Murió Nelson Madaffs, víctima de una de las injusticias más recordadas de San Luis

El hombre que fue torturado y encarcelado por un crimen que nunca existió falleció a los 56 años, tras más de tres décadas luchando contra las secuelas de una condena injusta
Nelson Madaffs murió el viernes 6 de junio a los 56 años, cerrando así una de las historias más dolorosas e injustas en la historia judicial de San Luis. Su muerte pone fin a más de tres décadas de sufrimiento que comenzaron cuando tenía apenas 17 años y fue acusado de un crimen que nunca sucedió.
Una acusación sin fundamento
La pesadilla de Nelson comenzó la noche del 16 de octubre de 1989. Entonces un joven trabajador de la construcción de 17 años, acompañó a su novia Claudia René Díaz, de 15 años y estudiante del Colegio Nacional Juan Crisóstomo Lafinur, hasta las inmediaciones de su casa. Al día siguiente, Claudia visitó a Nelson en su trabajo y nunca más regresó a su domicilio.
La desaparición de la adolescente conmocionó a San Luis. Su foto apareció en diarios, televisión y vía pública. Hubo marchas pidiendo justicia y su aparición, incluso la monja Martha Pelloni encabezó marchas de silencio en la provincia. El caso llegó a los medios nacionales, que pusieron sus ojos en San Luis.
Sin pruebas concretas, la policía y la justicia comenzaron a manejar una versión que aseguraba que Claudia había sido obligada a abortar y había muerto durante el proceso. Durante cuatro años, Nelson vivió bajo la sospecha y el señalamiento social, hasta que el 31 de enero de 1993 fue detenido en un violento operativo en su casa.
Tortura sistemática para obtener una confesión
Lo que siguió fue una sistemática sesión de torturas que incluyó quemaduras con cigarrillos, simulacros de fusilamiento, fracturas, la extracción de dientes con vidrios, inmersión en el río Quinto estando inmovilizado, submarino seco y enterramiento hasta el cuello. Años después, Nelson contaría que había aprendido a desmayarse durante las sesiones de tortura para que dejaran de golpearlo.
Bajo este sometimiento brutal, confesó el crimen e incluyó a Marina Garay y su hija Laura Godoy en la supuesta trama. Este «reconocimiento» era lo que le pedían el oficial Félix Martín Lozano, Enrique Verón y el juez Néstor Alfredo Ochoa para dejar de golpearlo. El propio juez Ochoa llegó a golpear a Madaffs durante una audiencia indagatoria para que «confesara» el asesinato. Nelson incluso señaló lugares donde supuestamente habían enterrado el cuerpo de Claudia, pero nunca se encontró evidencia alguna.
La libertad y la aparición de Claudia
Nelson recuperó su libertad en 1995, no por el cierre de la causa sino por falta de pruebas. Su liberación se vio favorecida por la Reforma Constitucional de 1994, que incorporó el Pacto de San José de Costa Rica a la legislación argentina.
El giro definitivo llegó a fines de 1997, cuando Nelly Fernández, madre de Claudia, recibió un llamado anónimo informándole que su hija vivía en Caucete, San Juan. En febrero de 1998, la mujer viajó y encontró a Claudia, quien ya tenía 24 años, vivía con un hombre de apellido González y había tenido cuatro hijos. Cuando le preguntaron por qué se había escapado, Claudia explicó que su padre la maltrataba.
Por la inexistencia del crimen, Madaffs fue sobreseído el 30 de julio de 1998. Años después, la justicia ordenó al gobierno provincial pagarle una indemnización que solo consideró el lucro cesante por los tres años de detención, sin tomar en cuenta las graves consecuencias físicas y psicológicas.
Las secuelas de la injusticia
Durante su encarcelamiento, Nelson contrajo VIH, lo que le ocasionó serias y permanentes complicaciones de salud que lo acompañaron hasta su muerte. Su estado se deterioró progresivamente, requiriendo constantes internaciones y tratamientos médicos.
