Como antiguamente en la cueva primigenia, los hombres y mujeres tienen miedo a lo desconocido y suelen amedrentarse, buscando refugio. Pero luego salen a la intemperie a enfrentar el fuego y la tormenta. Por esta última actitud, que nos caracteriza como humanos, la esperanza en la Humanidad es una hierba que siempre crece.
La Economía no es la administración de recursos escasos frente a deseos ilimitados. Ése concepto ha sido acuñado por los que apropian, acumulan y acaparan riquezas sin límite. Se amparan en los supuestos del ahorro y el trabajo. (Que en realidad es avaricia y plusvalía, eso que produce el trabajador y no se le paga).
“Estoy muy solo y triste en este mundo abandonado /Tengo una idea, es la de irme al lugar que yo más quiera” (José Alberto Iglesias ‘Tanguito’- Litto Nebbia).
Nuestro País, se asemeja a un Arca. Lleva toda clase de animales; buenos y malos, salvajes y domésticos. Porque es lógico, la lluvia cae en el campo de buenos y malos por igual. Desde la Independencia, navegamos por mares desconocidos para salvarnos de un eterno diluvio anunciado, cuyos latigazos son casi permanentes, a punto de ahogarnos en un mar embravecido, con esporádicos tiempos de bonanza donde la paloma de la paz y de la estabilidad regresa pocas veces, pero aún sin el ramito de olivo; esperanza de la tierra prometida.
¿Aviso del límite para decidir por una sociedad justa y saludable? ¿o la tormenta de los jinetes del apocalipsis?
Cuando se llega al límite –de las fuerzas, de las esperanzas, de los afanes, del dolor, la enfermedad, de la incertidumbre, de los miedos…- uno se encuentra en el borde del precipicio; del abismo o de la muerte. Un solo paso… y al vacío.
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