Lunes, 25 Noviembre 2024

Una mentalidad solidaria ante el riesgo del odio

Publicado el Viernes, 21 Julio 2023 09:08 Escrito por

El olvido de lo que son las personas, de la frágil humanidad de las personas, ha desplegado sobre ellas un funesto manto que les quita el sol de los sueños y la esperanza. Ésa es la razón por la cual los personeros del odio no temen en absoluto hablar descarnadamente, sin sensibilidad y respeto, del desamparo y desprotección que planean para dejarnos a la intemperie. 

La mayoría de las personas, con buena voluntad y honestidad, ante los malos gobiernos, el descrédito de los políticos, la situación económica nunca estabilizada, la inflación y la especulación financiera galopantes, descree de esta real amenaza; pese a la reciente experiencia del gobierno anterior y del fracaso del presente gobierno. Pero en lugar de arriesgarse a buscar caminos nuevos, más humanos y transparentes, cae en la desesperanza de la resignación con los mismos.

Sin embargo, la tentación de las situaciones extremas no es la solución a corto plazo, como pregonan los que no temen en absoluto hablar de violencia para detener la violencia de la injusticia estructural que ellos mismos han generado; ellos, los que se creen amos de la argentina, que no les tiembla el pulso para aumentar los precios, las tarifas, propiciar la especulación financiera, inmobiliaria, porque son los reales dueños del poder y del dólar, y que, además, proyectan sacar derechos.

No tienen vergüenza de hablar de ajuste, de quita de ayuda a los más pobres, a los más desprotegidos, pero sobre todo de bajar el nivel de vida de todos los argentinos, especialmente de la clase media, para seguir beneficiándose con la inflación, el saqueo de los recursos naturales y de las empresas públicas, y seguir mintiendo descaradamente, ofreciéndose como alternativa extrema a los que perdieron la credibilidad política por irresponsabilidad de los malos políticos y de los malos gobernantes.

“Cuando un perro ladra después de ver algo, otros perros lo siguen, aunque no lo vean con sus propios ojos” Proverbio Coreano.

Hoy, el Sistema no les da salida a los jóvenes. No sólo a los más vulnerables, tampoco a los de clase media y trabajadora. Los han dejado afuera, sin futuro, excluidos de la participación y las decisiones, pretendiendo domesticar su libertad ofreciéndoles un ilusorio mundo que no van a compartir con ellos.

Hoy, los políticos y los partidos políticos tradicionales temen, la discusión libre y la crítica de los jóvenes. Temen perder los privilegios que los han sostenido gracias al dinero, a la burocracia y a la digitación de candidatos amigos, parientes, apadrinados y obsecuentes; para que, sumisos y obedientes, les permitan seguir eternizándose en el Poder. Son los fariseos de la política. No es casual.

Pero temen, también, el avance de las ideas extremas en los jóvenes y en los sectores humildes, sin percatarse de las consecuencias de los discursos de odio y violencia, de duros y moderados, y de las prometidas acciones extremas o liberales sobre toda la población –no sobre las minorías privilegiadas- que profesan estos falsos profetas, acusadores recalcitrantes de las políticas populares, amenazando con destruir beneficios que no han sido el logro de los distintos gobiernos, sino de la lucha del pueblo en su conjunto, que los ha conseguido a sangre y a fuego contra esas mismas elites económicas y políticas opuestas al Derecho y a la Justicia Social. Quieren romper el Paradigma del Acuerdo Democrático que se logró cuando se echó a la Dictadura, a cambio de la imposición de otra dictadura, pero política, legal y económica. No se construye un país para unos pocos, sino para todos y con todos.

No tiene por qué, sorprenderse la partidocracia tradicional del avance y hegemonía de estos sectores de extrema derecha y de centro derecha que ellos generaron con su politiquería, cargos y promesas. La promesa mentirosa de un futuro autosustentable que nunca pensaron para la población, pero que llenó sus bolsillos y los discursos electorales. Ya no engañan más a la gente que piensa en sobrevivir el hoy; que no puede pensar nada más que en el hoy, y que necesita decisiones políticas que garanticen el alimento, la salud, el trabajo, la vivienda, y la seguridad.

