandemia sólo sacó “I Rili Don’t Care”, donde comparte créditos con la cantante Chita (su actual compañera sentimental). “El proyecto Ca7riel estaba tan poco despegado que no fue difícil cambiar la dirección”, explica el frontman sobre el disco sucio y bravío que coprodujo con Tomy Sainz (parte del grupo Román). Aunque también está henchido de detalles como los del tema “Muy bien”, en los que incorpora samples de “Luna de miel en la mano” y “Lucy in the Sky with Diamonds”. Ante la pregunta de si rotularía este repertorio como “funky futurista” (apelando a los Kuryaki), Ca7riel prefiere llamarlo “música urbana”.
No hay dudas de que la pasada edición de los Premios Gardel será recordada como la de la coronación de la música urbana. La industria discográfica le dio legitimidad. Las principales figuras de la escena desbordaron casi todas las categorías del evento, incluso las de rock, por cortesía de Wos, quien se terminó llevando a su casa la estatuilla de “Álbum del año” con su Oscuro éxtasis. “Mi hermanito”, reacciona Cato cuando lo escucha nombrar. “Hablamos todos los días porque somos hermanitos”. Justamente él protagonizó uno de los featurings del laureado disco, específicamente en la canción “Niño gordo flaco” (está basada en el sample del himno “Praise You”, de Fatboy Slim), que recibió la bendición del mismísimo Norman Cook, una vez que la escuchó durante la entrevista que le hizo Matías Martin en junio último, en el programa Todo pasa, transmitido a través de Urbana Play.
De hecho, Ca7riel compitió contra Wos por el “Album del año”. No obstante, de las cinco nominaciones que tuvo El disko en los Premios Gardel 2022, entre las que destacaba la de “Mejor álbum de música urbana”, sólo se alzó con la de “Mejor álbum conceptual”. Forma parte del conjunto de estatuillas que se entregaron fuera de la gala televisada en el Movistar Arena. De todas maneras, no pudo recibirla en el momento. “Llegué tarde porque era un quilombo. No podía entrar”, justifica. Frente a la consulta de si tenía preparado algún discurso en el caso de que triunfara en cualquiera de los rubros en los que participó, el músico especula con que hubiese dicho que no tenía expectativa. “Y también hubiera dicho: ‘Vamos los pibes. Todos con la mano arriba’. Iba a trolear a la gente, si ese premio es una troleada. ¿Quién decide cuál disco es mejor que otro? Para mí no lo iba a ganar”.
−¿Y por qué fuiste?
Ca7riel: Mi papá me dijo una vez: “Vos tenés que patear al arco. Quizás entra”. Bastante cerca llegamos de ganar. Te sirve para visibilizarse. Mi intención era ir a los premios bien vestido y saludar. No hay que darle tanta bola.
Saeta también estuvo nominado en los Gardel, aunque en la categoría “Mejor nuevo artista”. A diferencia de Ca7riel, Paco decidió no ir. “Tampoco lo vi”, agrega. “Me chupó un huevo. Quería que ganara Cato porque estaba nominado en un montón de cosas”. Más allá del reconocimiento, el tándem sigue siendo el bicho raro de la música urbana argentina. Su estampa no se parece a lo que hace Nicki Nicole, y tiene apenas algunos puntos en común con Trueno, por citar a dos íconos. Con el quien sí tienen una analogía notable es con Dillom: otra rara avis de la escena. “Hackeamos un poco”, asienta Cato. “Cuando hicimos nuestros discos, no pensamos en ganar algo. Tener ese reconocimiento de parte de todos es bonito e irreal. No sentimos en este momento que estemos en un lugar raro. Estamos orgullosos. Es un lindo mimo. Es bien bizarro también. ¿Cómo no vamos a ser parte de eso?”.
−Ahora que la industria musical los legitimó, ¿es tan diabólica como dicen?
Paco Amoroso: No terminamos de entender nada. Tampoco creo tenerla muy clara. A veces tomo decisiones pensando que van a funcionar, y luego no salen como imaginé. De lo que sí me di cuenta es que valoro la música que quiero hacer. Tengo el control de lo que hago, grabo los videos con la gente que quiero. Mientras eso siga así, genial. De todas formas, nuestra carrera no depende tanto de hacer clics y de estar rosqueando.
