Cuentan que hubo un Rey al que le hicieron creer que podía vestirse con un traje fabuloso; invisible –le dijeron- para los que no eran inteligentes. El Rey salió de paseo con su traje, escuchando a la multitud que alababa su elegancia para parecer inteligente también, hasta que un niño gritó: “¡El Rey está desnudo!”
Nuestro País hoy sufre las consecuencias de una política económica neoliberal que sumió al país en una economía inestable, con escasez de divisas internacionales, insuficiencia regulatoria del Estado, presión de los fondos multilaterales, hegemonía agroexportadora, alta inflación, desequilibrio de las finanzas públicas, ausencia de un plan productivo de inversión y de una economía autosustentable. Esta situación no fue natural. Fue producida. Pero ¿quiénes han sido responsables? ¿Los trabajadores? ¿Sólo los gobiernos? ¿O los grupos económicos? Las autodenominadas leyes económicas no son naturales. Son regularidades de fenómenos producidos por los comportamientos de supervivencia, avaricia y egoísmo humanos.
La clara intencionalidad política expresada públicamente por los grandes grupos de poder y sus representantes políticos y corporativos, especialmente del campo y la gran industria, así como de las multinacionales, presionando para una devaluación del peso, o lo que es lo mismo para devaluar el salario real de los trabajadores y el valor de la producción nacional, constituyen ya no una batalla por la puja distributiva del ingreso, que es deber del Estado regularla para que sea justa, sino una manifiesta intención desde los grupos de poder de acaparación de gran parte de esa riqueza que producen los trabajadores. Esto identifica cada vez más a los sectores que acumulan riqueza por un lado, y a los que se empobrecen por el otro.
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