Lunes, 25 Noviembre 2024

El sinuoso camino de la incertidumbre

Publicado el Viernes, 07 Abril 2023 17:47 Escrito por

Recuerdo una vez, leyendo la autobiografía de Gandhi, que él confesaba que, al ejercer como abogado en Pretoria, Sudáfrica, solía ser –contrariamente a lo que uno supone- bastante irascible. Y al defender a un cliente de los abusos de un funcionario gubernamental, muy evidentes, éste fue condenado a cinco años de suspensión como empleado del gobierno; con la condición de que, si regresaba a la administración pública, debía contar con el permiso de Gandhi.

Pasados los años, el ex funcionario vino a verlo y le solicitó que elevara su acuerdo para volver a trabajar en la administración pública, y Gandhi lo autorizó. Preguntado por qué lo había hecho, él contestó que siempre había que separar las acciones de las personas; de lo contrario, las personas no podrían reconocer su error y el perdón sería imposible.

Sin embargo, cada vez que tenía un litigio, Gandhi mismo reconocía que, al tratar con el mismo funcionario y maltratarlo, éste jamás dejó de ser amable con él.

¿Cómo entender esto, si por las obras conocemos a las personas? O como dice el dicho: “no esperes peras del Olmo”. ¿O las personas y sus obras no son siempre las mismas? …No son las mismas.

En momentos tan críticos para el país, donde al injusto endeudamiento externo, la arbitrariedad de los poderosos grupos económicos de la alimentación, la energía, las comunicaciones, las finanzas y del campo, se suma la desprotección legal, laboral y de física para los trabajadores argentinos… por estas acciones, conocemos a los responsables.

El ajuste en los programas sociales; salarios y jubilaciones precarizados, la justificación de que dando prioridad a la producción por sobre las necesidades de la población habrá crecimiento económico, reemplazando, además, a los trabajadores por máquinas, computadoras y robots, tal como está sucediendo, y llegando a sostener, criminalmente, que los jubilados son un gasto, constituye la gran mentira de que la Economía está separada de la Política y de la Justicia Distributiva, paralizando cualquier resistencia y alimentando la incertidumbre.

Sin embargo, no hay economía que se desarrolle sin distribución social del ingreso; es el equilibrio necesario. La desigualdad abrumadora entre precios, salarios y tarifas alimenta la pobreza creciente, desamparando a la gente por la falta de decisiones políticas del Estado frente a los grupos de poder. Ello impide cualquier independencia económica necesaria para la autosustentabilidad y soberanía, y ni que hablar de la Justicia Social.

Es lamentable ver a nuestros gobernantes nacionales y provinciales, del oficialismo y de la oposición, arrodillados frente al extranjero que persiste en saquear nuestros recursos naturales y ahogarnos usurariamente; el miedo o complicidad con los grupos de poder; la desidia ante los discursos descarnados de odio y desprecio a las clases populares promoviendo la violencia política; la mentira periodística operadora e inculta; la demagogia electoralista, etc., son todas consecuencias de una profunda falta de respeto al ser humano.

Esta indiferencia y endurecimiento del corazón de los responsables, no reconoce que las decisiones políticas ajenas a las demandas de la población causan gran daño, injusticia y muerte. En este sentido, no se puede separar la persona de la responsabilidad política, económica y mediática de sus acciones. Solo ellos tienen la posibilidad de volverse humanos siquiera una vez, para ser merecedores del reconocimiento, pero en tanto no suceda, continuarán atados a la injusticia y merecedores de la condena legal y social que hoy, brilla por su ausencia.

La fragmentación de los políticos –no de la Política- que deberían asumir la responsabilidad de ser fieles a los mandatos populares que les han sido conferidos, en lugar de buscar protagonismo, riquezas y poder en vergonzosos lobbies partidocráticos, económicos, mediáticos y judiciales, nos demuestran cuán soberbiamente alejados están del Pueblo. 

