El silencio de Poggi: la ausencia que golpea a la democracia puntana

Mucho le costó al país consolidar una democracia para que un gobierno decida, con liviandad, desdeñar una elección. La razón de ser del sistema democrático es la participación: la opinión, el debate y la asistencia a las urnas. Por eso, la decisión del gobernador Claudio Poggi de impedir que su partido ni las alianzas que lo llevaron al poder participen en los comicios legislativos del próximo 26 de octubre es un golpe al corazón del sistema político puntano. Más que un gesto histórico, se trata de un renunciamiento patético.
El silencio y las especulaciones
Poggi guarda para sí las razones de su autoexclusión, aunque deja abierto un abanico de especulaciones que ni él ni sus dirigentes se ocupan de desmentir. ¿Temor a una derrota que erosione su caudal político? ¿El deseo de frenar candidatos propios que puedan opacar su liderazgo? ¿La intención de desvalorizar de antemano el resultado electoral? Cualquiera de estas motivaciones expone a un gobernador incapaz de comprender la realidad provincial.
Una sociedad que se aleja de las urnas
Uno de los hechos más preocupantes de las elecciones de mayo fue la baja participación ciudadana. El ausentismo fue interpretado, incluso por los propios políticos, como una respuesta a la desazón generalizada que la sociedad siente hacia la dirigencia. Frente a ese panorama, resulta contradictorio –cuando no hipócrita– que el oficialismo decida marginarse de la contienda legislativa, debilitando aún más el vínculo entre el pueblo y las instituciones.
A este país le costó sangre y muerte conquistar la posibilidad de votar. No se la puede despreciar con la frivolidad con la que lo hace “Avanzar San Luis”.
La importancia de los representantes
El poggismo tampoco parece dimensionar el rol de los diputados nacionales, quienes representan la soberanía de cada provincia y defienden sus intereses en el Congreso. Renunciar a esa presencia es entregar a San Luis a una irrelevancia peligrosa, una traición a la confianza del electorado que no puede pasarse por alto.
La ausencia del oficialismo abre la puerta a un reacomodamiento forzoso de los votantes, que deberán buscar alternativas en espacios quizá lejanos a sus convicciones. Así se destruye la confianza política y se acelera la autodestrucción de un sistema de poder que en menos de dos años mostró fisuras profundas.
El radicalismo, en la encrucijada
En este escenario, la actitud de la UCR provincial suma otro capítulo de decepción. El partido centenario, históricamente defensor de la democracia, hoy está conducido por Juan Álvarez Pinto, dirigente que parece más preocupado por negociar espacios en el Ministerio de Turismo y Cultura que por honrar el legado de Balbín, Yrigoyen o Alfonsín. Algunos referentes radicales ya levantaron la voz, pero el daño a la identidad partidaria está hecho.
El contraste con otras fuerzas
Mientras tanto, otros frentes políticos decidieron presentar candidatos propios, aun con escasas posibilidades de triunfo. Lo hacen desde el consenso y con un mensaje claro: participar es el valor central de la democracia. Aunque minoritarios, su actitud resalta frente a la huida del oficialismo, que prefiere callar sus verdaderas razones y esconderse en la oscuridad.
Un retroceso histórico
La retirada de Poggi marca la primera vez en 40 años de democracia que el oficialismo de San Luis renuncia a poner en discusión su gestión en una elección legislativa. Se le niega así a la sociedad la posibilidad de expresarse sobre el rumbo del gobierno.
El gobernador y sus funcionarios no vinieron a hacer una revolución, sino a administrar silencios y ocultamientos. Y este silencio –el de su ausencia en las urnas– es, quizás, el más estruendoso de todos.