¿Se puede comprar la libertad? Como la vida, no tiene precio. Y los votos no compran la libertad, aunque los políticos pretendan una vez más, hacerlo con las mismas promesas y el continuismo. En realidad, no quieren las voluntades, los sentimientos y la adhesión de las personas, sino la libertad, que tienen las personas. Con esa libertad comprada, paralizan cualquier exigencia y cualquier demanda. Comprando la libertad, se adueñan de la participación y de las decisiones.
Algunos creen que sin debate interno sobre la gestión de gobierno, en las presidenciales de este año, al Frente de Todos le irá mejor. Otros, como Riconet, sostienen lo contrario, y ponen en la recuperación del ingreso el eje a revolver de manera urgente, para ganar legitimidad, y también, la elección.
Por las experiencias vividas, por las consecuencias sociales de prácticas culturales que se han vuelto hegemónicas, ya sea por la tecnología, por estilos de vida multiculturales de la sociedad contemporánea, prácticas económicas y políticas inducidas la mayoría de ellas por los medios de comunicación, tanto buenas como malas para los pueblos, por todo ello el imaginario colectivo en la Argentina no tiene hoy una identidad que podríamos llamar por lo menos coyuntural, para hacer frente a la actual crisis más allá de las históricas adhesiones ideológicas que coexisten más o menos abroqueladas alrededor de expresiones políticas tradicionales, la mayoría de ellas anacrónicas a los tiempos que vivimos y fragmentadas.
Ya es común escuchar que muchos jóvenes, y familias jóvenes, no sólo descreen de la política, sino de la posibilidad de vivir en una sociedad económica y socialmente estable, con posibilidades de progreso y bienestar.
Ya de por sí, los jóvenes se ven ante la asfixia de una vida que no ofrece expectativas de felicidad. Hasta para constituir una familia. Ven como imposible lograr un trabajo seguro, medios económicos para vivir dignamente, y sienten que resignadamente tienen que seguir viviendo con seguridad en casa de sus padres y hasta con sus propias familias, porque encuentran que lograr una vivienda propia está fuera de su alcance. Y esto ocurre en todo el país sin excepción.
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