¿Qué pasó…? Entre luces y sombras

Cuando los pueblos están sumidos en la obscuridad, viendo no ven, y oyendo no oyen. Sus dirigentes son desconocidos, elegidos por la obscuridad de otros, ciegos que conducen a otros ciegos, y todos, todos, caen en el mismo pozo. En tanto…
Nadie ve ni escucha ni hace nada por el sufrimiento del prójimo, ocultado por discursos, promesas y obras que no son ni sociales ni prioritarias que atiendan a sus necesidades básicas, al cuidado y a una vida digna. Se ve y critica a las consecuencias, pero no se quiere ver ni aceptar las causas que las producen.
“El profundo egoísmo que marca a la sociedad actual en la lucha por la supervivencia, desenmascara a una sociedad podrida y desencajada”.
Ensayo sobre la ceguera. Novela de José Saramago
Podemos pensar que es la pereza o conveniencia de no preocuparnos más que de nosotros mismos, pero además de indiferencia, es desidia -negligencia de ocuparse de los deberes que nos competen hacia los otros y a nosotros mismos, y de hacerlo como corresponde-, o lo que es peor, conscientemente dejar que los Otros sufran y se las arreglen -en el mejor de las intenciones- como puedan.
Muchos están… ¿azorados? del maltrato del gobierno, de la tremenda violencia y lenguaje soez, grosero y sucio de parte de gobernantes, periodistas, comunicadores sociales y usuarios de redes sociales. Y la mayoría de los que ocupan cargos de gobierno, ejecutivos, legislativos y judiciales, como también sindicalistas, políticos, académicos se ven hipócritamente sorprendidos de la liviandad, del autoritarismo e irrespeto caprichoso de las medidas del gobierno y de la indiferencia y complicidad con que se atenta a la Constitución y se suspenden por decreto sus artículos. Dejar hacer, también es complicidad. Se reprime y judicializa a la protesta -ayer a las Organizaciones Sociales y Políticas, y hoy a los Jubilados- amparándose en un sistema Judicial y Legislativo que no tolera el disenso, la opinión y la participación, haciendo oídos sordos a los gritos y desesperación de la gente, transformándose en antros de oportunismo y lobbies de intereses.
Una Constitución, un Estado, un Sistema Político y Poderes que posibilitan eso, se vuelven intrínsecamente ilícitos cuando soslayan la confianza y voluntad popular favoreciendo la injusticia, el saqueo económico y la desigualdad. ¿Qué hacen nuestros legisladores, gobernadores, intendentes…?
¿Y el resto, de qué se sorprende? La Cultura, el lenguaje, lo simbólico, la moral, la religión y los deseos desordenados, todo eso siempre existió al interior de las instituciones y de los grupos, especialmente si son políticos y gremiales, porque el egoísmo prevalece en cuestiones de deseo, intereses y poder. Pero ahora…. Esa barrera tanto moral, o de respeto a la cultura, a las costumbres, a la Ley, a la Religión, al Otro… no existe más. No hay allí más hipocresía, es todo público y abierto. La política, los políticos, los gobernantes, los sindicalistas, todos se muestran tal cual son y en lo que se han transformado, sin ningún pudor. Nada se oculta, todo se visibiliza, y esto va más allá del desprecio, de la discriminación, de la xenofobia, y del desprecio a los pobres. Se institucionalizan las amenazas y a la larga, la muerte misma.
¿Qué pasó? Toda la partidocracia tradicional y los movimientos progresistas y radicalizados, todos, todos, pegan el grito y están desconcertados por la tremenda violencia e impunidad del escarnecimiento público, del odio expreso de parte del gobierno, y también de la mentira institucionalizada, la posverdad periodística, y el vergonzoso manoseo del sistema legal argentino en función de intereses y venganzas políticas, pero… ¿Acaso hay sorpresas? Lo que antes estaba oculto, hoy se manifiesta sin vergüenza ni tapujos. La Verdad, la Ética y la Justicia están ausentes.
Los que han llegado al gobierno usan la emoción y la maldad al desnudo, sin hipocresías, y no es de creer que los sorprendidos estén azorados y desconcertados como la mayoría de la población que en la confianza aportada esperan honestamente el mayor bien. Los que nos gobiernan, son el resultado del egoísmo y malicia de nuestros propios dirigentes, en aquellos en los que creíamos, tanto auto-referenciados como digitados, ésos que siguen negociando sueños, ideales y la buena voluntad popular con el mal ejemplo de burocracia, digitación de candidatos, el enriquecimiento y saqueo de los bienes públicos con la excusa de beneficios a la población que no son ni reales ni muy evidentes.
La incultura, la grosería, la soberbia y el autoritarismo, el negacionismo y la reinvención de la Historia Argentina para justificar matanzas de pueblos originarios y de movimientos populares, dictaduras y entrega del patrimonio y soberanía nacionales, es una ominosa tempestad que ha derribado toda verdad, toda justicia y humanismo. La emoción y el deseo imperan. Se reivindica a criminales militares y económicos, en tanto se pretende borrar de la memoria colectiva a los que han dado la vida y el ejemplo en distintas luchas por derechos y una mejor vida para la sociedad.
La Justicia ha dejado de ser ciega e imparcial, para volverse tuerta y más parcial que nunca. La Politiquería, hija de los intereses económicos, de los cargos y del poder, ha desvirtuado a la Política, que ha perdido el rumbo y se ha desnaturalizado, despreciando la confianza, la lealtad, la participación y el servicio desinteresado al Pueblo; incólume, insensible, en lugar de ser el canal de las decisiones populares y guía para el bienestar de la población, amén del cumplimiento del Derecho.
No se puede justificar el oportunismo político. No podemos ser ciegos apoyando a los que hacen mal a la gente, pensando que en nuestro contexto municipal y provincial no nos afectan las malas políticas gubernamentales de la Nación. No podemos darnos el lujo de hacernos los ingenuos o distraídos pensando que los que apoyan a los que oprimen a la población, los que enriquecen a los ricos, los quitan remedios y beneficios sociales sumiendo en la desesperación del desempleo, la inseguridad y desamparo a los trabajadores, son buena gente. No lo son. Son engañadores para mantenerse en el gobierno. Son continuistas de la parálisis y abulia del no progreso, de la no participación, del no sueño, de lo mismo de siempre. Pero hay que cambiar. Hay que buscar y exigir la Verdad. Es posible. Nada de media luces y medias sombras. Nada de hacernos los desconcertados de los ¿Qué pasó? El verdadero cambio viene con el ejemplo, la honestidad, la transparencia, la decencia, la participación y deliberación popular, la coherencia moral y espiritual, la coherencia en los ideales y el amor al prójimo.
No hay que mentirse.
“Vivir en la Verdad, conduce a la Justicia”