El caso también afectó a Laura Godoy, cuñada de Nelson y pareja de uno de sus hermanos, quien estuvo detenida acusada de ser cómplice en la supuesta desaparición de Claudia, que era su amiga. También fue arrestada Marina Garay, madre de Laura y enfermera de profesión. Ambas mujeres también sufrieron las consecuencias de aquellos años de injusticia.
Un símbolo de impunidad
El caso de Nelson Madaffs se convirtió en uno de los más recordados en la historia policial de San Luis y uno de los que mayor impacto tuvo a nivel nacional. El experimentado periodista Ricardo Canaletti lo ha mencionado como el caso que más lo impactó en toda su carrera.
Cuando Claudia apareció viva en 1998, la sociedad terminó de entender que Madaffs era definitivamente inocente, una sensación que muchos habían tenido desde el primer momento pero que no se habían atrevido a manifestar. Durante los años de su ausencia, la mayoría de la gente miraba a Nelson como a un asesino.
Desde su liberación en 1995, Nelson se dedicó simplemente a sobrevivir, luchando contra una enfermedad que se lo fue consumiendo lentamente. Pasó de internación en internación, de hospital en hospital, mostrándose siempre con la pasividad que lo caracterizaba, distante de cualquier manifestación rencorosa.
En paralelo a su lucha por la salud, Nelson batalló por una indemnización por el daño causado, que llegó finalmente a principios de los 2000 pero que siempre consideró insuficiente. Sus familiares llegaron a pedir ayuda para abrigos en invierno y comida para las fiestas, y la comunidad respondió, tal vez también con la idea de resarcirse por el daño causado.
La muerte de Nelson Madaf cierra un capítulo doloroso que pone en evidencia los alcances de la impunidad y la injusticia. Un hombre que pagó con más de tres décadas de sufrimiento por un crimen que nunca cometió, más grave aún, por un asesinato que nunca existió.
Los sueños de Nelson
En junio de 2011, el docente Alberto Tochi Moreno escribió un texto que aporta a la reflexión y que Calle Angosta quiere volver a compartir frente a este doloroso suceso. Sirva para mirarnos como sociedad, sopesar el comportamiento de gobernantes, magistrados, agentes de seguridad… no volver a soportar injusticias sin -al menos- levantar la voz para gritar , como dice el León bueno, «que lo injusto no me sea indiferente».
De a poco fueron llegando los Madaffs. Los primeros, tan pronto conseguían trabajo, llamaban a otros. Y así se reunieron padres e hijos. Entre éstos, Nelson. Buscaban trabajo, para crecer, para ser, para concretar los sueños de toda familia humilde y laburadora. No vinieron a pedir, solo a tener oportunidades para realizar sus sueños.
Calladón, tímido, de modos tranquilos y sencillos, Nelson hacía todas las changas que fueran saliendo: ora carpintero, más tarde albañil, también ladrillero. De frente a la vida con su simple honestidad, con ganas de crecer y de hacerse hombre de bien.
Y cuando la primavera empuja a los jóvenes al encuentro, a la amistad, al romance, en aquel octubre de 1989 conoció a Claudia Díaz. Amiga de la amiga de su hermano, se vieron en la Plaza Pringles, frente al colegio donde Claudia era alumna en el turno tarde. Ese día de octubre, que tan mal recordaría por el resto de su vida; se dio la amistad y quizás pensando en algo más, Nelson acompañó a Claudia hasta su casa.
Quizás por el camino ella le contó de sus problemas con un padrastro que había encontrado en ella el objeto receptor de su violencia alcohólica. Quizás también hayan hablado de su necesidad de liberarse, de poner distancia, de una ayuda amiga.
¡Vaya a saber qué más dijo Claudia, al tener a quien abrirle su corazón!
¡Vaya a saber qué pensó Claudia esa tarde mientras Nelson le ofrecía la amistad de su hombría joven!
Nelson la acompañó hasta donde la prudencia permitía, no fuera cosa que el golpeador encontrase un motivo más para pegar. La dejó cerca, con la promesa de verse de nuevo, para comenzar a tejer sueños juntos.
Pero ese encuentro no se dio. No la vio más a Claudia. No iba ya al colegio, la amiga no la veía desde que los vio irse juntos de la plaza. Y de a poco creció la ausencia de Claudia. Nadia sabía nada de ella desde aquella tarde.
