Desde San José 1111, con amor y coraje. El mensaje de Cristina a la Plaza de Mayo

Hola, ¿qué tal? ¿Cómo están, queridos compatriotas, en esa maravillosa e histórica Plaza de Mayo? Bueno, espero que muy bien. Yo, aquí, en San José 1111, firme y tranquila. Eso sí, con prohibición de salir al balcón. Dios mío, qué cachivaches que son.
Quiero agradecerles a todas y a todos las increíbles muestras de afecto y de cariño de todos estos días, acá en la puerta de mi casa y en distintos puntos del país. Gracias de corazón. Los he escuchado cantar consignas, cantar la Marcha, cantar el Himno Nacional con mucha pasión, pero quiero contarles que lo que más me gustó fue escucharlos cantar otra vez “Vamos a volver”. No lo hacíamos desde hacía muchísimo tiempo —demasiado, tal vez— y me gusta ese “vamos a volver” porque revela una voluntad: la de volver a tener un país donde los pibes puedan comer cuatro veces al día y en el colegio les den libros y computadoras; que los laburantes lleguen a fin de mes y puedan ahorrar para comprarse un autito, una casita, un terrenito… algo que sea de ellos, conseguido con el esfuerzo de su trabajo. Bien peronista.
Los jubilados tenían remedios. Dios mío, ese país no fue ninguna utopía. No, no, no, no. Lo vivimos durante 12 años y medio. Y, además, lo dejamos desendeudado, como a las familias y a las empresas. Increíble lo que han hecho, cómo han destruido. Pero así como aquello fue una realidad, yo les quiero decir que este modelo que ahora encarna Milei —que no es diferente a los de otrora— se cae. Y se cae no solo porque es injusto e inequitativo, no solamente por eso, sino fundamentalmente porque es insostenible en términos económicos. Tiene vencimiento, como el yogur. Y no es nuevo. Ya lo vimos con Martínez de Hoz en el ’76 y con Cavallo en los ’90.
Porque me pregunto: ¿cómo se sostiene un modelo económico donde la gente tiene que tarjetear la comida del día a día y, encima, después no puede pagar la tarjeta? ¿Cómo subsiste un país donde es mucho mejor comprar comida, viajar, comprar ropa afuera, porque es más barata que lo que está aquí, adentro del país?
Y mientras esto sucede, el ministro de Economía —el impresentable de Caputo— alquila dólares, alquila dólares para simular que tiene reservas. ¿Realmente hay alguien que pueda pensar seria y sensatamente que esto es sostenible? ¡Mi Dios! Más “chanta” no se consigue.
Y lo peor es que el verdadero poder económico sabe que este modelo no tiene futuro. Sabe que se cae. Y por eso es que estoy presa.
Pero hay algo que deben entender todos y todas —incluso ellos, los del poder económico concentrado—: pueden encerrarme a mí, pero no van a poder encerrar a todo el pueblo argentino. Los que están asustados no somos nosotros. Son ellos.
Hace exactamente una semana lo pregunté. Lo dije. Que si dicen que yo estaba acabada, que nadie me quería, que no me dejaban competir… Bueno, ya respondieron. Ya respondieron. Y la respuesta es esta: yo aquí, presa, en San José 1111, sin siquiera poder salir al balcón.
Menos mal que no tengo macetas con plantas, porque ni siquiera las podría regar. ¿Qué sé yo? Gente ridícula, si las hay.
¿Y saben por qué no me dejan competir? Porque saben que pierden.
Por eso, en esta etapa, es necesario organizarse para clarificar. Repito: organizarse para clarificar cuál es el verdadero problema que tiene nuestro país, que no es más ni menos que un modelo económico en el que se enriquecen unos pocos y el resto, la ñata contra el vidrio. Y esto está sostenido por un andamiaje judicial que, al mismo tiempo que mantiene vigente a adefesios como el Decreto 70 —que directamente modificó la Constitución—, me mete presa a mí.
Simple y sencillo. Fácil de entender: poder económico + partido judicial. Y el resto, que se joda.
Hoy es el momento de demostrar que vamos a defender la democracia con las mismas herramientas con las que la construimos: sin violencia, pero con coraje; sin miedo, pero con absoluta claridad del momento histórico que estamos atravesando todos los argentinos. Con amor. Lo vamos a hacer con mucho amor, como siempre. Con amor profundo por esta Patria que tantas, tantísimas veces intentaron arrodillar, pero que tantas veces supo levantarse, una y otra vez.
El pueblo argentino ya lo demostró mil veces: que sabe ponerse de pie, que sabe resistir, que sabe organizarse, que sabe luchar… y que si lo expulsan, también sabe volver. Volví con Perón, volví con Néstor.
Yo no sé exactamente qué me depara el futuro inmediato. No tengo una bola de cristal. Pero sí sé algo: ya he pasado por casi todo en esta vida. Viví una dictadura que desapareció a 30.000 argentinos y argentinas. Viví múltiples intentos de saquear el país y dejar al pueblo sin derechos. Viví el ejemplo y el enorme —y terrible— sacrificio de Néstor y todo lo que nos costó construir aquella década, no solamente en términos políticos, sino —te diría— hasta en términos personales y de familia. Viví también un intento de asesinato. La verdad, no me ha faltado nada en estos años.
Y he soportado este proceso judicial infame, que se arrastra desde hace años y que llegó a su fin con la misma corrupción judicial con la que empezó.
Bueno, queridos argentinos y argentinas: vamos a volver. Y además, vamos a volver con más sabiduría, con más unidad, con más fuerza. Y desde donde me toque estar —desde la trinchera que sea— voy a seguir haciendo todo lo que esté a mi alcance para estar ahí, junto a ustedes. Como ustedes siempre han estado también junto a mí.
Pero lo vamos a hacer porque tenemos algo que ellos jamás van a tener ni van a poder comprar, por más plata que tengan: tenemos pueblo, tenemos memoria, tenemos historia, y tenemos patria.
Vamos a volver, argentinos y argentinas. Lo vamos a volver a hacer. Una y mil veces, como se ha hecho desde el fondo de la historia. Los pueblos, los pueblos finalmente siempre vuelven.