Opinión

La colonia odiosa

Cuando era niño y me aplicaban colonia después del baño, me ponían una fragancia odiosa; repulsiva, como la que está transformando gradualmente nuestra Patria después de una serie de actos mórbidos, falaces, desquiciados y caprichosos. Ya hemos mencionado una serie de hechos que, poco a poco, nos están llevando a la ruina; a veces me prometo no escribir… o mejor dicho, no pensar para no escribir, pero la debilidad humana hace que caiga en la tentación de abrir los ojos y reconsiderar la realidad.

Y la verdad es que es muy difícil soportar el cinismo, la contradicción y la tergiversación de la verdad; hace poco fue Semana Santa y, sin intención de comparar, mi mente inevitablemente se remonta a un hecho histórico con implicaciones religiosas; pero todo parece coincidir, ya sea por casualidad o causalidad.

¿No es evidente lo que sucedió con el Comando Sur después de las celebraciones por la gesta de Malvinas? ¿Somos conscientes de lo que cada uno de estos acontecimientos significa en términos de independencia, autonomía y soberanía? ¿De qué libertad estamos hablando, por Dios?…

Los relatos cuentan que el Mesías vino a redimir a la humanidad; que, en cumplimiento de antiguas profecías, llegó por los más necesitados, para curar enfermos y establecer un orden que nos permitiera ser felices; aquellos que lo esperaban desde hace siglos lo rechazaron, lo insultaron y lo crucificaron con una causa injusta y engañosa hasta matarlo; pero resucitó y dejó unos cuantos seguidores que sanaban al mirarlos, como Él. No sé si, además de la colonia intelectual, el paralelismo también resulta odioso; pero es el colmo que, con semejante adoctrinamiento en las escuelas, lo hayan elegido, que invoquen a las fuerzas del cielo —a las que odian pero disfrazan de amables— para que la destrucción lenta vaya acompañada de culpa, distracción con trivialidades y, por último, la adulación del captor como un nuevo y último mesías.

Ese es el fin.

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