Opinión

La zozobra odiosa

A medida que el tiempo transcurre la zozobra se vuelve odiosa; basta una mirada como para interrogar (nos) -y al buen decir de nuestra entrañable amiga – ‘¿qué nos está pasando?’-. Es cierto, hemos mal elegido por acción u omisión pero, a decir verdad, vamos como de mal en peor.

¿Está a mano el dato de cuánto se lleva emitido en este corto lapso?; digo porque la inflación tan criticada ahora no parece ser tan cruel, ya que la intencionalidad es llegar a la famosa dolarización mientras el ahogo hunde a la gente común y de a pies; es doloroso que, con banda presidencial y todo, a gritos vaya la amenaza de dejar sin un peso a las provincias mientras algunos de sus diputados votan una frustrada ley que deliberadamente los perjudica y daña.

Pena es ver el aumento -en general e indiscriminado- de bienes y servicios, en especial del transporte público; o que gratuitamente resulte provocada una nación que ya pasó por aquí con dos atentados (¿dónde habrá quedado la memoria y justicia?) y que no olvida ni perdona. ¿No es llamativo que el más alto funcionario del primer país, y además en guerra, que trafica órganos y personas haya estado aquí mientras ahora se compran aviones de guerra? ¿Será que el Muro o el Papa puedan revertir tanta incoherencia, soberbia, insensibilidad, capricho y poder sin autoridad?

El arrepentimiento sin enmienda no alcanza, no sirve; alcanza para darnos cuenta qué tarde se ha hecho tan temprano, sirve para condolernos y buscar un camino cierto; será que la política sin convicciones está de moda y hasta queda bien que hoy nos insultemos y mañana nos abracemos como si hubiésemos dormido juntos. Dios nos guarde y no nos desampare, pero tenemos que estar despiertos, en velas como el centinela, rogando y con el mazo dando para que -por favor y por el bien del todos y todas- esta pesadilla termine.

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