Denuncia, reclamos y marchas de compañeros y vecinos. Todos soñando con la aparición de esa compañera, tan igual a ellos en problemas, esperanzas y dudas
Nunca se investigó en la familia. O a lo mejor sí, pero creyendo que las cosas se arreglarían solas cuando a Claudia se “le pase”, aquello que le pasaba.
Pasó el tiempo sin noticias, hasta que llega la orden:
– Hay que aclarar lo de Claudia Díaz.
¿Habrá sido porque las marchas molestaban? ¿Alguien habrá tenido un abrupto ataque de justicia y verdad?
Allí apareció el recuerdo de aquella caminata vespertina y primaveral, desde el colegio a la casa. Y también, el nombre de Nelson Que fue a la cárcel porque urgía una explicación a la ausencia de Claudia.
Y Nelson, dejó de soñar romances y trabajo, para comenzar a soñar con justicia, con policías que encuentren la verdad. A soñar con recuperar su preciada libertad, con respirar aire sin paredes.
La incapacidad para investigar se tradujo en capacidad para culpar. Y Nelson recibió la culpa: él sabía qué había pasado, él era el responsable de todo. Y como no había modo de aclarar la cosa, la capacidad de culpar pasó a la de hacer confesar, a la triste capacidad de pegar y torturar.
Nunca dejó de soñar pero … ¡ cómo cambiaron sus sueños! No es lo mismo soñar en libertad, que soñar encerrado, lejos de los suyos. Sueños difíciles los de verdad y justicia.
El juez Ochoa también soñaba. Con resolver un caso importante. Con quedar bien con el poder. Con fama, premios y honores. Sabía cómo concretarlos y no le hacía asco a ninguna forma. Porque la exigencia de que se aclare todo, le permitía usar herramientas que pese a todo lo recientemente vivido en la Patria, todavía estaban disponibles. También los ejecutores.
Chocaron los sueños de justicia de Nelson, con los sueños de poder del juez. Los de Nelson sólo tenían la fuerza de la verdad. Los otros la fuerza bruta. Y ésta ganó.
Los sueños de verdad y justicia de Nelson cayeron por la tortura ciega y despiadada. De la tortura ordenada, tolerada y hasta participada por el juez.
Nelson comenzó a soñar con menos dolor, con un poco de descanso, al precio que fuera. Y el precio fue firmar lo que le dieron, una confesión novelesca de hechos que nunca la Policía y el juez pudieron comprobar en los ridículos operativos que montaron para encontrar las inexistentes pruebas de lo que ellos habían inventado: muerte por un aborto hecho a instancias de Nelson por una enfermera y otros más. De esa supuesta muerte de Claudia, el culpable era Nelson.
Nada se encontró, pero nada importó. Nelson a la cárcel. Más torturas, más padecimientos, el contagio de esa enfermedad que sacude al mundo. Ninguna prueba, sólo cárcel. Más tarde, ante la falta de pruebas, una libertad acotada porque era un hombre marcado en una sociedad adormecida y que sólo veía lo que le hacían ver.
En libertad, pero ¿un hombre libre? No, porque nadie es libre cuando se le destruye la honra, cuando sus sueños mueren en una pesadilla tejida por quienes debían protegerlo tanto a él, como a Claudia.
Y cayeron los sueños de los supuestos cómplices de Nelson. Una enfermera, su hija y un amigo. Sin sus trabajos, también marcados ante la sociedad. No tuvieron las torturas con que se ensañaron con Nelson, pero también sus planes murieron en esta ignorante incapacidad para buscar la verdad.
Pasó el tiempo y Claudia apareció, en San Juan, en pareja y con hijos. Dijo no saber nada de los suyos acá. Dijo no saber nada de lo que había pasado, de lo que le habían hecho a Nelson. Simplemente se fue para no ser golpeada. Hizo dedo y llegó a Caucete donde hizo otra vida.
Por primera vez desde aquel octubre del ’89 un sueño de Nelson se concretó, el de la verdad que llegó no de la mano de los hombres, sino porque él lo merecía.
