En el siglo XIX, Gran Bretaña era una potencia económica y su prosperidad estaba en gran medida vinculada al comercio de esclavos y a la producción en las colonias basada en el trabajo esclavo. Muchos miembros del Parlamento y la élite británica tenían intereses directos en las plantaciones esclavistas o se beneficiaban indirectamente de esa economía basada en la esclavitud.
Pese a su posición privilegiada y los beneficios económicos que obtenían de este sistema, una minoría influyente en el Parlamento —en gran parte impulsada por el movimiento abolicionista liderado por figuras como William Wilberforce— abogó por la Abolición de la Esclavitud. La aprobación del Slavery Abolition Act en 1833 significó:
- La liberación de más de 800,000 esclavos en las colonias británicas.
- Una indemnización a los propietarios de esclavos, pero no a los esclavizados.
- Un impacto económico negativo para muchos miembros de la clase dirigente y mercantil británica que dependían del trabajo esclavo.
- Aunque los propietarios de esclavos fueron compensados, muchos miembros de la élite británica reconocieron que estaban sacrificando una fuente de riqueza personal por un principio moral y una causa de justicia que beneficiaba a una mayoría oprimida.
Este caso ilustra cómo una minoría privilegiada tomó una decisión que representó un retroceso económico y social para ellos, pero que fue crucial para cambiar las condiciones de vida de una mayoría desfavorecida. Es un ejemplo poderoso de cómo los valores éticos pueden prevalecer sobre los intereses particulares.
La crisis argentina: dos tercios en la lucha por la supervivencia
En Argentina, hay aproximadamente dos tercios de la población padeciendo la crisis económica del gobierno de los hermanos Milei y su equipo libertario, el desempleo, la recesión, los altos índices de pobreza e indigencia.
Simultáneamente, el tercio restante, aproximadamente, se debate en esta época estival si veranear en el país o en el exterior, habida cuenta de la ventaja que ofrece el tipo de cambio.
Esta situación refleja una profunda brecha socioeconómica que se ha acentuado en Argentina y en otros países con sistemas económicos desiguales. La coexistencia de estas realidades paralelas —una mayoría que lucha por satisfacer necesidades básicas y una minoría que enfrenta decisiones de consumo y ocio privilegiadas— plantea cuestiones éticas, sociales y económicas de gran relevancia.
El contraste de las crisis
- La dualidad de las crisis: Una crisis económica no afecta a todos de la misma manera. Mientras que los sectores vulnerables enfrentan desafíos existenciales como el desempleo, la pobreza y la inseguridad alimentaria, una minoría tiene la capacidad de capitalizar oportunidades derivadas de la misma crisis, como un tipo de cambio favorable para viajes al exterior. Este contraste evidencia cómo las crisis pueden, paradójicamente, beneficiar a algunos mientras devastan a otros, perpetuando la desigualdad estructural.
- La desconexión social: La existencia de estos mundos paralelos pone de manifiesto una fragmentación social. Para una parte de la población, las preocupaciones giran en torno a la supervivencia; para otra, las elecciones giran en torno al consumo. Esta desconexión puede erosionar la empatía social y alimentar tensiones entre clases, dificultando la cohesión nacional necesaria para abordar desafíos comunes.
- El rol de las políticas públicas: En un país con desigualdades tan marcadas, es imprescindible un enfoque político que no solo apunte a mitigar la pobreza, sino también a redistribuir oportunidades. Esto implica gravar de manera equitativa a los sectores que poseen más recursos, fortalecer el acceso a servicios esenciales para todos y promover un modelo económico inclusivo.
- La narrativa de la responsabilidad: Si bien es natural que las personas que poseen recursos busquen maximizar su bienestar, también surge la pregunta de cuál es el rol de la solidaridad social en estos contextos. ¿Existe una responsabilidad moral hacia quienes están padeciendo? ¿Cómo puede un sector privilegiado contribuir, desde sus posibilidades, a una sociedad más equitativa?
- Un llamado a la reflexión: Este contraste puede ser una invitación para quienes pertenecen al tercio privilegiado a replantear su rol en esta crisis. No se trata de demonizar a quienes gozan de mayor estabilidad económica, sino de fomentar una mayor conciencia social, incentivando el consumo local, el apoyo a comunidades desfavorecidas y la participación activa en iniciativas que promuevan la equidad.
