Entre la censura y la amenaza: vivir en San Luis hoy

Por Eugenia Catalfamo
En San Luis, la vida cotidiana de miles de ciudadanos se ha convertido en un ejercicio de resistencia silenciosa. Bajo la gestión de Claudio Poggi, el miedo dejó de ser un sentimiento individual para transformarse en política de Estado. La amenaza, la censura y la persecución se instalaron como herramientas de control, sofocando la libertad y castigando a quienes se atreven a pensar distinto o reclamar por sus derechos.
Docentes, médicos, policías, empleados judiciales y prestadores de salud son algunos de los sectores que sufren hostigamiento cotidiano. Reclamar por salarios, exigir insumos o plantear mejoras laborales se traduce en sanciones, desprestigio público o directamente marginación.
La independencia de poderes, lejos de ser una garantía, se ve vulnerada en la justicia, donde jueces y fiscales que buscan actuar con autonomía padecen presiones políticas y campañas mediáticas de escarnio. Lo mismo ocurre con la oposición política: denuncias fabricadas y operaciones de prensa buscan anular el debate democrático.
Los medios oficialistas refuerzan este cerco al amplificar un relato único y borrar las voces críticas. La censura, lejos de ser una sospecha, se ha convertido en práctica cotidiana.
San Luis vive bajo un clima de persecución que desnuda la inseguridad de una gestión que eligió gobernar desde el miedo. Pero la historia enseña que ningún pueblo se somete para siempre. El silencio puede durar un tiempo, pero la dignidad siempre encuentra caminos para hacerse escuchar.