Argentina

Cristina inhabilitada: la batalla que empuja al peronismo fuera del juego institucional

La Corte Suprema dictó una condena que sella el destino judicial de Cristina Kirchner, proscribiéndola de por vida. El fallo llega en un momento clave del ajuste libertario y pone en jaque al sistema político. Entre la reacción callejera, la desorientación estratégica del peronismo y la fragilidad del gobierno de Javier Milei, se abre una etapa marcada por la incertidumbre y la confrontación.

Por decisión de una Corte Suprema de tres miembros que opera en modo facción, Cristina Fernández de Kirchner fue inhabilitada de por vida para ejercer cargos públicos. La sentencia, que confirma la condena en la llamada causa Vialidad, consolida el escenario que la propia ex presidenta anticipó hace tiempo: una justicia al servicio de los poderes reales, decidida a erradicarla del tablero político. La decisión judicial no sólo la alcanza en lo personal. También precipita al peronismo a un dilema mayor: cómo construir poder en un sistema donde las reglas del juego ya no garantizan ni siquiera el derecho a competir.

En los días previos al fallo, CFK ya había rechazado nuevamente la posibilidad de ser indultada. Como en otras ocasiones, reafirmó su apego a una lógica institucionalista —paradójica para una dirigente nacida del post 2001— en un contexto donde las instituciones están cada vez más colonizadas por intereses mafiosos. Eligió esperar el desenlace sin rupturas, aún sabiendo que la condena sería el precio de no haber podido doblegar a los actores que desde hace más de una década la quieren fuera del mapa.

La Corte de tres y el poder permanente

Horacio Rosatti, Ricardo Lorenzetti y Carlos Rosenkrantz dejaron a un lado sus diferencias para sellar una sentencia histórica. No hubo juicio de fondo, ni revisión profunda de la causa. Solo una decisión de alto impacto político que consagra una doble vara judicial. Mientras se desoyen los vínculos entre jueces y el poder económico, las causas que afectan a referentes populares son tratadas con celeridad quirúrgica. El contraste con los escándalos de visitas a Olivos, los vuelos a Lago Escondido y los chats filtrados entre jueces y empresarios es brutal.

El fallo deja además en evidencia la subordinación de parte del sistema judicial a un poder económico transnacional que hoy ve en Javier Milei una herramienta descartable, y en CFK un obstáculo estructural. La ex presidenta denunció en varias ocasiones que su pecado no fue la redistribución del ingreso, sino haber puesto nombre y apellido a los verdaderos dueños del poder. Los expuso, los enfrentó y los sacó de la penumbra. Ese atrevimiento, más que cualquier otra cosa, es lo que no le perdonan.

El peronismo frente al abismo

Lejos de unificar estrategias, el peronismo llega a este momento crucial fragmentado, sin narrativa común y con una base social golpeada por el ajuste. La militancia más cercana al kirchnerismo convocó movilizaciones en apoyo a Cristina, previstas para el miércoles siguiente al fallo. Pero más allá de la reacción emocional, la dirigencia enfrenta un desafío mayor: repensar cómo se hace política en un sistema que excluye, no solo en lo económico, sino ahora también en lo político.

El análisis de la consultora Epyca advierte sobre el riesgo de persistir en la desorientación: sin renovación programática ni generacional, y con una narrativa agotada, el peronismo corre el riesgo de anclarse en una lógica defensiva. A eso se suma la debilidad territorial y la falta de conexión con nuevas mayorías, sobre todo urbanas.

Mientras tanto, la oposición no cristinista, que durante años evitó involucrarse en la agenda del lawfare, vuelve a girar alrededor de su figura, reconocida como el blanco privilegiado del sistema. Una figura que, aun proscripta, sigue ordenando el escenario con su sola presencia.

Milei, afuera del juego de fondo

El fallo también deja en una posición incómoda al presidente Javier Milei. La condena contra Cristina le quita a su estrategia de polarización el principal antagonista. Peor aún, deja en evidencia su irrelevancia en la disputa real por el poder: mientras los factores permanentes reacomodan piezas a largo plazo, el mandatario se muestra ocupado en giras internacionales, ausente del centro decisorio nacional.

El gobierno, además, profundiza su dependencia financiera. En la víspera del fallo, el Banco Central flexibilizó el cepo a los fondos de inversión extranjeros, en un intento por atraer dólares de corto plazo. Una maniobra que expone la desesperación oficial por sostener la estabilidad cambiaria hasta octubre, aún a costa de mayor vulnerabilidad.

¿Qué queda?

Cristina Kirchner ya no podrá ser candidata, pero conserva su centralidad simbólica. Su legado polariza, pero también ordena. La pregunta que se abre es si el peronismo podrá construir algo más allá de su figura. Un proyecto con capacidad de interpelar a una sociedad hastiada, descreída y golpeada por un modelo excluyente.

La experiencia reciente muestra que el poder real solo cede cuando la calle entra en escena. Lo demostró el 2×1 a favor de los genocidas, revertido tras una movilización masiva. Lo que está en juego ahora no es solo el futuro de una dirigente, sino la posibilidad de que sectores populares puedan disputar poder real dentro del sistema democrático.

La historia aún no terminó. Pero el margen para los errores se achicó a su mínimo histórico.


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