Opinión

El analfabeto político

El analfabeto político como tal no existe, en realidad. Tiene un pensamiento político y una cierta conciencia, y aunque se diga apolítico, no partidario o independiente, su postura se visibiliza cuando opina y decide… o cuando no lo hace.  Decirse apolítico, es un modo de encubrir su ideología, que no es otra que falta de compromiso y corresponsabilidad. O desesperanza. No es inocente.

“El peor analfabeto es el analfabeto político. El que no ve, el que no habla, el que no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado o de las medicinas, dependen de las decisiones políticas. (…) Se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política, pero no sabe, que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, el asaltante y el peor de todos los bandidos, el político corrupto y lacayo de las empresas”.

Bertolt Brecht

Es verdad que el escepticismo en las personas, en las instituciones y en las leyes, impulsa a la gente a soluciones extremas; es propio del hartazgo, buscando un cambio radical de las cosas. Y en nuestro País -contrariamente a lo que se supone- no es tanto el rechazo ideológico y/o político partidario lo que lleva a la población a decisiones extremas, si bien los que las azuzan las promueven convenientemente con la emoción, sino que la responsabilidad absoluta es de la dirigencia, por acción y omisión, peleas internas y falta de propuestas.

¿Cuántas veces los malos ejemplos y acciones de los dirigentes -políticos y sindicales y más aun de los gobernantes- generan disidencias, desacuerdos, defecciones, alejamiento de militantes y rechazo a la participación Política? ¿Cuántas veces la población y los militantes, exhortan a la dirigencia, directa o indirectamente, llamándola a la autocrítica, a pensar primordialmente en la gente, y en cambio chocan con oídos sordos? Los dirigentes no escuchan, no ven, no ponderan correctamente las necesidades y problemáticas del pueblo y viven mirándose el ombligo; ven sólo la conveniencia de sus intereses y de quedar bien con sus obsecuentes y posibles aliados.

 “A los tibios, los vomitaré de mi boca”

Apocalipsis 3,15-16

Es la Burocracia Política la que obscurece los caminos, paralizando cualquier cambio y mejora. Insiste absurdamente con engaños de glorias pasadas y en promesas no creíbles, arrastrando las buenas intenciones y honesta fe de quienes todavía depositan en ellos su confianza. Incapaces de bregar por la unidad, rechazan cualquier disidencia o alternativa, sin cejar en su soberbia y pensamiento burgués.

No siempre la gente toma malas decisiones. ¿Quién puede juzgarla? ¿Puede alguien negar que la mayor responsabilidad la tienen los dirigentes? ¿Que son culpables de dejar desprotegida y a merced del engaño, la emoción y la mentira de los aprovechados a la población? Porque esto ya ha ocurrido, pero no con el desparpajo que hoy aparece. Si viene un mentiroso con otra canción, ¿qué mentiroso puede decir con verdad que el otro lo es? Entonces no hay que ser ingenuos de creer que la gente es responsable de malas o equivocadas decisiones.

El Gobierno no es el único culpable por el abandono de la regulación de los Medios y Redes sociales. Estos con sus dueños buscan dirigir la opinión pública con información falaz y malintencionada, induciendo un relato alienante e hipnótico, que dibuja en la sociedad una realidad ficticia, que oculta la Verdad, justifica la injusticia y la desigualdad. La adhesión e identificación con estas ideas transforma y trastorna la mente y los sentimientos de las personas, que terminan aceptando su propio perjuicio.

“Me paré en esa equina con lápiz y papel, intentado mostrarle los números a la gente. Si (…) intentas enseñarles las cifras, no lo verán, producto del sudor que sale de su propio trabajo duro. Y es probable que hasta te den una paliza”.

Sean Penn ‘Todos los hombres del Rey’

Tarde o temprano, nada se oculta bajo el sol. Con sus consecuencias buenas y malas, indudablemente. Pero, con mucho sufrimiento. Si hacemos lo que debemos -romper definitivamente con la Burocracia Política, con los mismos de siempre, con sus prácticas del dedo, prebendas, sobornos y padrinazgos, rechazándolos absolutamente- y generar debates públicos, inclusivos, con organismos creados por las mismas bases, comunitarios, colegiados y no unipersonales, contextuales, diseñando nuevas formas de hacer Política, y promoviendo Proyectos que salgan de la gente con estamentos de Control Popular, se podrá asegurar un Gobierno Justo y penalizar a los que cometen delitos gubernamentales e institucionales, y con retroactividad a los que los hayan cometido.  

Sin Verdad, Justicia y reparación de lo Público, no hay posibilidad de una convivencia basada en normas del respeto a nuestra dignidad y asentada firmemente en un Derecho que no admita las Positivistas argucias legales que benefician a poderosos y delincuentes. Estos objetivos son reales, y serán posibles si confiamos en la corresponsabilidad que nos compete. En la lucha solidaria se construye el bienestar común. 

Respecto a los que se dicen apolíticos, que esperan que otros hagan lo que ellos no hacen o lo que ellos creen que no pueden hacer, y no quieren verse expuestos o no se animan, desconocen que, aun rodeados de un mar de corrupción, malos ejemplos, angustiosa situación económica o marginalidad, ellos no sólo pueden, sino que es su deber, construir algo bueno. Es precisamente aquí, en su decisión personal de creer y aceptar su capacidad, donde se hacen presentes cualquier claridad y esperanza por muy pequeñas o sin importancia que parezcan.

“Si los gobernantes hubiesen hecho hace mucho, mucho tiempo, lo que fuera por el Pueblo, éste no se hubiera hartado” .

La responsabilidad mayor la tiene la dirigencia, en ancas del Pueblo que trabaja como un buey.  “Decir que no se sabe, es no querer saber; decir que no se puede, es no querer hacer”.

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