El 29 de octubre de 1876, por un viejo camino trazado y utilizado por el habitante originario de nuestro suelo durante cientos de años, llamado estos caminos rastrilladas, se dirigía desde Leubuco, corazón de la nación Ranquel, un grupo de seres humanos, adultos y niños, hacia nuestra pequeña pero estratégica por entonces joven y pujante Villa Mercedes.
146 años después. el sábado 29 de octubre de 2022, ciudadanos y ciudadanas de Villa Mercedes, Río Cuarto, San Luis y otras localidades de Traslasierra desandarons el polvoriento camino para realizar el primero homejae recordatorio a esa ominoso hecho. Luego de reunirse cerca del puente de hierro, sobre el Río Popopis, una caravana de alrededor de 15 autos recorrió los casi 20 kilómetros hasta el Pozo del Cuadril. El camino requiere circular por la Autovía Provincial N° 55 Sur, y apenas se supera la rotonda de la circunvalación, pasando una ermita dedicada a la Difunta del Durazno, hay que descender a un camino de tierra que tiene como destino la localidad de Lavaisse.
Unos cinco kilómetros al sur el alambrado de un campo que el huinca ha cercado, está señalado como el punto desde el cual habría que ingresar una legua para llegar al lugar de la matanza. El concepto de propiedad privada impide ingresar al lugar exacto, y es por eso que la ceremonia se realiza a la vera del camino.
José Gregorio Yancamil era nieto de Paine Gner y sobrino de Mariano Rosas y de Epumer. Había nacido en 1819 en la mítica Leuvucó. En 1876, al comenzar la llamada Conquista del Desierto, encabezaba la comitiva que fue masacrada. Y sobrevivió.
Yancamil y los suyos habían ido a la localidad puntana de Villa Mercedes en “son de paz”, a tal punto que concurrieron con sus mujeres e hijos. El lonko no era un weichafe o guerrero, más bien se había inclinado de manera recurrente a sostener la paz con los cristianos. Sin embargo, al llegar al paraje Pozo del Cuadril, los ranqueles fueron detenidos por las tropas allí apostadas, separados y luego fusilados. Incluso las mujeres y los niños. La compañera del capitanejo y dos hijas fueron deportadas hacia la zafra tucumana para engrosar la mano de obra esclava que cimentó la riqueza de la industria azucarera. “Ninguno de los ranqueles enviados a Tucumán regresó”, estableció el historiador José Depetris.
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La razón por la cual este grupo de nativos venia a nuestra ciudad era la de buscar simplemente las provisiones acordadas con el gobierno, tal cual lo acordado en la firma de un pacto de paz, de no agresión en medio de una sangrienta etapa de nuestra historia entre el blanco invasor y los habitantes originarios.
Debemos destacar, subrayar enfáticamente para que nuestros amigos y amigas que lean esta crónica comprendan en su magnitud el hecho que recordamos, que la comitiva ranquel viajaba totalmente convencida y creída de la palabra del huinca (blanco) a tal punto que no traían arma alguna y venían en el grupo niños pequeños y ancianos.
Inexplicablemente, o tal vez explicado por la actitud vil, traicionera y asesina que caracteriza a hombres de su condición y accionar, el jefe de la guarnición militar apostada en nuestra ciudad, ordeno emboscar en el sitio que se conoce como Pozo del cuadril, encerrar en corrales de palos y maleza al contingente que venía en son de paz, para luego asesinar a, sablazos, puñaladas y balas de fusil, el tristemente famoso fusil Remington a 63 hermanos ranqueles, adultos y niños.
El jefe militar que ordeno la traicionera y cruel matanza fue Rudecindo Roca, hermano de quien pocos años despues llevara a cabo la llamada Campaña del desierto y luego de ello, Presidente de la Nación.
Uno de los pocos sobrevivientes de aquella trágica y aberrante jornada fue el Cacique Gregorio Yancamil, quien es recordado en la plaza principal de Victorica, La Pampa, quien fue un testimonio viviente de la lucha valiente y digna de los pueblos originarios por defender su territorio ante el avance implacable del despiadado invasor que llegaba con la cruz y un fusil en cada mano.
El pasado sabado 29 de octubre pudimos presenciar y registrar, gracias a la buena disposición de los descendientes de aquellas familias ranqueles, de la muy emotiva ceremonia de recordación del cruento suceso de 1876.
Cantos y plegarias dieron un marco de tremenda experiencia ancestral para recordar a las 63 victimas que sus descendientes se niegan a olvidar y muchos nos sumamos sin pertenecer necesariamente a esa comunidad.
Los integrantes de la comunidad ranquel agradecieron enormemente el compromiso de la docente Tata Evangelista y de Cristina Baigorria, intendenta de Lavaisse, por la invalorable colaboración para poder llevar a cabo tal recordación.
Qué importante sería, simplemente por una cuestión de justicia y verdad, que un hecho que nos dice tanto, fuera enseñado en nuestras aulas y no deliberadamente ocultado por quienes ecribieron la historia oficial y redactaron los programas de estudio con los que estudias nuestros hijos e hijas en nuestras escuelas argentinas.
Parte de la información de este artículo se ha publicado originalmente en: https://revista.elarcondeclio.com.ar/la-unica-entrevista-a-yancamil-su-relato-de-la-batalla-de-cochico/