La juventud del Cono Sur enfrenta desigualdades estructurales que limitan su desarrollo
Más de la mitad de los 44 millones de jóvenes de 15 a 24 años en Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay enfrentan desafíos como desempleo, informalidad laboral, pobreza y exclusión educativa, según el informe Juventud Desigual: Un reto para el desarrollo del Cono Sur, elaborado por Virginia Queijo von Heideken, Marisol Rodríguez Chatruc y Belén Sotto para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Este estudio pone en evidencia las brechas socioeconómicas que perpetúan la desigualdad y limitan el potencial de una generación clave para el futuro de la región.
Una generación en riesgo: pobreza y exclusión
El informe revela que aproximadamente 25 millones de jóvenes en el Cono Sur viven en hogares pobres o vulnerables, con 8,5 millones en situación de pobreza extrema (ingresos por debajo de USD 5 per cápita por día, PPA 2011). En promedio, el 15% de los jóvenes son pobres y el 37% son vulnerables, con Brasil y Paraguay registrando las tasas más altas (superando el 20%). Los jóvenes de 15 a 19 años enfrentan tasas de pobreza que duplican las de los adultos, y las mujeres, junto con los jóvenes indígenas y afrodescendientes, son los más afectados (Capítulo 4).
La exclusión educativa y laboral agrava esta realidad. Nueve millones de jóvenes son «NiNis» (ni estudian ni trabajan), de los cuales casi 6 millones son «NiNiNis» (ni estudian, ni trabajan, ni buscan empleo). En 2022, las tasas de NiNis variaron entre el 15% en Argentina y Chile, el 16% en Uruguay, el 17% en Paraguay y el 21% en Brasil. Las mujeres y los jóvenes de los quintiles más bajos de ingresos predominan en estas categorías, perpetuando la transmisión intergeneracional de la pobreza (Capítulo 3).
Educación: avances en acceso, pero rezagos en calidad
El acceso a la educación ha mejorado, con una tasa de cobertura neta en secundaria del 89% en 2021-2022. Sin embargo, solo el 71% de los jóvenes de 21 a 23 años completa la secundaria, con altas tasas de abandono en Uruguay y Paraguay. Además, tres de cada cuatro estudiantes no alcanzan niveles básicos en matemáticas, y la brecha digital afecta especialmente a las zonas rurales y a los sectores de menores ingresos (Capítulo 2).
En los últimos años ha habido avances en la educación de los jóvenes en el Cono Sur, principalmente en la dimensión de acceso, pero el desarrollo educativo presenta heterogeneidad entre países y persiste el rezago con respecto de los países desarrollados.
La educación superior, aunque en expansión, tiene una tasa de graduación baja (15% en Argentina, Chile y Uruguay, frente al 48% en la OCDE). Las mujeres superan a los hombres en matrícula terciaria, pero están subrepresentadas en carreras STEM (37% en Brasil, 44% en Uruguay, 19% en Chile). Las brechas entre los quintiles más pobres y ricos son más amplias que en el resto de América Latina, limitando el acceso a la educación superior y perpetuando desigualdades salariales (Capítulo 2).
Desempleo y precariedad laboral: un futuro incierto
El mercado laboral presenta un panorama desalentador, con una tasa de desempleo juvenil del 21%, superior al promedio de América Latina y la OCDE. Las mujeres, los jóvenes indígenas y afrodescendientes, y aquellos en hogares de bajos ingresos enfrentan mayores tasas de desempleo y condiciones laborales precarias. La informalidad afecta al 60% de los jóvenes empleados (9 millones) y el subempleo a 2 millones, reduciendo salarios y acceso a beneficios laborales (Capítulo 3).
A pesar de sus RAR optimistas, los jóvenes carecen de habilidades socioemocionales clave como liderazgo y trabajo en equipo, lo que complica su empleabilidad. Programas de formación dual y colaboración público-privada son esenciales para alinear la educación con las demandas del mercado, pero su implementación sigue siendo limitada (Capítulo 3).
Salud mental y condiciones de vida: una crisis silenciosa
La salud mental es una preocupación creciente. La pandemia de COVID-19 incrementó el estrés y la ansiedad, y el suicidio es una de las principales causas de muerte entre los jóvenes (primera en Uruguay, segunda en Argentina y Chile). En 2019, el 80% de las muertes de jóvenes de 15 a 29 años ocurrieron entre varones, principalmente por causas evitables como violencia, accidentes de tráfico y autolesiones. El acceso a servicios de salud mental es limitado, especialmente para los jóvenes pobres, y el embarazo adolescente, aunque en descenso, sigue siendo elevado en los sectores vulnerables (Capítulo 4).
El informe también destaca que 25 millones de jóvenes viven en hogares pobres o vulnerables, con 4 millones en pobreza extrema (ingresos por debajo de USD 3,1 per cápita por día, PPA 2011). Estas condiciones afectan la salud física y mental, agravadas por el estrés y el acceso limitado a atención médica (Capítulo 4).
Violencia y crimen: una amenaza desproporcionada
La violencia interpersonal es la principal causa de muerte entre los jóvenes, representando el 40% de los fallecimientos de 15 a 29 años, frente al 10% a nivel global. Los hombres son las principales víctimas de homicidios, mientras que las mujeres enfrentan violencia sexual y de pareja. Factores como la exclusión socioeconómica, el crimen organizado y las pandillas agravan esta problemática. La violencia en las escuelas y el impacto del uso de internet, incluyendo la difusión no consentida de imágenes íntimas, son preocupaciones emergentes (Capítulo 5).
El informe subraya que las intervenciones punitivas son ineficaces. En cambio, programas como la terapia cognitivo-conductual, el fortalecimiento familiar y la educación muestran resultados prometedores para prevenir la violencia y el crimen (Capítulo 5).
Reflexiones finales: un llamado a la acción
En su capítulo final, el informe reflexiona sobre la urgencia de implementar políticas integrales para abordar las desigualdades. La educación sigue siendo una herramienta poderosa para combatir la pobreza, con altos retornos salariales para quienes completan la secundaria y la educación superior. Sin embargo, estos beneficios se concentran en los jóvenes de entornos favorecidos, perpetuando la desigualdad. Las políticas deben enfocarse en los más vulnerables, combinando educación, empleo, apoyo psicológico y prevención de la violencia (Capítulo 6).
El desarrollo futuro del Cono Sur depende de las intervenciones actuales. “Avanzar en este camino no solo es fundamental para cada joven, sino para el desarrollo de la región en general”, concluyen Queijo, Rodríguez Chatruc y Sotto. Recomendaciones incluyen becas y transferencias económicas para reducir el abandono escolar, programas de formación dual para mejorar la empleabilidad, políticas de salud reproductiva y acceso a anticonceptivos, y enfoques preventivos contra la violencia (Capítulo 6).
Fuentes: Juventud Desigual: Un reto para el desarrollo del Cono Sur (BID, 2024), por Virginia Queijo von Heideken, Marisol Rodríguez Chatruc y Belén Sotto. Referencias específicas: Capítulo 2 (educación), Capítulo 3 (empleo y NiNis), Capítulo 4 (pobreza y salud), Capítulo 5 (violencia y crimen), Capítulo 6 (reflexiones y políticas).