Ésa, es la promesa electoral –aunque mentirosa- que les han arrebatado los políticos de la “antipolítica”, los políticos del Riesgo del Odio. Pero los políticos del Riesgo del Odio tampoco la van a cumplir, porque han pensado en un país para pocos; sin pobres, sin sindicatos, sin beneficios jubilatorios, sin planes sociales, sin salud pública, sin educación pública, sin empleados estatales, sin peronistas, sin radicales, y sin progresistas ni izquierda de ningún tipo. Es ingenuo pensar que habrá lugar para algunos de ellos con ellos. Será un país que trabaje para otros, atado de manos, sin protección, desamparado y sin derechos, bajo la amenaza constante de la represión que harán legal y vigilante, un país con un Gran Hermano, que todo lo ve, todo lo vigila, todo lo decide por los otros porque considera que su decisión es a capricho la mejor para ellos, como hizo la Dictadura.

Frente a esta situación, la disyuntiva política del Riesgo del Odio o de una Mentalidad Solidaria, no ofrece opciones intermedias. Porque ante la falta de la comida, no habrá ni verdad ni futuro, y aún menos, libertad, con altos riesgos de resistencia violenta. Por eso necesitamos de un objetivo realista que no nos quite los sueños y la esperanza; de que los políticos y los medios de comunicación no nos engañen más, de que no nos excluyan, de que no permitamos seguir con la falta de oportunidades para progresar, de estar sanos y felices, sin ninguna amenaza y con seguridad.

Necesitamos vivir con un sentido nuestras vidas. Necesitamos de una epopeya, de una causa, de una razón para defendernos y vivir. Necesitamos de una Mentalidad Solidaria.

Cuál es la esencia de la vida?

Servir a otros y hacer el bien”

Aristóteles.

Ni la desigualdad, ni la injusticia y la inflación son naturales. Tampoco hay que naturalizarlas. Salir de esta lógica neoliberal absurda es posible, siempre que rompamos el engañoso sentido común individualista y desesperanzador instalado en nuestras mentes, en nuestros corazones, que lleva al camino sin salida del desconcierto, la depresión y la muerte; no escuchemos el tañido ominoso de una sola campana: la de los amos del poder real. Lo malo, nada bueno trae.

Hay que arriesgarse a construir una Mentalidad Solidaria si queremos una vida de calidad. Una Mentalidad que nos permita reconocernos los unos a los otros como destinatarios colectivos de una justa y saludable convivencia. Una Mentalidad que nos despierte a creer en el protagonismo del bien que somos capaces para nosotros y los otros, respetando particularidades y diferencias, sin mirar para atrás ni echarnos culpas mutuas, trabajando hacia el mismo objetivo. Si no creemos en esa capacidad mutua, jamás podremos cambiar algo colectivamente. Una Mentalidad que nos involucre a exigir y accionar Verdad y Justicia. Único camino posible para organizarnos y terminar con que otros sigan decidiendo por nosotros lo que no es para el bien común.

 Exigir honestidad a los responsables de las instituciones, empresas, corporaciones y gobierno es el auténtico ejercicio cívico; y a los Políticos, el cumplimiento de las demandas encomendadas, visibilizando a los Políticos del dinero, de los aparatos partidarios, de la burocracia política, a los apadrinados y obsecuentes, y a sus candidatos digitados, para no apoyar la inmoralidad; en cambio, atrevernos a la discusión, al debate, a promover la participación pública, inclusiva, democrática y horizontal de las bases. Tenemos que insistir hasta el cansancio por la necesidad de una democracia directa y participativa, que no dependa ni de la propaganda ni del poder económico, sino de la elección gratuita de aquellos que nos garanticen el cumplimiento de los mandatos populares, sometiéndose al control de la voluntad popular, sólo posible con una Mentalidad Solidaria, único requisito para la esperanza.

“Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano” Martin L. King

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