Mientras sigan así, continuarán profundizando la crisis del Estado de Derecho, desarticulando la confianza en la Ley y en las instituciones de todo tipo; la de la familia, de la escuela, de la salita de salud... Desarticulación que permite la impunidad de los gobernantes, de los formadores de precios, pese a condescendientes acuerdos ministeriales que nadie controla, extendiéndose en la precariedad de las Políticas de Estado sobre salud, vivienda, educación y seguridad física de las personas.

De las consecuencias de estas políticas, no son inocentes los poderes extranjeros si no tuviesen la complicidad de cipayos locales y la anuencia de cerebros lavados por los medios de comunicación para romper la unidad y solidaridad de una población; caldo de cultivo para la delincuencia organizada, el autoritarismo y las acciones fascistas –parlamentarias, mediáticas, de grupos instituyentes o de violencia grupal callejera-, que al principio, se amparan en la impunidad que les facilita la anomia y el individualismo neoliberal salvaje, atacando la convivencia y a la democracia, pero que después, se transforman en libanizaciones, territorialidad gansteril o totalitarismos, escapándoseles de las manos no sólo al gobierno, sino también a los dueños del poder. El odio, siempre vuelve a los que lo generan.

Hace tiempo que venimos denunciando no un fenómeno, sino la manifiesta intencionalidad de someter a las clases populares y a los gobiernos de los países de Latinoamérica, recurriendo ya no a las dictaduras militares, sino a los estados de excepción civiles, a los monopolios mediáticos y a las constituciones liberales del siglo XIX, vigentes todavía en nuestros países y usadas como fundamento por las minorías poderosas para golpes blandos institucionales desde parlamentos y poderes judiciales. La finalidad, pues, es quedarse con los recursos naturales y la riqueza que producen los trabajadores.

La sociedad civil soporta con dolor, las consecuencias de este desamparo y la amenaza de un futuro incierto, constreñida a la lucha diaria por sobrevivir, testigo mudo y sufriente de la falta de Verdad y Justicia.

El camino… está en la decisión solidaria y comunitaria de reconocernos los unos a los otros en la confianza de ser capaces –cómo no- de construir, entre todos, un proyecto de país que nos pertenezca, desde la discusión y el debate, desde la libre organización y deliberación popular, desde la libertad y autodeterminación de nuestras comunidades básicas; comenzando a empoderarnos de los derechos conculcados por los que realmente nos someten, por los que nos mienten, por los que traicionan los mandatos populares conferidos, por la complicidad de los oportunistas y odiadores que pretenden dividirnos para después someternos con el autoritarismo y la violencia como solución, destruyendo la esperanza y la vida.

La decisión para la acción, solidaria y comunitaria, hacia el objetivo de una sociedad justa y saludable, está en la tolerancia y confianza mutua del próximo, desde el ámbito y lugar donde vivimos, para reconocernos y ver, más allá de nuestras historias, que somos capaces de construir un camino posible y contenedor, respetándonos en el pluralismo de ideas, sentimientos y creencias; única salida para vencer la incertidumbre y la parálisis de la asfixia.

Pero también llamando a las cosas por su nombre. A lo que es verdad, verdad, a lo que es mentira, mentira, a lo que es muerte, muerte, y a lo que es vida, vida. Y si hay reconocimiento de errores, oportunidad de enmienda con responsabilidad y justicia concreta. Es el único modo de creer que las acciones que no han sido coherentes con lo humano, pueden ser separadas de las personas y éstas merecedoras de aceptación. Sin posibilidad de enmienda, no hay justicia, y sin justicia, no hay encuentro.

En la decisión de reunirnos, de escucharnos, de participar y/o crear ámbitos de discusión y decisión propios, estaremos volviendo a reestablecer los lazos sociales necesarios para concretar toda necesidad, demanda y problemática. Lo pequeño y lo grande. Lo que no hagamos nosotros, nadie lo hará por nosotros.

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