Lunes, 25 Noviembre 2024

La emoción odiosa

Publicado el Jueves, 01 Febrero 2024 19:07 Escrito por
El suelo de las emociones, Manifestación 2 El suelo de las emociones, Manifestación 2 Maitena Servajean

Cuando hay tormenta, hay que mantener la casa cerrada; si abrimos un poquito la puerta es posible que el viento impetuoso nos lleve puestos, incluso con todas las pertenencias que -seguramente- con real sacrificio sostenido en el tiempo hemos conseguido.

Esto es así: a la tormenta la eligieron, no vino por las fuerzas de la naturaleza ni -mucho menos- por las del cielo; una vez ganada la soberanía de la libertad de elegir, chau!: papita pa'l loro! Enarbolan el relato de una tal esclavitud en pos de una libertad ficticia. Foucault sostiene que la estrategia es persuadir (con mentiras, por cierto) para que la relación de poder logre que el sujeto dominado realice las conductas deseadas por el dominador sin siquiera poder expresar algo, una queja o una conformidad; después de esto, todo es aceptación a ciegas, no mirar la letra chiquita, calladitos la boca y sin chistar.

El bastión que nos queda es el saber y la resistencia, porque tener poder no siempre es tener autoridad; y, casualmente, este poder de esclavitud que se nos quiere imponer como libertad no tiene autoridad en tanto y en cuanto carece de cimientos, de fundamentos y hasta de sentido común. Cierto es que de una vereda a la otra hay una grieta casi infinita e insalvable, y que cualquier modo de pensar debe ser respetado; el asunto es que cuando esa ideología se desarrolla en el ámbito del bien común -que, por otra parte- es lo que menos propicia, la cosa es grave; más o menos como ser médico y subestimar la medicina.

Y la resistencia implica ser fuertes emocionalmente; no permitir que la emoción se nos vuelva odiosa por toda la desazón que nos trae el día a día y, además, por el hostigamiento que tratan de infringir diciendo que vamos bien, que este es el camino, que el derrame y la luz al final del túnel y la mar en coche.

Estos es para pocos. O para nadie. Porque si no estamos todos el bien no es común sino particular. Y de eso no se trata la democracia, si no todo lo contrario.

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