Lunes, 25 Noviembre 2024

La difícil construcción de la unidad

Publicado el Miércoles, 28 Junio 2023 19:43 Escrito por
La difícil construcción de la unidad Ilustración: Panorama Cultural.

Me he preguntado por muchísimos años, y después de conocer y participar en algunos grupos políticos pequeños y grandes, por qué es tan difícil mantener y consolidar la unidad de las agrupaciones políticas. Ni que hablar de un conjunto, alianza o frente de organizaciones políticas. Porque lograr coincidencias en los objetivos políticos no es difícil, al contrario, es lo que atrae, convoca y aglutina.

Responde a intereses, a una vocación de justicia o a un compromiso de co-rresponsabilidad sentida por las personas. Lo difícil es el acuerdo y los caminos para mantener unidos a sus integrantes. Y que no se apague la llama del primer entusiasmo o del sentimiento de responsabilidad con la Patria y con las familias que constituyen la Patria. Si no, ¿para qué la dedicación Política?

“Necesitamos más luz el uno del otro. La luz crea comprensión, la comprensión crea amor, el amor crea paciencia y la paciencia crea unidad”.

Malcolm X

Las coincidencias son un requisito previo para los acuerdos, pero en algún lugar de la senda hacia a la organización, el puente colgante del entusiasmo e interés se rompe y caemos en el abismo de las desavenencias, malentendidos, rencores, intolerancia y también la demagogia, oportunismo, o intereses ajenos a los objetivos propuestos originalmente.

Frente a coyunturas políticas nuevas, personas y Agrupaciones inmediatamente buscan abroquelarse para no perder posibles espacios de lucha política, y más allá de las reuniones presenciales al interior de los grupos, ahora es común recurrir a las redes sociales, que se tornan verdaderos foros de debate, discusión y convocatoria, pero también espacios virtuales absolutamente libres para sentimientos y emociones negativas, que implosionan destruyendo a esos grupos de redes si no son administrados prudentemente.   

Hoy, las Redes Sociales son muy convocantes. Inclusive reemplazan en una primera etapa a las reuniones directas con la población y a la propaganda electoral. También influyen relativamente en la opinión pública.

Sin embargo, los debates por las redes no son cualitativamente más eficaces que las discusiones o intercambio de ideas y opiniones en forma presencial, cara a cara y comunitariamente. Las redes encubren el anonimato, el diálogo veraz, el miedo o el cinismo a no decir las cosas de frente, la dialéctica de lo presencial que permite la explicación, el surgimiento de nuevas ideas y sobre todo conocer al otro, para lograr la confianza.

Aún en reuniones presenciales, el intercambio de visiones, ideas, opiniones y propuestas suele estar viciado si no nos desprendemos de un bagaje de prácticas políticas devenidas por malas experiencias, alejadas del servicio público y desinteresado de la auténtica política, que se merecen aquellos con quienes se realiza la lucha política.

Esto sucede porque en las reuniones o asambleas originales –cuando son horizontales, públicas, abiertas e inclusivas- no se establecen previa y democráticamente procedimientos básicos y mínimas reglas para los planteos. Es importante escuchar y escucharnos, respetar y controlar sentimientos y emociones, dejar de lado la verborragia demagógica y/o intelectual, hablar con total honestidad... Tiene que primar la razón y el sentido común, como en cualquier conversación que pretenda aportar y comunicar algo para ser comprendido y aceptado.

Cuando se debaten objetivos estratégicos en una reunión o encuentro, esto es, objetivos para orientar las decisiones y acciones hacia el gran objetivo político, algunos bien intencionados sostienen que el objetivo de justicia en la política es mucho más importante que cualquier otro interés personal, de grupo o sector. Otros, agregan la necesidad de ser coherentes con un pensamiento político y/o ideología que conduzca al mismo, aunque normalmente se busca la mejor correlación de fuerzas posible.

En realidad, no existe mejor objetivo que buscar el bien común. Si un pensamiento político y/o ideología persiguen la verdad y la justicia, son parte del mismo objetivo movilizador.

