La Babel odiosa
Recuerdo ese episodio, en el que todas las lenguas se confundían y nadie entendía nada; en efecto y entre otras cosas, la cultura parece estar muy en peligro. Un artista que declara no haber llegado nadie (entiéndase ‘que la defienda’, si no todo lo contrario) resulta para los odiosos de siempre un contraejemplo que otro par declare que «se vayan al carajo» los que quieren arrodillarnos.
Confieso haber vuelto a escuchar el mensaje porque había sido presentado con un sentido diametralmente opuesto, haciendo decir y valer lo que nadie quiso decir y muchos escuchar, faltando severamente a la honestidad intelectual.
Sigue fulera la cosa: en la repartija injusta seguramente han favorecido más a unos que a otros, quizá -incluso- por ser merecidamente triunfadores, populares y exitosos; pero la distribución -convengamos- no ha sido suficientemente equilibrada sobre todo con el interior profundo.
Como siempre, la nobleza obliga a desasnarnos y aprender qué es el Fondo Nacional de las Artes, el INAMU o en otro orden el CONICET; y la verdad de la milanesa es que sabemos poco y nada, pero a la hora del asado y la guitarreada ¿quién no quiere una serenata?, ¿o enfermo una vacuna?
Bueno, sepamos al menos que cuando un estado sano está presente riega las raíces de la ciencia, la historia, las costumbres, de las lenguas (y no procura confundirlas como en Babel); acá está a las claras que entre otras malicias el espantoso DNU atenta brutalmente contra quien con su libro, su voz o sus pinturas quiere vivir del arte y no del aire; al menos por lo que respecta al conocimiento con causa, un músico que quiere abrazar esa profesión y vocación no tiene trabajo rentado todos los días, o tiene que dar clases o rebuscárselas de otra manera para subsistir.
Lo más triste es que -muchas veces- para el resto nos parece fácil tirar dos pinceladas, escribir dos versos y pegar dos cuerdazos. Ni hablar de cuando tienen que cobrar o ser contratados.
A veces resulta brutal el desmerecimiento del otro por ser artista. Y en tantas ha sido tan marcada la desigualdad que -lastimosamente- unos han sido favorecidos más que otros, sobre todo (repito) los más distantes; y tampoco todos ellos -sólo algunos- han llevado su mano al corazón para que termine siendo más inclusivo el reparto, un compartir sin competir; entonces aparecen los de siempre (reitero, seguramente merecido) en desmedro de los más necesitados de una oportunidad frente al público.
Entonces ser artista no es un don de lo Alto sino una suerte de condena social; por ello el mea culpa de haber mal elegido debe incluir este espectro del arte en el sentido más amplio, porque -además- agarran todo para la mierda y tergiversan, intentan hacerte creer lo que no es o es la revés, te compran y te venden con la misma plata y utilizan los mismos argumentos que los condenan imponiéndose hasta con la violencia.
¡Por Dios, despertemos!. Antes de que sea más, tarde porque ya lo es.