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Recuperar la cordura (o caer en la condena de Sísifo)

Vivimos una catástrofe en desarrollo. Y está empeorando. Sería de ingenuos creer que va a mejorar. No va a mejorar. Va a empeorar. Son días difíciles y dolorosos. Ya lo estamos viendo. Pero muchos, lamentable y ominosamente, no lo ven. Si dejamos que siga el despojo, la mentira inflacionaria en tanto suben precios y tarifas, el saqueo a los trabajadores y jubilados para pagar deudas externas y ajenas en lugar de impuestos al Poder Económico, si permitimos que nos sigan engañando con un futuro que no existe ni vendrá, porque nada bueno sale de lo malo, entonces caminamos como corderos al matadero. Lo peor, que cada día se pierde la esperanza.

No hay que confundir la mentira de la verdad que dicen nuestros gobernantes con la violenta realidad de todos los días. Cuando algo es bueno, enseguida tiene consecuencias buenas. Cuando es malo, su consecuencia es mala. ¿Qué de bueno puede tener desguazar al Estado que nos pertenece a todos, y que no es de ningún gobierno, destruir la Industria, el comercio, arrojando al desempleo a miles de familias, ajustando a la población entera mientras el campo, los bancos y los grandes industriales se enriquecen? ¿Qué de bueno tiene quitarles los remedios, beneficios y derechos adquiridos a los ancianos en décadas de trabajo y muchas veces de sufrimientos e injusticias de sus empleadores, reprimiendo sus legítimas protestas por una mejor calidad de vida?

Nada más terrible que hacer victimarios a las víctimas. La verdadera casta -los grandes Grupos del Poder Económico- nos gobiernan a través de políticos y sindicalistas que vergonzosamente negocian con ellos. Y que ni siquiera pueden protestar, movilizar ni conducir, en primer lugar, porque no son creíbles, y en segundo lugar, porque temen la represión y la perdida de privilegios, extorsionados por el gobierno.

Este gobierno arroja sobre la opinión pública sistemáticas y metódicas locuras, acusaciones, escándalos tras escándalos, teñidos de una falsa moralidad y honestidad, soberbia descarnada, con un desprecio de clase nunca visto. La autodenominada “gente de bien” que dice el Gobierno, en realidad son los codiciosos ricos, frívolos parásitos que viven a costa del Pueblo que trabaja. Y los diputados y senadores -cobardes todos- juegan posiciones de poder en lugar de servir a la Patria.

Bien dicen que “al que le da de comer al Cocodrilo pensando que al último no lo comerá, es un iluso”. Como aquel que traiciona pensando que se le tendrá en cuenta y que se salvará, pero que al final tampoco se salva. Es la situación de estos senadores, diputados, gobernadores y sindicalistas que piensan que obtendrán beneficios y eso no pasará, porque al que traiciona, no lo quiere ni el traicionado ni al que le sirve la traición. Serán canallas que pasarán a la Historia con dolor para para sus familias, que sufrirán esa memoria.

Los gobiernos autocráticos, dictatoriales y autoritarios -en cualquier caso, lo mismo- se caracterizan por la soberbia, los caprichos, la violencia, la mentira y la venganza. Es su fuerza, pero también su gran debilidad. No es Poder real. No hay nada de amor allí. Y son acompañados por sectores que, por resentimiento, frustraciones, odios familiares tradicionales, o adhesión frívola que no piensa, niegan ciegamente la realidad, alimentando peligrosamente la división entre los argentinos.

El odio que algunos insensatos difunden por los medios es tan feroz, brutal y descarnado, que parece incomprensible para el común de la gente, que encima de esto, soporta las burlas y expresiones más soeces y burdas del presidente y sus funcionarios. Nada más cierto eso de que “de la abundancia del corazón habla la boca…”

Estamos inmersos en tanta locura, que parece estuviéramos gobernados por una banda de delincuentes perversos e inmorales, conjurados que no les importa en absoluto la vida y el bienestar de la gente. Entonces… es hora de recuperar la cordura.

Tal vez uno de los caminos sea desde el poco Derecho justo que nos queda, de los pocos medios de libre expresión que nos quedan, desde las pocas voces honestas de algunas instituciones y representantes que nos quedan, desde la poca fe y esperanza que nos queda, de la poca valentía y decisión solidaria que nos quedan, y de atrevernos a quitarnos la venda de los ojos y no justificar más a los injustificables, a los mismos de siempre, de seguir aceptando pasivamente las ilusorias reglas de juego electoralistas y empezar a tomar decisiones personales y colectivas para que no sigan más ni los mismos ni sus prácticas.

Quizá la Historia nos exija dar un salto cualitativo, rompiendo con lo acostumbrado y empezar nuevas formas de organizarnos, de exigir, de demandar, de interpelar, de elegir. Es la única actitud valiente de verdad, de justicia y libertad que podemos hacer, si realmente lo creemos necesario y posible. Lo contrario, es la abulia, el atraso y la postergación, un círculo vicioso infinito como el de Sísifo. (Aquel condenado por los dioses a subir una gran piedra sobre sus espaldas a la cima de una montaña, que cae una y otra vez, obligado a subirla eternamente).

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