Ca7riel: Aprendimos a escribir de una forma que el pueblo nos entienda. Al final, somos un proyecto pop o popular. Es lo que aprendimos de la industria. Pero no dejaremos que esa industria nos ahogue. No nos corre.
Paco Amoroso: Te ahogue o no, uno está atento. Hace unos años era el trap, ahora el reggaetón es la punta de lanza. Uno se da cuenta de lo que dicen se acomoda a lo que está sucediendo. De alguna manera, estás al lado de lo que está pasando.
−¿Cómo ha sido convertir el juego en una disciplina?
Ca7riel: Todo es lúdico hasta que llega el momento en que empezás a ganar dinero. Ahí los intereses van cambiando. Podríamos haber seguido con Astor, pero queríamos vivir de esto.
Paco Amoroso: Lo de la plata o que un tema de golpe tenga reconocimiento son las cosas que te despiertan la cabeza. Hay gente que es laburante, y se levanta y hace música desde que nació. Pero no le pasó nada en su vida artística. Nosotros tuvimos la suerte de que la gente nos eligió y escuchó. En mi caso, fue una casualidad total. Nunca hice música hasta que me crucé con Cato. Me fue bien, y tuve que empezar a hacer canciones.
Al parecer, Cato le agarró el gustito a los premios. El pasado 16 de octubre le tocó viajar por primera vez a Estados Unidos para participar en la gala de los Latin Grammy. Competirá en la categoría “Mejor canción alternativa”, por intermedio de Bad Bitch (partícipe del repertorio de El disko), con su hermanito Wos. Asimismo, serán de la partida Alejandro Pérez, Bomba Estéreo, Jorge Drexler y Rosalía. “Tengo que ir a la gala y hacer cosas de Grammy. No sé qué serán. Ahí me enteraré”, advierte. “Pero me tengo que volver rapidito porque tengo que tocar en Córdoba. De Los Ángeles a Córdoba, papá. Del champán al fernet”. Aunque lo que más le emociona es competir contra la autora de Motomami. “Es increíble. Si no compitiera contra ella, realmente tendría las esperanzas de ganar algo. Por lo menos me conformo con conocerla y sacarme una foto con ella. Voy a eso”.
A unas pocas cuadras de la oficina de su agencia de management, la crew de Dillom está haciendo algo parecido a un video. Al percatarse de que están a metros de distancia, se arengan por WhatsApp entre ambos proyectos. Y en eso pasa una chica caminando que no duda en decirle al dúo lo fantástico que es. A continuación, un muchacho desde el auto les grita que la nueva canción está buenísima, y luego los obreros de un camión cisterna se detienen para saludarlos y tomarse una foto. Todo eso en cuestión de minutos. “A mí lo único que me da vergüenza en el mundo es ser famoso”, reconoce Ca7riel. A propósito, el tema que lanzaron como dúo en septiembre lleva por nombre “Para afuera” y muestra la veta electrónica de este laboratorio sonoro. Más inclinado hacia el palo techno y volátil que Cato mostró principalmente en los recitales.
“Siempre está esa cosa de hacer algo technoso. La parte house siento que la cubrí con Saeta”, señala Paco. “Cato estaba con que debíamos hacer algo oscuro y bien denso. Varias cosas del nuevo disco son así”. Pese a que es un desafío para él entrar en esa sintonía, el músico asegura que se siente cómodo. “Me ceba. Hay chispa en la letra. El estribo lo hice yo, y tiene esa cosa repetitiva, fácil y no tan rebuscada”. El álbum saldrá en 2023, y ya tienen hecha la mitad de las canciones. “La idea es terminarlo antes de fin de año”, adelanta Paco. Entonces Ca7riel amplía: “El plan es que el disco salga muy bien. Por eso lo estamos haciendo a fuego lento. Así no se te quema. Cuando nos reunimos a hacer música, con Paquito nos encerramos en el estudio super sólidos. Cada uno con un disco adentro, y un montón de temas. Ya sabemos qué pedazo de ADN poner en las canciones”.
