Día del Bombero Voluntario: héroes que arriesgan todo y reciben poco

Cada 2 de junio se celebra en Argentina el Día del Bombero Voluntario, una fecha que reconoce a miles de hombres y mujeres que, sin recibir un salario a cambio, dedican su vida al servicio de los demás. Apagan incendios, asisten en accidentes, rescatan personas atrapadas, combaten catástrofes naturales y se enfrentan, muchas veces, a lo peor sin dudar un segundo. Todo eso, por vocación.
En los cuarteles de todo el país, la jornada suele estar marcada por actos, desfiles y homenajes. Pero más allá de las conmemoraciones formales, los bomberos voluntarios siguen siendo los grandes olvidados del sistema de emergencias. Sin obra social, con escaso equipamiento y trabajando en condiciones adversas, muchos de ellos arriesgan su salud —y en ocasiones la vida— por una causa que debería ser de todos.
Compromiso sin horario
A diferencia de otras fuerzas, el bombero voluntario no “cumple horario”. Puede estar durmiendo, trabajando en su empleo formal o comiendo en familia, cuando suena la sirena y todo queda atrás. Es un llamado al que no se le dice que no.
Y no se trata solo de incendios. En muchos pueblos y ciudades del interior, los bomberos son la primera y única respuesta frente a un siniestro vial, una inundación, una explosión o una persona atrapada.
Riesgo extremo, reconocimiento mínimo
Pese a la magnitud del trabajo que realizan, el reconocimiento oficial y social muchas veces no está a la altura. Son escasos los subsidios, las leyes de protección laboral siguen siendo parciales, y en no pocos casos los propios bomberos deben salir a pedir donaciones o hacer rifas para poder comprar un uniforme o mantener el cuartel funcionando.
“La sociedad los aplaude cuando hay una tragedia, pero se olvida de ellos el resto del año”, repiten en muchos cuarteles. Y no es exageración. En los últimos años, varios bomberos han perdido la vida en acto de servicio, y sus familias quedaron sin cobertura ni contención adecuada.
Más que un trabajo: una vocación
En tiempos de individualismo y velocidad, ser bombero voluntario es un gesto de humanidad que interpela. No se trata solo de apagar fuego, sino de estar cuando nadie más está, de sostener a una comunidad en sus momentos más críticos.
Este 2 de junio, mientras se realizan homenajes, también vale preguntarse qué estamos haciendo como sociedad por quienes lo dan todo sin pedir nada. Porque si bien el aplauso emociona, lo que más necesitan es apoyo real, recursos, y una política pública que los cuide tanto como ellos nos cuidan a nosotros.