Pero esto, que parece tan claro y loable, no lo es para todos. Aún la diversidad de matices pareciera que podría enriquecer al conjunto –y es la idea que se propala diciendo que se puede abroquelar al conjunto respetado la identidad y particularidad de cada sector-, pero en la práctica, hermanados en los objetivos, llegan esos momentos decisivos donde se ponen en juego la participación, la dirección política, las personas que representarán al conjunto, las que se candidatearán, etc., y el puente colgante del “caminamos juntos” empieza a oscilar. Y no somos más familiares ni amigos ni compañeros. Entran a tallar los intereses.

Una de las razones radica en no exponer o visibilizar claramente qué interés y ventajas implica para el conjunto integrar un Frente o Alianza. Y qué intereses personales se siguen con ello. También no expresar dudas o negativas sobre las decisiones políticas tomadas por el conjunto, o no manifestar oportunamente desacuerdos con la línea política, con la práctica política o con la dirección política, que pueden no satisfacer las demandas o contención de los posibles integrantes. También posiciones irreductibles que impiden los acuerdos, concertaciones o consensos. Es preferible hablar claro y con la verdad, antes que por acción u omisión se destruyan la confianza y las acciones acordadas.

Nadie participa en un proyecto, grupo u organización si no tiene la certeza de que tendrá un lugar para ser escuchado, considerado y promovido, para trabajar honesta y comunitariamente. 

Existe una mentalidad de buscar, esperar o nombrar responsables, jefes, mesas de conducción, alguien que conduzca. Un síndrome Paternalista al que nos han acostumbrado y que en definitiva significa aceptar decisiones que se creen buenas sin el consentimiento de los demás. Pero no somos menores de edad. Es la cultura del Sistema de Representación, que delega la responsabilidad en los elegidos para representar al grupo, pero que terminan decidiendo por su cuenta o por intereses ajenos a los mandatos acordados. Traicionan a sus representados.

No existe la Mentalidad Solidaria que dé lugar a la Democracia Participativa y Directa, con órganos colegiados para conducir y controlar las políticas de la deliberación y decisión del conjunto; coordinadores y sintetizadores de planteos, debates y conclusiones de las agrupaciones o sectores. Órganos colegiados con un mandato ejecutivo perentorio, base para construir una auténtica y eficaz Dirección Política, catalizadores de las demandas. Pero si no se cree en su eficacia no se mantienen en el tiempo.

Estas experiencias horizontales suelen darse en pequeñas comunidades, en organizaciones temporales por necesidades barriales, laborales o similares, pero más común en el origen de las agrupaciones políticas; sin embargo, en éstas últimas terminan diluyéndose en los momentos de decisiones, donde se pone a prueba la unidad y consolidación del grupo. Sucede cuando no existe la confianza de que un consejo consultivo, coordinador o ejecutivo de varios, sea más eficaz que el pensamiento o decisión de uno solo, o cuando hay intenciones ocultas que rompen la construcción democrática.

La unidad de varias agrupaciones para un frente en común es difícil, y generalmente fracasa porque suelen imponerse intereses –siempre personales- de sectores partidarios, e igualmente al interior de las agrupaciones, soslayando el objetivo pregonado. Se antepone lo personal por influencia sobre los demás miembros de los grupos.

 “La mayor de las fuerzas no yace en los números, sino en la unidad”.

Thomas Paine

Por último, las traiciones, las derrotas, la impotencia de luchar contra los molinos de viento de los aparatos políticos que siempre manejan personas poderosas –porque no son impersonales- generan la obsecuencia, resignación, el desánimo, la desesperanza y el abandono de la lucha.

Pero, contra todo pronóstico, los Frentes políticos de envergadura, provinciales y nacionales, siguen hegemonizando la política, expresados en nombres genéricos que buscan aglutinar el mayor caudal electoral posible. ¿Cuál es el elemento aglutinador? El consenso político y los compromisos que lo sustentan. Un consenso que generalmente proviene de acuerdos superestructurales de los aparatos políticos, y en menor medida de las organizaciones de base, y muchísimo menos todavía de las demandas de la población, verdadero sustento de la eficacia y fuerza de un Frente. 

Si tenemos la honesta convicción de que es posible el trabajo en conjunto, y los objetivos así lo merecen, no hay mayor satisfacción que la gratuidad de la participación. En el deber sentido por la Verdad y la Justicia, la diversidad de opiniones se debate por el camino a tomar que el objetivo a lograr.

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