Nunca sacaron un álbum en conjunto, por lo que este será su debut discográfico como dúo. Lo que terminará de darle forma a un trabajo compositivo que se remonta a 2018, cuando presentaron en sociedad la primera canción firmada por ambos: “Piola”. A la que le siguieron “A mí no” y “Jala jala”. El clímax lo abrazaron al año siguiente con “Ouke”, donde reforzaron el trabajo visual que habían iniciado con Orco Videos. “Cuando creamos, pensamos en el show en vivo”, reflexiona Ca7riel, que aprovecha para aclarar que el inminente disco ya no contará con la ATR Band. “Es el único espacio donde podemos defendernos realmente, y en el que la gente nos ve tal cual como somos. Si ponemos play en el estudio y no funciona, vamos a otra canción. Cuando hacés una canción tenés que poner el ciento por ciento de uno. Si con Paco pongo el 50, ya es el 100. Y si pongo el 100, ya eso es 200. Esos son los números”.
−Luego del proceso que atravesaron, ¿cómo dialoga la identidad de ambos al momento de hacer una canción?
Paco Amoroso: Nos gustan los ritmos rápidos, nos gusta que la música tenga fuerza, que avasalle. No hasta la mitad, sino hasta el 100. Es lo que buscamos en este disco que sacaremos el año próximo.
−¿En qué se inspiran las letras de los nuevos temas?
Paco Amoroso: El ADN de cada uno tiene que ver con eso. No me gusta estar en casa, sí me gusta cruzarme con gente, estar viviendo la ciudad. Estoy ciento por ciento atado a eso.
−¿Cuánto influye la calle en lo que hacen?
Ca7riel: Somos paseadores. Ya nos vieron comiendo en todas las pancherías. Saludamos a tanta gente en la calle que ahora nos tocan bocina. Desde 2019 hasta ahora saludamos a la mitad de la ciudad. Una foto seguro tienen.
Paco Amoroso: Depende de lo que para vos sea la calle. Hacernos tipo los gangsta no nos va. No entramos en esa dinámica, pero tampoco estamos encerrados en nuestras casas. Somos de una generación en la que la gente joven jugaba en la vereda y andaba en bicicleta. Siento que todo eso fue cambiando. Somos casi treintones, y venimos de otra configuración social. Pasaron cosas en el país.
Ca7riel llegó a referirse a sus canciones como “experimentos sociales”, donde no sólo desarrollaron un lenguaje estético, sino también verbal. Y en los que además generaron su propia cosmogonía. “Cuando los dos empezamos a hacer música juntos, los primeros temas lograron cierta masividad. Como que sonaron mucho y nos marcaron la vara de estilo”, cavila Paco. “Al hacer nuestros discos por separado, nos tomamos la libertad de llevar adelante la música que deseábamos hacer. Si a cada cosa que hacíamos le iba bien y nos daba visibilidad, me parece que pasaba más porque éramos los juguetitos del momento. Y para eso debés tener esa cuota de experimento social. Está la presión de que le tiene que ir bien. Con el nuevo disco queremos que las canciones sean grandes, masivas, y que le vuelen la cabeza a todo el mundo. Está esa necesidad en el aire”.
−También patentaron un idioma propio. ¿De dónde sacan palabras como “Ouke”?
Paco Amoroso: Más allá de que nos gusta pasear, tenemos un montón de amigos diversos. Nos gusta estar cerca de personajes y gente divertida. Eso también aporta mucho a ese lenguaje, y a ese diccionario de palabras nuevas que se van sumando. En mi caso, soy un ser muy social y me gusta compartir el tiempo con gente divertida que me cae bien, y que también te va amoldando y te da lo que te tiene que dar. Sos lo que sos. El sonido que tenés, los amigos que tenés.
Ca7riel: Les vas copiando los berretines, como ellos nos copian a nosotros.
−Todo está sustentado en la experimentación.
Paco Amoroso: Tiene que ver con nuestra curiosidad hacia la música y hacia todo. Uno va creciendo. Arrancás haciendo algo, salís de ahí y te das cuenta de que hay un montón de otras músicas, gente y movidas. Te metés ahí un rato. Hacés eso, y te llama la atención otra cosa. Por suerte, nos calienta algo y queremos hacer eso. Y de pronto todo tiene que ver con eso. El nuevo disco tiene que ver con salir y bailar. Está empapado de lo que vivimos en el último tiempo. No sé qué será mañana, ni con qué tendrá que ver. Cuando sucedió la pandemia, y nos separamos, estábamos en un momento de mucha confusión y no sabíamos lo que queríamos hacer. Qué carajo había pasado. Simplemente, tuvimos que parar. Ahora estamos en un lugar en el que sabemos lo que queremos. Eso tiene que ver con la curiosidad y con encontrar lo que nos apasiona, más allá de lo que está de moda. Expresamos la identidad que fuimos construyendo.