Tras la verdad nuevamente a cambiar de sueños. Ya no podía trabajar. Las torturas y la enfermedad habían hecho lo suyo. Debía acostumbrarse a depender de aquellos que podían darle una mano. Sus padres, sus hermanos y unos pocos más. Pese a la aparición de Claudía, seguía siendo discriminado como un mal recuerdo.
Ahora Nelson soñaba con una justicia integral. Que limpiara su nombre, que se disculparan, que se arrepintiesen, con tener acceso a la salud, a una reparación económica que le permita enfrentar un poco mejor ese futuro que el Estado le había destruido.
Nuevamente pasaron los años, en la pobreza, dependiendo de otros. Debiendo pelear mucho hasta para recuperar una casa, lo único que había logrado y que le fue usurpada por punteros barriales.
Los sueños de aquel joven de 1989 quedaron destrozados por la acción impune de los responsables de la seguridad y la justicia.
Ahora, hombre maduro, solo espera una mínima expresión de justicia a través de una indemnización. Lo menos que cabe esperar. Hasta que llegó la sentencia favorable por la que el Gobierno debía pagarle una suma, no la que merecía tanto padecer (¡Quién puede precisar ese monto!), pero al fin se le reconocía razón en todo lo que había dicho.
La plata no hace a un hombre. Nelson no la necesitó para demostrarnos su hombría de bien, su valentía, sus ganas de pelear por la vida, por la razón. Pero con ella, ahora podría hacer algo que le permita afrontar mejor el porvenir.
Y nuevamente el sueño cae en pedazos. Porque la justicia manda una reparación económica, pero el gobierno la niega, tira culpas para otro lado, se declara en emergencia. Yo no fui, les hace decir a sus abogados. Fue la justicia la que encarceló a Nelson, que ella pague.
Pero… ¿y la policía que no supo investigar pero sí torturar? ¿Y el gobernador y los ministros que miraron para otro lado? ¿Y los legisladores que rechazaron el juri al juez?
¿Es que nadie fue? ¿Es que Nelson inventó todo?
No, fue el Estado Provincial en pleno: Gobierno, Justicia y legisladores. Pero nadie se hace cargo.
Esos señores deben atender sus campos, hacer sus mansiones, cambiar sus autos, elegir en qué moneda extranjera hacer sus inversiones.
¿Quién es Nelson Madaffs para ellos? Un perejil que se comió un garrón, pero ya está, ya pasó.
Nelson sigue peleándole a la pobreza con la misma entereza de siempre. Siempre soñando, y siempre viendo como esos sueños caen destrozados por la maldad de un sistema perverso sólo orientado a acumular poder, riqueza e impunidad para seguir haciendo lo mismo.
¿Por qué todo esto de los sueños?
Porque Nelson comenzó sus sueños con el gobierno de Adolfo Rodríguez Sáa. También con él sufrió la cárcel, la tortura, la discriminación y el olvido.
Ahora es el gobierno de Alberto Rodríguez Sáa el que niega el pago de una indemnización ordenada por la justicia. Es la justicia de este gobierno la que no resuelve la inconstitucionalidad de una ley en la que se escuda el Gobierno.
¿Por qué todo esto?
Porque hoy tres de junio de 2011, Alberto Rodríguez Sáa lanzó su candidatura a Presidente de la Nación, hablando de sueños. De que él nos llevaría a los argentinos a concretar nuestros sueños. Hermosa propuesta, si pudiera dar buen ejemplo.
Toda esa hojarasca declamatoria se cae ante el ejemplo de lo que la familia Rodríguez Sáa gobernante en San Luis desde 1983 le hizo a Nelson Madaffs. Al matarle sus sueños le violaron todos sus derechos. Los mismos que también proclamó el candidato en su discurso.
Lo que le hicieron a Nelson, nos lo han hecho a todos. Todos somos su hermanos.
Los que mataron los sueños de un buen pibe, los que se ensañan aún hoy con él, incapaces de pedir perdón y de intentar una mínima reparación, quienes muestran tanta soberbia y maldad ante la inocencia sencilla y modesta, no tienen autoridad moral para hablarle de sueños al país.