El arca odiosa
Después de la Babel odiosa parece recurrente acudir a las historias bíblicas; pero nada es al azar y algo debe haber porque tengo entendido que dentro del judaísmo, como pasa en todas las religiones, hay facciones, desprendimientos, acepciones, maneras de interpretar y cosas por el estilo.
Resulta que -investigando- aparece una que está vinculada con el Arca de Noé; o sea, entre tanta inmundicia, pecados e idolatrías un patriarca recibió la misión divina de recapitular el mundo construyendo un arca y llevando a ella uno o dos ejemplares de todos los seres vivos; después llovió durante 40 días y 40 noches hasta que el sol salió.
Más allá o más acá, antes o después del rigor científico o de la aceptación por la fe, hay un hecho real que nos ocupa: con visos mesiánicos, viajes a los selectos lugares sagrados y pactos con los referentes espirituales, al «caos» recibido el 10 de diciembre nos queda como única alternativa este mamarracho que estamos atravesando devenido en singular tabla de salvación; el asunto es subirse al arca odiosa, a ver si con suficiente dinero nos salvamos en tanto los elegidos (héroes son los de Davos) te miran desde arriba inundados de babas, mientras un pasaje de transporte público vale el doble -con los mismos ingresos- de la noche a la mañana.
Ojalá que llueva y se los lleve!, porque es inadmisible que la máxima autoridad de un estado -en el que no cree- esgrima a voz en grito la amenaza de dejar a las provincias sin un peso. Y así, muchos ejemplos más.
Por suerte, no estamos en el arca odiosa; quizá esa sea nuestra única esperanza..