Si bien se dijo que no hay nada parecido a la dupla, en realidad sí existe un artista afín: Illya Kuryaki and the Valderramas. “Lo re veo”, coincide Paco. “Tiene todo el sentido del mundo, incluso desde lo visual. Somos dos chaboncitos. El más alto (Ca7riel) toca la viola, y yo soy el Emma. De toda esa generación, fue uno de los artistas que vimos en vivo. Nos encanta su música. Cuando escucho sus temas siguen sonando frescos”. Sin embargo, en contraste con el grupo de Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur, Ca7riel y Paco Amoroso encontraron la manera de que sus proyectos solistas y el colectivo convivan simultáneamente. “Cuando pensás que entendiste algo, la vida te mete un cachetazo. Y te das cuenta de que no sabías nada”, considera Paco. “La velocidad de hoy es distinta. Lo que suena muta a una velocidad insólita. De ser dúo a serpararnos duró un año por esta cosa ridícula del tiempo”.
Emmanuel Horvilleur también ve las coincidencias: “Hay cierta cosa innegable en esa conformación del dúo de ellos y nosotros, de dos amigos de pequeños. Y también del gusto por la música, por la cosa rítmica del funk y del hip hop”, opina el músico que logró reinventar su cancionero mediante su álbum Pitada. “Pero creo que ellos tienen su propia personalidad, y eso está buenísimo. En eso también tienen algo de Kuryaki, de pelar una propia y de llevar la bandera. Ser originales y también diferentes entre sí. Ca7riel con lo suyo, un pibe flaco y también buen guitarrista. Mientras que Paco es un poco más personaje. Como podíamos ser también Dante y yo en los comienzos de la banda. En lo personal me declaro consumidor de su música y su propuesta, y también de lo que hacen por separado”.
A pesar de padecer los tiempos modernos, ver en vivo un recital de ambos es tan trepidante que siempre está a un tris de tornarse en un gesto político. “El artista tiene que transmitir algo triste o feliz. Nosotros, porque tenemos la posibilidad, podemos subirla”, expresa Cato. Mientras que Paco ejemplifica: “Cuando empezamos a tocar, y no teníamos nada, pensábamos que no debíamos estar llorando por ahí. Teníamos que hacer que la gente pensara que estamos contentos. Ese hambre de estar ahí nos llevó a plantarnos desde ese lugar de llevarnos todo por delante. Desde el día uno, vinimos a llevarnos todo”. Y su media naranja saca un dato de galera: “Nosotros vimos muchos shows callejeros de guachín. Y en los shows callejeros, para que te dejen dinero cuando pasás la gorra, tenés que caer bien. Tenés que mostrar una onda para que te paguen. Hay un despliegue de buena onda”.
−¿Recuerdan algún espectáculo callejero que los haya marcado?
Paco Amoroso: El Cirko Marisko, en plaza Francia. Lo veíamos porque mi viejo tocaba ahí fin de semana de por medio. Es posiblemente el show que más vimos. Como no íbamos a ver recitales porque nuestros viejos no tenían plata, no nos querían llevar o les daba paja llevarnos, veíamos a estos tres muñecos cagándose de risa.
Ca7riel: Estaba el Negro Lucas, que es uno que bailaba hip hop. Era un capo. Todo se basaba en la performance. Esos cuatro que escupían fuego, pasaban la gorra y se llenaban de plata. ¿Entendés? Otra cosa que estaba al lado era el Show de Tulio. ¿Y sabés quiénes más estaban por ahí? Los Tipitos. Ni siquiera tenían pedal de bombo. Enchufaban un palito y una cinta y tocaban así. Todo eso lo vimos ahí, a fines de los 90 y principios de 2000.
Paco Amoroso: Veíamos eso y a los Krishnas. Nunca sabés qué terminás tomando de todo eso.