Quién tiene la responsabilidad del cambio
1. Los dos tercios afectados por la crisis: capacidad y desafíos Este sector, compuesto por las personas que enfrentan pobreza, indigencia, desempleo y precarización, parece tener la urgencia más evidente para rebelarse, ya que son quienes sufren directamente las consecuencias más graves del sistema.
Ventajas:
- La mayoría numérica: Son el grupo más amplio de la población y, por tanto, tienen el potencial de ejercer una presión colectiva significativa.
- El motor de la necesidad: Las carencias materiales y la falta de acceso a derechos esenciales pueden convertirse en catalizadores para exigir transformaciones profundas.
- La historia como guía: Movimientos sociales liderados por sectores marginados han sido determinantes en luchas históricas por justicia social, como el peronismo en Argentina o los movimientos campesinos en América Latina.
Desafíos:
- Fragmentación: La urgencia por sobrevivir dificulta la organización política sostenida, ya que las preocupaciones inmediatas suelen primar sobre las estratégicas.
- Desilusión y apatía: Décadas de crisis recurrentes y promesas incumplidas pueden haber generado un desgaste emocional y una desconfianza hacia el sistema político.
- Falta de recursos: Las limitaciones materiales dificultan el acceso a herramientas de movilización, comunicación y articulación nacional.
2. El tercio privilegiado: responsabilidad y capacidad Este sector, compuesto por quienes están en mejor situación económica, también podría asumir la responsabilidad de liderar un cambio, pero su motivación y posición presentan características distintas.
Ventajas:
- Mayor acceso a recursos: Este sector posee recursos económicos, educativos y comunicacionales que pueden ser clave para articular movimientos políticos efectivos.
- Capacidad de influencia: Su posición privilegiada les otorga acceso a redes de poder, tanto en el ámbito político como empresarial.
- Impacto en el consumo: Alrededor de su capacidad de decisión económica se pueden movilizar estrategias para redistribuir riqueza o estimular sectores productivos.
Desafíos:
- Intereses creados: Es difícil esperar que un sector que se beneficia del statu quo promueva cambios que puedan significar una redistribución de poder y recursos.
- Desconexión de la realidad mayoritaria: Muchos miembros de este grupo pueden estar aislados de las experiencias de la mayoría, lo que limita su sensibilidad y voluntad de acción.
- Individualismo: La cultura meritocrática en sectores privilegiados puede fomentar la idea de que cada quien debe resolver sus propios problemas, dificultando la solidaridad colectiva.
Una convocatoria a los nuevos Wilberforce
El desafío histórico que enfrenta la Argentina en el siglo XXI nos lleva a una pregunta ineludible: ¿quiénes serán los William Wilberforce de nuestra época? ¿Quiénes, desde una posición de privilegio, estarán dispuestos a levantar la voz contra las injusticias estructurales, a sacrificar parte de su comodidad para construir un país más inclusivo y justo?
Así como Wilberforce dedicó su vida a luchar contra un sistema que beneficiaba a su propia clase, ¿existen hoy en Argentina líderes —en cualquier ámbito, desde lo político hasta lo empresarial o cultural— capaces de poner principios éticos por encima de intereses personales? Más aún, ¿cómo pueden unirse esas voces a los clamores de los sectores más afectados, no para actuar desde la caridad, sino desde un compromiso profundo con la igualdad?
La historia nos enseña que los cambios trascendentales son posibles cuando los privilegiados se convierten en aliados de los oprimidos, cuando el sacrificio personal abre caminos colectivos hacia una sociedad más equitativa. La pregunta no es solo qué sector tiene más responsabilidad o capacidad de rebelarse, sino quiénes darán el primer paso para trascender intereses de clase y abrazar la causa común de una Argentina más justa.
¿Dónde están los Wilberforce argentinos? Tal vez sean empresarios que eligen invertir en proyectos inclusivos, políticos que se niegan a perpetuar un sistema desigual o ciudadanos que, desde su propia posición, deciden comprometerse con el cambio. La convocatoria está abierta para quienes estén dispuestos a transformar el privilegio en justicia y el individualismo en solidaridad.