Opinión

¿Y la compasión? ¿Dónde está?

 Asistimos a una obscuridad donde no se ve, no se escucha ni se toca a la delicada humanidad… del Otro. ¿Qué nos ha pasado en la Argentina? Todo se visibiliza ahora, a cara descubierta, sin ningún pudor; lo bueno, lo malo y lo feo en nombre de una falaz libertad y consentimiento del delito. Hasta la hipocresía, el odio, el racismo, el desprecio al pobre y al indigente, y también la volubilidad de la Justicia, el negacionismo del crimen y la desprotección legal.

La argentina se ha vuelto un páramo. No hay debates ni pensamiento; ni ideológicos ni políticos, y mucho menos de cómo llegar a la mente, a la razón y al corazón del Otro. Hay mucha falta de confianza y credibilidad. No hay entusiasmo y sí escepticismo. También fatalidad, pensando que no hay salida. Pero hay otro camino. Develar la mirada, la auténtica visión de lo que son los demás y de lo que somos nosotros -indiferentes si la necesidad no nos toca; hipócritas si defendemos la maldad de este gobierno por odio político o ideológico- como tampoco nos vemos y tampoco dejamos que los demás nos vean, con el rostro tapado por las vergonzosas máscaras del interés, del no-compromiso y de la no-solidaridad. Tenemos que quitarnos las suspicacias, las sospechas, el pensar mal, el juzgar, pero también de justificar lo injustificable.

¿Es que hemos perdido la esperanza…?  la bondad, la verdad y la justicia siempre florecen. Como la hierba perenne. Crecen una y otra vez, pertinaces. Aunque suframos a los soberbios que nos pisotean y abandonados por los que tienen obligaciones con nosotros y no cumplen, volviéndose enemigos. Serán susceptibles de Humanidad, si les impedimos continuar con el daño. Pero… hay que detenerlos.

Hay momentos históricos para los Pueblos. Y no siempre los dirigentes están a la altura de las exigencias que esas horas imponen. Por eso vienen los desastres; la injusticia y el dolor para los desprotegidos, y la impunidad para los poderosos. No existen los fenómenos económicos por los cuales los Pueblos sufren la pobreza, la postergación y la indigencia, mucho menos desidias culturales estigmatizando y persiguiendo a los pobres, indigentes y desempleados. Los responsables que aluden a fenómenos económicos y culturales -por ejemplo “nadie quiere trabajar”-, los usan como excusa para deslindar delitos y condenas.

En estos momentos históricos sin ley ni razón, sin amor ni compasión, se le volado el techo a la argentina; por el gran temporal de maldad, quedamos a la intemperie. Sin embargo, celebramos que hayan comenzado a generarse asambleas de vecinos, de barrios, en sus propios contextos, mirarse a la cara y compartir lo que sienten, libres de dirigentes autorreferenciados o tradicionales, sin permiso de nadie y con plena libertad para deliberar y decidir. También ha caído la mentira de los gobernantes y el oportunismo de los dirigentes, tanto políticos como sindicales. Es el comienzo de la práctica de una Democracia Directa y Participativa. Un ejercicio del cual es conveniente socializar experiencias con otras Comunidades. “Una Comunidad se realiza si nos realizamos entre todos”.

Muchos no creen que cambiar el actual Sistema de Representación Electoralista por el de una Democracia Directa sería posible y efectivo. Los que participan del electoralismo, tienen que someterse lastimosamente a los tiempos, digitaciones y condiciones de la burocracia de los Partidos Políticos y del Gobierno. La mayoría, en cambio, no participa nada más que con el voto, atada a los candidatos que les imponen. ¿Por qué tiene que ser así?

¿Para qué sostener un Sistema en descomposición, donde los representantes terminan traicionando a sus representados en favor de sus intereses particulares o de corporaciones? Cuando, por el contrario, en un Sistema de Participación y Democracia Directa, el Control Popular garantizaría una gobernanza justa y transparente.  ¿No es más legítimo, y de verdadera participación, elegir a nuestros candidatos y gobernantes por Democracia Directa? ¿Qué surjan desde la deliberación y decisión pública, directa e inclusiva en asambleas de sus propios contextos y realidades, sin necesitar de dirigentes autorreferenciados o punteros? ¿O necesitar de los Partidos Políticos? ¿No es mejor que cada Comunidad se dé sus propios organismos colegiados para sintetizar deliberaciones y acciones para el gobierno sin necesidad de nombrar personas con atribuciones? ¿No podemos, acaso, evitar la estafa electoral de boletas sábanas llenas de parásitos conocidos y desconocidos? En el Sistema de Representación, no hay vacuna para eso.

 La deliberación y decisión comunitaria es mejor garantía que el pensamiento y decisión de uno solo, de unos pocos o de unos cuantos. Y, por otra parte, ¿no es hora de asegurar que los que asuman responsabilidades recuperen la verdadera política como un servicio público y desinteresado, con cargos perentorios sujetos al Control Popular? No hay nada más justo que un gobierno sujeto al control permanente de las bases a través de un organismo de Poder Popular institucionalizado social y legalmente.

 A medida que la población empiece a empoderarse y haga realidad el sistema público, masivo e inclusivo de deliberación y toma de decisiones colectivas desde sus comunidades y contextos de origen, se empezarán a romper las ataduras mentales, ideológicas, tradicionales y legalistas que impide que la población comience a construir colectiva y solidariamente una gobernanza propia sin mentiras e injusticias, de tolerancia, seguridad, amparo legal y absolutamente de progreso y bienestar para todos. Un proceso lento y no exento de dificultades, que sólo requiere decisión

Obligar compulsivamente a la población a elegir a sus gobernantes por medio de los Partidos Políticos, a aceptar la propaganda mentirosa de promesas o prebendas clientelistas en un Sistema Representativo podrido, es pretender cambiar algo sabiendo que no habrá garantía de que estos representantes cambien nada, y que todo seguirá igual; esperando que la suerte o el azar -contrarios a la razón- sean ilusoriamente benévolos brindándonos gobernantes decentes y valientes. La población tendría que elegir a los gobernantes desde sus instituciones y no necesaria ni exclusivamente desde los Partidos Políticos. O desde sus propias organizaciones sociales, comunitarias y contextuales para acceder a un gobierno donde el Pueblo no deje de tener control, y adquiera la potestad de expulsar en proceso a los que lo traicionen. Los gobernantes actuales y cada uno de nosotros, tenemos responsabilidades, ¿Pero… y la compasión? ¿Dónde está? La compasión por el Pueblo la tiene el Pueblo mismo. El único que siente y piensa por todos. El que debe gobernar.

“Nada nos habrá de detener, ni la cárcel ni la muerte. Porque no se   podrá encarcelar y matar a todo el pueblo y porque la inmensa mayoría de los argentinos, sin pactos electorales, sin aventuras colaboracionistas ni golpistas, sabe que solo el Pueblo salvará al Pueblo”.

CGT de los Argentinos – Córdoba, el 1ro de mayo de 1968

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