−¿Y cuál fue su primer recital?
Ca7riel: Mi hermana me llevó a ver a Catupecu en Obras. Igual mi viejo tocaba la guitarra en barcitos. Eso te sirve también.
Paco Amoroso: Yo iba a la cancha.
Ca7riel: Vos sabés y no querés decir. Mentí, Paco.
Ahora que la opinología se naturalizó, de la mano de la tecnología y las apps, hay una tendencia aguda por el liderazgo generacional. Los 15 minutos de fama que vaticinó Andy Warhol pasaron a reducirse a 15 segundos. “Con el celular en la mano y el Instagram es mucho más fácil”, estima Cato. “Es nuestro único canal directo, en el que nos ven la cara y donde decimos lo que queremos. ¿Y quién ve eso? Mi vieja no porque no sabe cómo es mi IG, aunque me tiene agregado. A los pibes que lo consumen les llega el mensaje directamente. No es como antes. No lo hacemos solo los artistas de nuestra generación, sino los de la siguiente también. Todo empieza como un jueguito”. Y Paco acompaña: “Son las reglas del juego. Hay un chabón que también se llama Paco Amoroso, y tira frases de autoayuda. No puedo creer que haya gente que flashee que ese soy yo de verdad. ¡Qué paja!”.
Ca7riel: Retumba todo lo que decís, Paco. ¿Recordás cuando te hicieron bullying luego de que dijeras en una nota que no te gustaba el rap de vieja escuela?
Paco Amoroso: Uno habla con total soltura, y no lo hago con ánimo de ofender a nadie. Siempre alguien se va a ofender. Nosotros tratamos de que no importe tanto lo que se dice por ahí. Cuando tenés más exposición, dicen cosas o inventan otras que no son.
−A propósito de la campaña de Duki, hace un tiempo subiste una historia que decía “Volvió el rap”.
Paco Amoroso: Pasó eso, y pude hacer un tema para enfrentarlo. Me parecía un escape con clase de la situación. Al final es todo un juego.
−¿Estás de novio con Adriana Aguirre? Apareció en todas las revistas de chimento.
Paco Amoroso: Es gracioso…
Ca7riel: Ninguna publicidad es mala.
Paco Amoroso: El otro día hablaba de que mi deseo de llamar la atención en algún futuro puede traeme cosas como esta. ¿Querés ser famoso? Ahí tenés el precio de lo que deseaste. A veces pasa que un artista pega dos temas y de golpe lo ves en todos lados. Siempre tratamos de hacer lo más que se pueda para pasar desapercibidos.
−¿Vos, Ca7riel, podés ser invisible?
Ca7riel: A mí me gusta salir a comer. Pero hoy prefiero comer adentro, en una esquinita en la pared, en la que no me vea nadie. Cuando estuve en Alemania, pude ser más vistoso, y vestirme de colores. Podía hacer lo que quería.
“Más noble que el arroz”, así definió Cato alguna vez al hip-hop. Lo que probó al mecharlo con el metal, y cuyos límites extendió al hurgar en los misterios de su flow. A cambio de eso, de salvarlo de la oscuridad que lo sorprendió en su adolescencia, se tornó en uno de sus cultores, en un feligrés y en el monje Shaolín de la música urbana argentina. No obstante, nada de esta magia, de este feng shui sonoro, hubiese sido posible sin la irrupción de Paco. El artista que de chiquito soñó con ser el punk del futuro. Y está a punto de lograrlo. Juntos pudieron ataviarse de ese pasaje de la canción de Charly García, “Superhéroes”, que hace alusión al dúo, y que desde 1982 está a la espera que se apropien de su apropiación: “Ya ves no somos ni turistas, ni artistas de sonrisa y frac. Formamos parte de tu realidad. Y entonces mírame a mí. Tratando que se muevan estos pies”.
−¿Lo de Obras es el regreso de Ca7riel y Paco? ¿La vuelta de la alegría?
Paco Amoroso: Es poder tocar un montón de canciones que hace años que no tocamos. Nos van a volver a ver, y nosotros vamos a volver a ver al público. Y lo que va a pasar es la foto de tres años nuestros, y de lo que nos pasó en el medio. Todo lo que aprendimos.
Cato: Estamos mucho más grandes, más maduros y más fuertes.